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El momento Clegg

Segundo debate electoral en Reino Unido. El líder de los liberal demócratas se enfrenta a su confirmación entre acusaciones de todo tipo

DANIEL DEL PINO

Hace una seman pocos británicos sabían quién era Nick Clegg. Pero después del primer debate televisado de la historia en el Reino Unido, se ha desatado una 'cleggmanía' que tiene desesperados a los que a priori iban a ser los protagonistas de la campaña electoral.

El conservador David Cameron y el primer ministro laborista, Gordon Brown, brillaron menos que Clegg ante las cámaras y la opinión pública ha recibido con ilusión la irrupción de una alternativa política.

Ha sido una semana de alagos y ataques para Clegg. Y a medida que se acerca la hora del segundo debate, que se desarrollará esta noche en Bristol, lo segundo se ha convertido en la tónica general.

Ni laboristas ni conservadores están dispuestos a que un desconocido les quite protagonismo. Pero tras la aparición televisiva del líder de los liberal demócratas parece cada vez más claro que el pastel electoral tendrá esta vez tres comensales.

El ascenso de Clegg ha sido tal que ahora mismo las encuestas colocan a su partido por delante de los laboristas en intención de voto. Esto, a su vez, perjudica a los conservadores porque aumenta las posibilidades de que el siguiente Gobierno sea una coalición en la que la política de Cameron tendría poco hueco.

Sabedor de esto, no es de extrañar que Brown declarara ayer en una entrevista en The Independent que estaría dispuesto a pactar con los liberales si la cosa estátan ajustada.

Cameron y Brown estuvieron demasiado pendientes de lanzarse piedras el uno al otro

No obstante, la imagen pública de Clegg ha subido gracias a su habilidad para seguir el paso a los otros dos candidatos. Durante el primer debate se aprovechó de que Brown y Cameron estaban muy pendientes de lanzarse piedras el uno al otro. También le ayudó que ambos se apoyaran en él en varias ocasiones como un probable socio de Gobierno. El que más lo hizo fue Brown cuya repetitiva frase, 'estoy de acuerdo con Nick', ha pasado ya a la historia de la televisión británica y ha sido plasmada en todo tipo de camisetas.

Esta noche Clegg tiene la oportunidad de confirmarse como el tercero en discordia o quedar relegado al rincón en el que estaba antes. El debate se centra en la política exterior del Reino Unido y los liberales tienen varios puntos flacos en contra.

Sobre todo el hecho de que la Unión Europea no sea para ellos una amenaza -sino todo lo contrario-, su propuesta a sacar las tropas de Afganistán y la revisión total del programa nuclear Trident.

A su favor cuentan con la oposición radical a participar en la guerra de Irak, algo que los conservadores apoyaron y los laboristas consumaron de la mano de Tony Blair.

Aun sabiendo salir de las preguntas que se planteen sobre estos temas, el jefe de los liberales no lo va a tener nada fácil. El emerger de manera tan potente ante la opinión pública lleva consigo la posibiliad de desgastarse a la misma velocidad. Y las portadas de algunos periódicos hoy pueden acelerar ese proceso.

El Daily Mail le acusa ni más ni menos de hacer comentarios pro nazis durante su etapa como comisario europeo. En un artículo publicado en The Guardian en  2002 sobre los prejucios de los británicos con los alemanes, Clegg dijo cosas como que sus paisanos siguen teniendo 'delirios de grandeza' y que 'ver a Alemania levantarse después de la Segunda Guerra Mundial convirtiéndose en un país mucho más prospero, no ha sido fácil de llevar para la enfermiza psique británica'.

No parece que ni sacando de contexto la farse pueda ser interpretada como un canto a Hitler, pero a Clegg quizá le haga más daño la portada de The Times. El periódico de Rupert Murdoch le acusa de haber recibido dinero de tres simpatizantes del partido directamente en su cuenta bancaria.

Lo ha intentado explicar diciendo que ese dinero fue reconocido, declarado y que se dedicó de manera transparente para pagar el sueldo de un miembro de su equipo.

Esta noche vendrá el veredicto y se descubrirá si el salto a la fama no es cuestión de unos días o si, por el contrario, le ha costado caro.

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