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Los liberales demócratas están dispuestos a oír ofertas

El tercer partido aspira a ser clave si nadie consigue la mayoría absoluta

I. S. U.

La gran esperanza de los laboristas, quizá la única, es que se repitan los resultados de las elecciones de febrero de 1974. Los conservadores dirigidos por Edward Heath fueron el partido más votado, con 226.564 votos de ventaja sobre los laboristas, pero obtuvieron cuatro escaños menos que el partido del ex primer ministro Harold Wilson.

Heath no pudo formar un Gobierno de coalición, y Wilson gobernó en minoría hasta que unas nuevas elecciones en octubre le dieron la mayoría absoluta.

Los dos grandes partidos no recogen tantos votos como en los años setenta. Las peculiaridades del sistema electoral y el hecho de que los conservadores tienen muy concentrado su voto en el sur de Inglaterra aumentan las posibilidades de que se produzca un Parlamento sin mayoría absoluta de ningún partido.

Ahí es donde entra en escena el tercer partido los liberales demócratas, que aspira a convertirse en el socio imprescindible de cualquier Gobierno. 'La gente no ve el momento de librarse de este Gobierno laborista', ha dicho su líder, Nick Clegg. 'Pero no quiere que vuelvan los tories del pasado. Porque, no os engañéis, son los mismos de siempre'.

Por primera vez en mucho tiempo, el partido cree estar en condiciones de hacer valer sus escaños. Los sondeos les dan en torno al 20% de los votos, pero sus líderes saben que es aún más importante conocer qué porcentaje obtendrán laboristas y conservadores. Su 22,1% de las elecciones de 2005 no les sirvió de mucho.

El partido nació en 1988 de una fusión entre los liberales y el grupo de socialdemócratas que había abandonado un Partido Laborista completamente escorado a la izquierda.

En la última década, han gozado de muy buen cartel entre los estudiantes y profesores universitarios, pero suelen ser tratados con cierta condescendencia por los medios de comunicación. Tener tan lejos el poder no te hace muy popular entre los periodistas.

Su defensa de los derechos civiles y su oposición a las medidas autoritarias puestas en marcha por Tony Blair tras el 11-S les ha hecho ganar adeptos. Por otro lado, son el partido más europeísta, lo que no es una garantía de éxito en el Reino Unido.

Su cartel electoral es atractivo. Combina la fotogenia y claridad en la defensa de las ideas del líder, Nick Clegg, de 43 años, con la experiencia e imagen de autoridad que da Vincent Cable, su portavoz en temas económicos.

Cuando los laboristas aún no reconocían el alcance de la crisis financiera, Cable ya estaba dando lecciones sobre lo que podía ocurrir a causa de la burbuja inmobiliaria y los excesivos riesgos de la industria financiera. No le ha hecho muy popular en la City, pero eso puede ser toda una ventaja en las urnas.

Clegg se resiste a decir con qué partido estaría dispuesto a pactar

Clegg se resiste a decir con qué partido estaría dispuesto a pactar. Mantiene sus opciones abiertas: 'Si un partido no tiene mayoría pero cuenta con el mayor mandato, aceptaremos el principio de que ese partido debe gobernar. La clave es asegurar a la gente que lo que cuentan son sus votos, no los deseos personales de los políticos, ni sus preferencias ni sus fobias', ha dicho cuando le han preguntado. No concreta mucho más ni dice si por 'mandato' entiende votos o escaños.

En economía, los liberales demócratas están más cerca de los laboristas. Rechazan un recorte drástico del gasto público. Piden más impuestos para los ricos y un mayor control de los bancos. Y, como es lógico en su posición de tercer partido, una reforma electoral que aumente la proporcionalidad en el reparto de escaños en futuros comicios. El único escollo reside en sus recelos hacia Gordon Brown: 'Honestamente, es muy difícil confiar en alguien que ni siquiera puede tener relaciones normales con sus correligionarios'.

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