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La ausencia de presión no augura un buen resultado

La falta de presión por parte de EEUU y Europa sugieren que las expectativas de paz son francamente escasas

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

No se respira un ambiente optimista en Oriente Próximo, ni entre los israelíes ni entre los palestinos, ni entre los árabes en general. El ataque que el martes costó la vida a cuatro colonos judíos cerca de Kiriyat Arba, en Cisjordania, no ha contribuido a mejorarlo, pero las expectativas ya eran malas antes de dicha acción.

La ausencia prácticamente total de intifada y la ausencia de presión por parte de Estados Unidos y Europa sugieren que las expectativas de paz son francamente escasas.

Cuando Barack Obama llegó a la Casa Blanca en enero de 2009, entre sus prioridades figuraban las de resolver el conflicto y mejorar las relaciones con el mundo musulmán.

En el primer apartado se ha caminado para atrás, como los cangrejos, y ahora, a dos meses vista de las elecciones al Congreso de Estados Unidos, la posición interna de Obama es más débil que en enero de 2009 y su margen de maniobra menor. Una debilidad que al primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, no le ha pasado desapercibida, y que seguro aprovechará para continuar con su política deliberadamente autista en los territorios ocupados.

La posición interna de Obama es más débil que en enero de 2009

En cuanto al segundo objetivo, mejorar la relación con el mundo musulmán, también se ha ido hacia atrás. Basta ver la crisis desatada por la mezquita prevista para la zona cero de Manhattan y los sondeos que muestran que un significativo porcentaje de estadounidenses creen que Obama es musulmán.

Europa y Estados Unidos deberían presionar a Israel, pero no están en situación de hacerlo. Los palestinos del presidente Mahmud Abás (Cisjordania) tampoco. Los palestinos de Hamás (Gaza) sólo pueden permitirse una resistencia escasa y puntual si no quieren desencadenar la ira de Netanyahu. Todo ello hace que Israel no se sienta muy a disgusto con la ocupación, y que prefiera el status quo a la paz. Como le ocurre también con el Golán sirio.

Israel sólo ha hecho concesiones bajo presión. La amenaza del tándem Egipto-Siria llevó a los acuerdos de Camp David y a la retirada del Sinaí. La primera intifada condujo a la Conferencia de Madrid y a los acuerdos de Oslo, de infausta memoria. El goteo constante de soldados muertos en el sur de Líbano terminó con la retirada israelí de 2000. Y la segunda intifada forzó a Ariel Sharon a dejar Gaza. Sin presión, los israelíes no tendrán urgencia.

Europa y EEUU no están en situación de presionar a Israel

Es cierto que los últimos años han visto un nuevo tipo de presión, más popular y no institucional, que se ha orientado por tres vías: la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel), los amagos de querellas contra militares y políticos israelíes de alto rango en los tribunales internacionales y las flotillas contra el bloqueo de Gaza. Aunque es posible que estos actos de rebeldía se multipliquen, no está claro que originen la presión suficiente para obligar a Israel a reconsiderar su actitud de no abandonar los territorios ocupados.

Desde la Conferencia de Madrid celebrada en 1991 se espera que se adopten decisiones cruciales sin que haya pasado nada. La reunión de Washington apenas es una anécdota que, muy probablemente, no tendrá trascendencia. Será dialogar por dialogar, como han hecho los predecesores de Netanyahu. Mientras, se irá consolidando la presencia de los colonos judíos en Cisjordania y, sobre todo, en Jerusalén.

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