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Haití sigue esperando entre los escombros

Seis meses después del terremoto, el efecto de los donativos es muy limitado

SUSANA HIDALGO

El soldado venezolano, de apenas 18 años de edad, se muestra orgulloso cuando explica que él y sus compañeros fueron los que acondicionaron un terreno de Jacmel, localidad en el sureste de Haití, donde desde el pasado 12 de enero malviven 3.000 supervivientes del terremoto que asoló el país caribeño. 'Sí, fuimos nosotros. Los trasladamos aquí después del seísmo, cuando se quedaron sin casa', cuenta el chico en el hotel Rendez-Vous, uno de los pocos alojamientos que se mantiene en pie en esta ciudad de 40.000 habitantes.

El solar donde están los desplazados no tiene árboles, unas lonas negras hacen de chabolas. Debajo de cada una viven tres, cuatro familias, sin separación. El calor es insoportable, no hay sombras en este campamento llamado Pinchinat. Los niños están sin escolarizar y comidos por los mosquitos, las mujeres son las que acarrean con todas las tareas domésticas. Por las noches hay violaciones. 'Son los hombres lobo', cuenta una de las desplazadas, que atribuye a una leyenda urbana el hecho real de que cada noche dos, tres chicas, sean raptadas por unas horas y violadas.

Los niños están sin escolarizar y cada noche dos o tres chicas son violadas

En cambio, en otro campamento de desplazados de Jacmel, llamado Wolf, la ONG local Crose ha intentado hacer las cosas mejor. Ha instalado una tienda por familia, con dos estancias separadas para padres e hijos, y ha colocado a la entrada de cada tienda unas piedrecitas limitando cada pequeña parcela para que los desplazados sientan que esa es su casa.

Medio año después del terremoto, en el que murieron cerca de 230.000 personas, cuesta adivinar adónde han ido a parar los 5.300 millones de euros que comprometió la comunidad internacional con Haití. Un informe de la organización Intermon Oxfam cifra las pérdidas en sólo 7,8 millones de dólares (unos 6,2 millones de euros).

El descontento con el presidente Préval aumenta entre los damnificados

El descontento con el presidente del país caribeño, René Préval, va en aumento. Su buena imagen internacional, apoyado sobre todo por Estados Unidos, contrarresta con la mala que tienen de él sus conciudadanos. Movimientos sociales vinculados a la izquierda le critican a raíz de que promulgara una ley de emergencia de 18 meses que le permitirá gestionar el dinero recibido por el seísmo.

Además, la reconstrucción no avanza: la capital, Puerto Príncipe, sigue llena de escombros. 'Los propietarios de los terrenos, las familias ricas, no quieren ceder el suelo y piden cantidades millonarias. Aquí no existe la expropiación. La situación está estancada', relata Hernán Bádenas, coordinador en Haití de la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP). Esta ONG trabaja codo con codo con la organización local Crose y en el sureste del país ambas tienen varios proyectos conjuntos sobre agricultura y pesca por el que cientos de familias han recibido, por ejemplo, cabras para criar o redes para pescar. Una de las beneficiarias se llama Béatrice Lowniste. 'Mi casa está destruida, estaba construida sobre una roca', cuenta esta joven, de 20 años y con un hijo, abandonada por su marido.

El país está inmerso en plena estación de ciclones y la mayoría de las casas son muy endebles. Por la noche llueve de forma torrencial y las tiendas no van a aguantar en cuanto se levante el viento. 'Van a salir volando como globos', describe Bádenas, de ACPP. 'Apenas tenemos refugios, y eso que en 2008 ya sufrimos dos ciclones con miles de muertos', agrega Jean-Michel Sabbat, responsable de Protección Civil de la delegación del sureste del país. La situación fue duramente criticada la semana pasada por Médicos Sin Fronteras: más de un millón de personas siguen sin casa.

Varias ONG, como ActionAid, denuncian el hecho de que la comisión especial encargada de la rehabilitación del país esté 'teniendo más en cuenta los deseos de los países donantes que los de los propios haitianos'.

Y eso que en la última Conferencia de Donantes, celebrada la pasada primavera, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, habló de 'una solidaridad sin precedentes' y Hillary Clinton, secretaria de Estado de EEUU, agregó: 'Tranquilos. Hemos aprendido de pasadas lecciones, en particular por lo ocurrido tras el tsunami en el sureste asiático. En el caso de Haití, se controlará todo y se expondrá todo'.

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