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Sarkozy inicia la remodelación anunciada de su Gobierno

El primer ministro francés Fillon presenta la carta de dimisión de todo el Gabinete

ANDRÉS PÉREZ

Nicolas Sarkozy inició oficialmente las maniobras para engendrar un nuevo Gobierno, anunciado ya hace meses, al recibir de manos de su primer ministro, François Fillon, la carta de dimisión del gabinete. Se trata del pistoletazo de salida para un nuevo equipo, sobre el que siguen circulando una furia de quinielas.

La Constitución francesa tiene unas maneras tan elaboradas y finas que exigían ese trámite. Fillon presentó oficialmente la carta de dimisión de su equipo, y el presidente, de forma igualmente oficial, anunció que la aceptaba. En realidad, el trámite era perfectamente pactado, y no impide que Fillon vuelva a ser nombrado o no en pocas horas, de nuevo jefe de Gobierno. Pero la crisis que se esperaba para el próximo lunes tenía una ventaja: Sarkozy la anunció pocos minutos antes de los telediarios de las ocho de la noche, obligándolos a dedicar minutos y minutos a un nuevo Ejecutivo que todavía no existe.

Los medios abren quinielas sobre la continuidad del primer ministro

El hecho tiene algo de inédito. Los mejores periodistas políticos destacaban que una dimisión así, presentada un sábado por la noche, y con tantas incertidumbres sobre lo que vaya a ocurrir, no tiene precedentes. Por eso, algunos especialistas introducidos en los cenáculos, como la cronista política de la radio France Info, creían saber que la nocturnidad y el fin de semana traducen que Fillon, candidato a seguir como jefe de Gobierno, tira definitivamente la toalla. El largo apretón de manos entre Sarkozy y Fillon ante las cámaras, si embargo, indicaría todo lo contrario, según comentó en su web el diario Le Monde.

La mayoría conservadora y su Gobierno están completamente exhaustos tras el largo combate sindical contra el proyecto de recorte de pensiones, que ha descafeinado y deslegitimado para la gran mayoría de la opinión pública la que Sarkozy presentaba como la 'gran reforma' de su mandato. Sarkozy y su Ejecutivo también sufren la onda de choque de la reducción de servicios públicos desde hace tres años, del incremento de los déficits públicos, y de la fuerte destrucción de empleo industrial, récord histórico en 2009.

Frente a esa configuración, Sarkozy había insinuado, primero, que iba a nombrar primer ministro al actual titular de Ecología, Jean-Louis Borloo, un centrista despeinado capaz de dar un tinte jovial, ecologista y social a un Gobierno que no lo es. En los últimos días, no obstante, Fillon hizo acta de su candidatura a quedarse. Y como goza de excelentes sondeos de popularidad pese a ser el artífice de los recortes de pensiones de 2003, 2007 y 2010, Sarkozy reflexionaba sobre la continuidad del primer ministro, asumiendo como suyo el argumento de que 'no es el momento de cambiar de rumbo'.

Se da por hecho la salida del titular de Exteriores, Bernard Kouchner

La dimisión, sin que se nombrara de inmediato a un nuevo jefe de Gobierno, coloca un gran interrogante en la escena. ¿Fillón, y su supuesto 'rigor', o no Fillon? Y, si no Fillon, hipótesis más probable, ¿quién? Para el puesto de jefe del Ejecutivo, además de Borloo, se había citado al joven lobo ex chiraquiano François Baroin, actual titular del Presupuesto, al ex villepinista Bruno Lemaire, ministro de Agricultura, o incluso a Valérie Pécresse (Enseñanza Superior) y a Luc Chatel (Educación), ambos demasiado jóvenes e inexpertos para los parámetros tradicionales franceses.

En la quiniela sí se daban varios elementos por seguro. Se caerán del nuevo Gobierno el actual canciller, Bernard Kouchner; el controvertido Eric Woerth (Trabajo), implicado en el Caso Bettencourt de fraude fiscal, y la secretaria de Políticas Urbanas, Fadela Amara, como mínimo. Entraría el gigante de la derecha francesa, el ex primer ministro Alain Juppé.

Atrapado por el descrédito de los sondeos, Sarkozy andaba buscando un 'segundo impulso' con un nuevo Gobierno de cara a las elecciones generales de 2012. La manera de arrancar las maniobras parece un intento desesperado por intentar sorprender a los franceses con un juego de las sillas.

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