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Ruanda paga aún su atroz pasado

El genocidio tutsi ha dado al presidente Kagame carta blanca para acallar a la oposición y a la prensa libre del país

TRINIDAD DEIROS

AJean-Léonard Rumanbgabe lo mataron de cuatro tiros a quemarropa frente a su casa, en un apacible barrio de Kigali, el pasado 24 de junio, el mismo día en que dos de los tres principales líderes de la oposición eran detenidos por reclamar el derecho a presentar sus candidaturas a las elecciones presidenciales del 9 de agosto.

Redactor jefe del bimensual Umuvugizi, Rumanbgabe acababa de publicar una noticia en la que relacionaba a los servicios secretos ruandeses con el asesinato fallido en Suráfrica del general Kayumba Nyam-wasa, caído en desgracia ante el presidente Paul Kagame.

Nyamwasa es un prófugo. Sobre él pesa una orden de arresto internacional, emitida por el juez Fernando Andreu de la Audiencia Nacional, por crímenes contra la humanidad. El auto de Andreu, que implica también a Kagame, le atribuye la orden de masacrar al misionero español Joaquín Vallmajó, en 1994, y a los cooperantes Maria Flors Sirera, Manuel Madrazo y Luis Valtueña en 1997.

A Vallmajó lo mataron en pleno genocidio ruandés, cuando, en menos de cien días de la primavera de 1994, el Gobierno hutu la etnia mayoritaria organizó la masacre de casi un millón de tutsis; muchos murieron a machetazos.

Kagame es un 'dictador', dice la opositora Victoire Ingabire

Los tutsis eran la minoría en la que la Administración colonial belga había delegado su poder despótico hasta la independencia en 1962. Y todo porque eran más altos y de facciones más finas que los hutus. Los belgas dedujeron de ello que también eran más inteligentes. El racismo abyecto del colonizador puso la semilla que germinó en el sufrimiento atroz de los 11 millones de habitantes de este país más pequeño que Catalunya.

El rebelde Frente Patriótico Ruándes (FPR) de Kagame fue el que expulsó del poder a los genocidas en julio de 1994. Pocos discuten ese dato; muchos más se preguntan cuál es el precio que aún hoy paga Ruanda por ello.

Joan Carrero, presidente de la Fundación S'Olivar, va aún más lejos. Esta organización, promotora de la querella en la que están inculpados 40 altos cargos ruandeses Kagame no está procesado debido a su inmunidad de jefe de Estado cree que el genocidio tutsi sirve para ocultar el auténtico rostro del presidente ruandés: el de un 'criminal'.

Un dirigente de otro partido opositor apareció muerto hace cuatro días

'En 1990, Kagame ordenó que les sacaran las tripas a los campesinos hutus y los ataran con ellas a los árboles. Sembrando el terror, despobló regiones del país ya antes del genocidio', asegura Carrero.

S'Olivar ha vivido como 'un éxito' la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de dar plantón a Kagame en una reunión de la ONU el viernes.

Pero ¿quién es hoy Paul Kagame? 'Un dictador', dice a Público por teléfono Victoire Ingabire, presidenta del opositor Fuerzas Democráticas Unificadas-Inkingi. Ingabire, de 42 años, está en arresto domiciliario desde su detención el 24 de junio. Peor suerte toca a Bernard Ntaganda, presidente del Partido Socialista Imberakuri, que sigue entre rejas. Y aún peor ha corrido el vicepresidente del Partido Verde Democrático, André Kagwa Rwisereka, que hace cuatro días apareció muerto en un pantano.

'Todo opositor y periodista independiente es sistemáticamente acusado de genocida' explica Ingabire. Sobre ella misma, que en 1994 vivía en Holanda, pesa el cargo de 'ideología genocida'. 'No espero nada de las elecciones: Kagame va a ganar porque no hay ningún candidato de la auténtica oposición autorizado a presentarse', deplora esta líder.

En 2003, Kagame ganó las elecciones, supuestamente con el 95,05% de los votos. Las denuncias de fraude masivo, respaldadas por organizaciones como Human Rights Watch, fueron como dar un grito en el desierto.

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