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Dilma gana en Brasil pero no evita ir a una segunda vuelta

La candidata oficialista obtiene casi el 47% de los votos. Su rival, José Serra, logra el 32,6%. La segunda vuelta, el 31 de octubre

NAZARET CASTRO

Tal vez los primeros escrutinios le arrebataron al presidente brasileño, Luiz Inácio Lula Da Silva, su habitual sonrisa. Con el 99% de los votos escrutados, la candidata que él eligió para sucederle, Dilma Rousseff, alcanzaba el 46,9% de los votos, insuficiente para evitar una segunda vuelta presidencial el 31 de octubre. Por detrás de Dilma quedaba José Serra (Partido de la Socialdemocracia Brasileña, PSDB), con un 32,6% de los sufragios, y Marina Silva (Partido Verde), con el 19,3%.

La abstención se situaba en torno al 18%, pese a que el voto es obligatorio en Brasil. Al final los resultados han sido diferentes de las últimas encuestas, que daban a la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) entre el 50% y el 51% de los votos válidos, y los brasileños vivirán otro mes de intensa campaña.

«Si Lula la escogió como candidata, me fío de su criterio» dice una votante

'Sólo lamento que esta es la primera vez que voy a votar y no aparece mi foto entre las de los candidatos', había bromeado el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tras votar en São Bernardo do Campo, la localidad paulista que le vio convertirse en líder sindical. Poco después se reunía con Dilma Rousseff, su 'heredera', como a él le gusta decir, en el Palacio de Planalto, en Brasilia, para seguir desde allí los resultados electorales.

En São Paulo, uno de los estados con más resistencia a votar PT, es más frecuente oír hablar bien de Serra en el rico barrio de Jardins que en la periferia. En el humilde barrio de São Luis, Peu afirma que no había votado hasta que llegó al poder Lula, 'el mejor político que hemos visto en Brasil'. Ralf no estaba muy convencido con Dilma, pero decidió votarla: 'Si Lula la escogió como candidata, me fío de su criterio', cuenta. Era ese tirón de Lula el que auguraba para Dilma un resultado más abultado.

Los más de 135 millones de brasileños llamados a las urnas debían elegir ayer no sólo quién asumirá la Presidencia de la República en enero de 2011, sino también a los gobernadores de los 27 estados, los 513 diputados del Congreso y las dos terceras partes de un Senado de 81 miembros. Desde el año 2000, el voto es electrónico en Brasil: los electores deben introducir en el teclado de la urna electrónica los dígitos para cada uno de sus candidatos, dado que el sistema es de listas abiertas; por ello, los votantes debían memorizar o llevar anotados en un papel una veintena de números.

Los votantes debían memorizar o apuntarse el código de sus candidatos

Dicen que los brasileños son expertos en el arte de hacer difícil lo fácil. Quienes han participado de las mesas electorales dan fe de la confusión que el sistema introduce, en un país que arrastra cerca de un 10% de población analfabeta. Eso sí, el sistema es único para toda la nación y resulta eficiente y rápido en el recuento, si bien, en un país con las dimensiones de Brasil, se requirió todo un despliegue. Las regiones más remotas contaron con el apoyo de aviones militares.

Algunos votantes decidieron su voto en el último minuto; de ahí que los militantes aprovechasen hasta el último minuto para repartir propaganda electoral, dejando toda una alfombra de coloridos papeles en los perímetros de los colegios. Algunos sobrepasaron los límites que impone la ley y fueron arrestados por repartir propaganda dentro del colegio. De los 368 crímenes electorales registrados al cierre de esta edición, más de 200 fueron por este motivo, y 22, por compra de votos.

Apenas tres días antes de los comicios, la Justicia decidió, a propuesta del PT, cambiar la ley según la cual los electores debían llevar a las urnas dos documentos, uno oficial con foto más una cartilla electoral. Pero ha sido la llamada Ley de la Ficha Limpia la que ha introducido más confusión. La norma, una de las pocas surgidas a partir de una iniciativa legislativa popular, prohíbe que se presenten candidatos que hayan sido condenados por la Justicia. El Supremo Tribunal Federal (STF) no llegó a un fallo definitivo sobre si la ley debe aplicarse ya en estos comicios, por lo que los votos dados a las candidaturas sub iúdice no serán considerados válidos hasta que se alcance el fallo definitivo.

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