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Los 'camisas rojas' mantienen su desafío

Los manifestantes en Tailandia desoyen el ultimátum

DAVID BRUNAT

'Están en ese edificio, y también en ese otro. Ahora quizá no los pueda ver, pero le aseguro que ahí hay francotiradores que han estado disparando a matar', exclama con mucho aspaviento un joven manifestante. A su alrededor pronto se forma un tumulto. Y enseguida salen las fotografías de cuerpos asesinados de forma atroz en recortes de periódico: 'Mire, a esta mujer le dispararon y estaba embarazada, o vea este, es sólo un niño'.

Y también muestran un francotirador captado con teleobjetivo. 'Son expertos del ejército, aunque algunos dicen que son mercenarios', apunta otra de las voces del grupo. 'Cuéntele por favor al mundo lo que está pasando. No es el ejército el que nos está acorralando, son asesinos', añade.

Los manifestantes antigubernamentales, los camisas rojas, desafiaron ayer a las autoridades al desoir el últimatum que exigía que se marcharan del centro de Bankgok. La situación sigue tensa, aunque algunos observadores dicen que hay negociaciones en marcha entre Gobierno y manifestantes que exigen elecciones anticipadas.

A las 15.00 hora local venció el ultimátum para que desalojen el lugar, donde llevan cinco semanas acampados. Las milicias del campamento reforzaban barricadas y prendían fuego a neumáticos y lanzaban al aire potentes petardos. Pero nadie vino del otro lado. Las fuerzas de seguridad pospusieron la prometida operación de entrar a desalojar como sea la protesta. Los enfrentamientos han causado por lo menos 37 muertos en los últimos cinco días.

Hay que mirar hacia arriba para encontrar la respuesta a la ausencia de intervención: varias avionetas lanzan gases lacrimógenos para tratar de sembrar el caos entre los 5.000 manifestantes.

Uno de los líderes de la revuelta arenga robóticamente a las masas desde lo alto de un enorme escenario, justo en el corazón del campamento rojo de Bangkok. Su homilía es seguida por cientos de personas desperdigadas por el suelo. La mayoría es gente agotada, alimentada a base de arroz y cuya condición higiénica hace rato que superó la frontera de lo deplorable. Solamente el orgullo y la obstinación los mantiene atrincherados. Más después de saber ayer que su venerado Comandante Rojo, cuyo disparo en el cráneo provocó el estallido de violencia el pasado jueves, finalmente había muerto.

Flamantes centros comerciales cerrados y carteles de marcas de ropa de lujo recuerdan que esto no es un asentamiento chabolista, sino el pulmón turístico y comercial de Bangkok y, por extensión, de Tailandia. En medio de la confusión, se produce el shock. Unas imágenes muestran cómo un grupo de camisas rojas asaltan a un militar en un camión, lo inmovilizan contra el suelo y le asestan un disparo a bocajarro. Las brutales imágenes son una enorme mancha para un movimiento que se declara 'pacífico', y demuestran que grupos radicales de camisas rojas están actuando al margen de la cúpula.

Precisamente ayer el gurú opositor, el ex primer ministro Thaksin Sinawatra, depuesto por los militares en el golpe de estado perpetrado en 2006, pidió desde su exilio que se retome el diálogo con el Gobierno.

Pero parece ya tarde para eso. El primer ministro, Abhisit Vejjajiva, quiere terminar cuanto antes con la asfixia que sufre la capital desde hace cinco semanas, y ha ordenado a los militares apretar la tenaza de forma lenta pero firme. A última hora de la noche, el ejército había tomado varias posiciones del campamento rojo después de un intenso fuego cruzado.


Bangkok Dangerous - Red Shirts Rally March-May 2010

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