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"El conflicto puede desencadenar en una guerra civil"

Aurel Croissant, especialista en violencia política en el Sureste Asiático

ANDREA RODÉS

Aurel Croissant dirige el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Heidelberg (Alemania) y está especializado en procesos de democratización, relaciones civiles y militares, terrorismo y violencia política en el Sureste Asiático.

El primer ministro Abhisit propuso a los camisas rojas convocar elecciones anticipadas el próximo 14 noviembre a cambio del desalojo de las barricadas en el centro de Bangkok, pero la idea no prosperó. Qué condiciones son necesarias para que ambas partes lleguen a un acuerdo?

La decisión del gobierno de cancelar las elecciones y optar por el uso de la fuerza puede aumentar las divisiones entre los urbanitas de clase media y alta y los habitantes de las zonas rurales, la mayoría pobres, que apoyaban a Thaksin [ex primer ministro populista, depuesto en un golpe militar en 2006, que lidera los rojos desde el extranjero]. Si el desalojo forzado de los camisas rojas causa muchas muertes, se dispararán las tensiones, provocando un conflicto mayor que podría desencadenar en una guerra civil. Seh Daeng [un ex general del ejército tailandés que asesoraba a los camisas rojas, herido de muerte el pasado jueves] se convertirá sin duda en un mártir de la causa roja.

Sin embargo, yo no pondría toda la responsabilidad del aumento de las tensiones en el gobierno. Los líderes de los camisas rojas no querían aceptar simplemente las elecciones del 14 de noviembre. El movimiento rojo se está radicalizando, más allá del control de Thaksin y los líderes moderados del partido de los tailandeses (Puea Thai). Cuando los rojos objetaron la propuesta de Abhisit, el premier se sintió obligado a rescindir su oferta. Abhisit está bajo presión de los amarillos y de otros grupos en su gobierno de coalición para que reprima con dureza a los rojos.

¿Entonces, no hay opción a una solución pacífica?

Me cuesta imaginar cómo llegaran a un acuerdo los cada vez más fragmentados camisas rojas y la coalición tan heterogénea que controla el gobierno: militares, demócratas y, lo más importante, el sector monárquico. La situación actual parece avanzar la cuestión política más importante que debe hacerse Tailandia en un futuro no muy lejano: ¿qué pasará cuando el Rey muera?

¿Qué papel tiene el Ejército?

La violencia actual es una victoria de las facciones más reaccionarias del ejército tailandés, favorables a endurecer la represión contra los camisas rojas. Desde el punto de vista del Ejército, el intento de matar a Seh Daeng puede ser como una especie de venganza al asesinato el pasado 10 de abril de Col Romklao, jefe de la guardia real de la Reina, una facción reaccionaria. La espiral de violencia ofrece a los militares un pretexto para reforzar su rol en la política tailandesa. Pero esto erosionará más la democracia tailandesa y lleva el país más cerca de un conflicto nacional. La inestabilidad política y la desconsolidación de la democracia son el horizonte más cercano de Tailandia. Un escenario que puede venir acompañado de más represión y violación de los derechos humanos.

Puede cambiar la situación la intervención pública de Thaksin o del Rey?

Ni Thaksin ni el Rey son figuras neutrales en este conflicto. El Rey podría calmar un poco la situación si se dirige al pueblo, pero no dirá nada que pueda dar legitimidad a los camisas rojas, ya que esto podría reforzar su posición política en el futuro, convirtiéndose en una amenaza al poder político de la monarquía.

La paz sólo llegará a Tailandia de dos formas. Primero, si las dos partes abandonan las armas, dan un paso atrás y se sientan a negociar, quizás creando una gran coalición en el parlamento. A estas alturas es un escenario muy poco probable. Y no creo que la Casa Real sea muy favorable a esta solución.

Segundo, que una de las partes lleve a cabo una represión enorme para forzar la paz. Esto es más probable. No creo que ninguna de las dos partes apoye un resultado sin asegurarse un puesto en el gobierno. Hay otra posibilidad. Que la Casa Real decida asignar a un tercero como primer ministro, como pasó en 1991 y 1992. Pero, siendo franco, no veo como este conflicto puede solucionarse de forma pacífica. Creo que desafortunadamente se alargará y se derramará más sangre.

¿La sociedad tailandesa está dividida?

Los disturbios reflejan una clara división entre el Noreste rural y la zona urbana de Bangkok, entre la clase media y los empresarios, y los trabajadores y campesinos pobres. Durante su periodo como primer ministro, Thaksin logró movilizar con éxito a los pobres, haciéndoles más conscientes de su poder político. Las clases medias de Bangkok percibieron esto como una amenaza para sus privilegios económicos y políticos.

Aunque es cierto que hay una suma considerable de dinero implicada en la movilización de los camisas rojas y los amarillos, estamos ante una lucha política auténtica: las masas están comprometidas.

La monarquía debe decidir de qué lado quiere estar y cuál será su futuro rol en la política tailandesa: monarquía gobernante, guardián de intereses personales; o monarquía reinante que represente a todos los tailandeses, incluyendo los intereses de los más desfavorecidos.

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