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Las 'familias felices' de la campaña inglesa

Miriam González, esposa española de Clegg, es la reina de las 'primeras damas'

CONXA RODRÍGUEZ

Solteros, viudos, separados, divorciados, gays con o sin pareja, menores de 40 años, mayores de 60 y mujeres sin hablar de raza o religión que se abstengan de aspirar a ser primer ministro de Reino Unido, porque estas son las elecciones de las happy families, en inglés el juego de las cartas en el que hay que reunir al abuelito y la abuelita, el papá y la mamá, y el niño y la niña, panaderos o carniceros.

La reina de la baraja es una española, Miriam González, abogada en temas comerciales, católica, madre de tres hijos (Antonio, Alberto y Miguel) y esposa del líder liberal Nick Clegg, con quien se casó en Olmedo (Valladolid) en 2000. Miriam se ganó la simpatía de muchos al decir que 'mi trabajo no me permite cinco semanas de campaña, pero contribuiré los fines de semana'.

Y se arremangó la camisa para trasladarse sola al distrito de Hampstead y Kilburn, norte de Londres, a ayudar a su amigo el candidato liberal Ed Fordham. Miriam ha sido la menos abnegada de las esposas de los tres principales candidatos a primer ministro. Sarah Brown ha entrado en el mundo de la cibernética para pedir votos laboristas, y la aristócrata Samantha Cameron luce un tierno embarazo a la captura de votos conservadores.

En el cuestionario previo a uno de los debates televisivos preguntaron a los candidatos dónde les gustaría estar en aquel momento si no estuviesen allí. Los tres contestaron lo mismo: en casa con sus encantadoras esposas y sus mara-villosos hijos. ¿Y cuál había sido, hasta entonces, el momento más feliz de sus vidas? Cameron y Clegg aludieron a su luna de miel y Brown al nacimiento de sus hijos. Con sus familias parecen haber encontrado el significado de la vida. 'La familia es lo más importante en nuestra sociedad', ha repetido David Cameron hasta la saciedad. Este despliegue de armonía familiar no se había visto antes en las elecciones británicas. Denis Thatcher se mantenía detrás de Margaret sin rechistar. Norma Major aparecía lo necesario junto a John, sin cogerse de la mano en público. Tony y Cherie Blair llevaron la ñoñez a la política con sus fotos de familia en Downing Street y en las urnas, y con comentarios como la concepción del pequeño Leo en el castillo de Balmoral (Escocia) durante una visita de fin de semana a la reina Isabel II.

'Si Sarah hubiese estado con Gordon, el episodio de la señora Duffy [la metedura de pata de Brown sobre una electora a micrófono abierto] no hubiese ocurrido', se afirma entre los que acompañan al líder laborista. Un día que Sarah se queda en casa con los dos hijos, John y James, Gordon la pifia.

No se sabe qué pasará con la economía si Cameron gana las elecciones de hoy, lo que sí ha prometido es restablecer el married couple's allowance o incentivo fiscal para las parejas casadas, abolido hace tiempo en un país en donde casi un tercio de la población adulta vive sola, una quinta parte no tiene hijos, una décima parte es gay, y una cuarta parte de las familias son monoparentales. Cameron defiende rebajar los impuestos de transmisión aduciendo que 'lo humano, decente y natural para los padres es dejar la casa a sus hijos sin que el Estado meta mano en tan preciado valor familiar'.

La naturaleza es cruel, también, con las familias felices. Los Brown, que llevan casados desde el año 2000, sufrieron la muerte de Jennifer, una niña que sólo vivió diez días en el 2001. Su hijo John padece fibrosis cística. Los Cameron enterraron a su primogénito Ivan (2002-2009), enfermo de parálisis cerebral. Esperan para septiembre el cuarto retoño tras Nancy, nacida en 2004, y Arthur, en 2006.

Cuando Gordon Brown fue nombrado líder laborista y primer ministro en 2007 dio una serie de entrevistas en las que enseñó su cara más humana al hablar, reprimiendo las lágrimas, de la muerte de Jennifer. Pese a las desgracias conocidas, la imagen personal transmitida en la campaña electoral, de los tres candidatos principales a dirigir el Gobierno británico es la de familias felices, de las que comen perdices.

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