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Las revueltas acaban con el régimen de Ben Alí en Túnez

El presidente tunecino huye del país tras 23 años en el poder forzado por las persistentes protestas en la calle. El primer ministro asume el mando y se declara el estado de excepción

T. DEIROS

Como un ladrón que se escabulle furtivamente abandonando tras de sí el régimen que ha construido en 23 años de poder despótico, el presidente tunecino, Zin el Abidin Ben Alí, huyó anoche del país, tras verse acorralado por las protestas de un pueblo hastiado que en el último mes le ha perdido el miedo que ha padecido durante más de dos décadas por su causa.

Tras el exilio del dictador, el primer ministro, Mohamed Ghanuchi, anunció por televisión que asumía la presidencia interina de un país que desde anoche está en estado de excepción, de nuevo bajo un toque de queda nocturno y en el que las fuerzas del orden tienen incluso licencia para matar a todo aquel que desobedezca sus órdenes.

Pero la incertidumbre que se abre ahora no resta brillo a la victoria de un pueblo que se ha sacudido el yugo de la autocracia de Ben Alí. Las muertes de 66 tunecinos en las protestas, documentadas por la Federación Internacional de Derechos Humanos, no han sido en vano: la dictadura ha caído y una esperanza de libertad recorre las calles del centro de la capital tunecina cuando aún no se ha esfumado del todo el olor de los estertores de la violencia del régimen: el de los gases lacrimógenos con los que los antidisturbios dispersaron ayer brutalmente una manifestación de 8.000 personas que gritaban a pleno pulmón a Ben Alí: “¡Dégage (“¡Lárgate!”), dégage, dégage!”.

Tenía razón Hayat, una abogada de 50 años, que, profética, gritaba en medio de la céntrica avenida Habib Burguiba que la ira popular en su castigado país no tenía vuelta atrás: “Nunca más tendremos miedo. Se acabó: nos habían confiscado el país y lo hemos recuperado”.

Un hecho insólito alimentó anoche las expectativas de un cambio real en TúnezQueda por ver si el hasta ahora primer ministro mantiene el compromiso que formuló anoche por televisión de poner en marcha “las reformas sociales y políticas que han sido anunciadas [aludía a las promesas que hizo Ben Alí en su discurso del jueves] en colaboración con los partidos políticos y los actores de la sociedad civil”. Para hoy ha convocado una reunión con representantes de otros partidos Ghanuchi no pronunció la palabra democracia pero su perfil de tecnócrata limpio de los escándalos de corrupción que manchaban a Ben Alí y a su odiada esposa, Leila Trabelsi, (a quien los tunecinos llaman con desprecio “la peluquera”), deja espacio a una cierta esperanza.

Un hecho insólito alimentó anoche las expectativas de un cambio real en Túnez, al tiempo que satisfacía en parte la demanda de muchos tunecinos que quieren ver a Ben Alí y a su familia política en el banquillo por el expolio de los bienes nacionales que les atribuye buena parte del pueblo.

La televisión privada Nessma informó de que Sajer Materi, yerno de Ben Alí, y uno de los más poderosos hombres de negocios del país, había sido detenido. Aunque no se ha confirmado sí se ha conocido que cinco familiares de Ben Alí han sido puestos en custodia por la policía. Aunque el pillaje de los bienes nacionales que se cree que llevaba a cabo la familia de Ben Alí-Trabeli era bien conocido, uno de los cables del Departamento de Estado de EEUU desvelados por Wikileaks vino a confirmar la opulencia en la que Materi vivía, en contraste con la precariedad de buena parte del pueblo.


Varios Gobiernos occidentales se felicitaron ayer por la marcha de Ben Alí. El presidente de EEUU, Barack Obama, condenó la violencia y aplaudió “el coraje y la dignidad del pueblo tunecino”.

Anoche nadie sabía aún dónde se encuentra el presidente depuesto. La cadena Al Yazira aseguraba anoche que volaba rumbo al Golfo Pérsico. En realidad, aún se desconoce lo que ha sucedido en la cúpula de poder tunecina. Tras las promesas de “pluralismo político auténtico” y de que no habría más muertos que el presidente hizo el jueves, ayer por la tarde Ben Alí hizo un nuevo intento de ganar tiempo, que las horas posteriores revelaron vano. El dictador trató de ofrecer como chivo expiatorio al Gobierno, al que destituyó en pleno, al tiempo que anunciaba la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas dentro de seis meses. Pero el truco del Gobierno fusible no confundió a una población habituada a ver el mismo régimen perpetuarse con diferentes nombres y caras en unos gabinetes siempre supeditados al omnipresente poder del líder supremo.

El truco del Gobierno fusible no confundió a una población habituada a ver el mismo régimen perpetuarseEn realidad, la suerte del hasta ahora presidente estaba echada desde el jueves por la noche, cuando, demasiado tarde, anunció que abandonaría la Presidencia en 2014 y que se sentaría a hablar con la ninguneada oposición del país. Su promesa de que, desde ese momento, no habría más muertos por disparos de las fuerzas de orden fue también papel mojado: al menos 13 personas murieron y cincuenta resultaron heridas en la capital en los disturbios que sucedieron durante las horas posteriores a este anuncio.

La manifestación de ayer en la capital y las que se celebraron en ciudades como Kairouan, Kaserín y Sidi Bouzid, retrataron la incredulidad de los tunecinos ante todas estas promesas, que les sonaban a viejo, y que el presidente no había honrado antes. “Sus promesas son palabrería y datan de 1987”, ironizó un asistente a la marcha de Túnez.

Como unas pocas promesas no bastan para reformar los modales de una dictadura de 23 años, el régimen sacó luego a la calle sus argumentos de siempre con quienes le afeaban su carácter represivo: la porra y los gases lacrimógenos. Una actitud que terminó por demostrar que las promesas de Ben Alí sólo trataban de salvarlo a él mismo.

En la capital, policías de paisano que más parecían matones a sueldo, apalearon a todo el que se cruzó en su camino, incluyendo a dos chicas de 14 o 15 años que, ya en el suelo, aguantaron la lluvia de golpes que les caía encima. Al cámara de una televisión alemana que osó grabar la escena le propinaron un puñetazo en la mandíbula y le rompieron el visor de su instrumento de trabajo.

Con ensañamiento, los antidisturbios no se contentaron con dispersar a los opositores; luego los persiguieron por la cercana avenida de París, arrojando más bombas de gases lacrimógenos sobre un grupo de personas, entre las que había ancianos y niños. Al caos se sumó luego una densa columna de humo procedente de un incendio en una céntrica clínica.

Ben Alí emprendió un exilio que quizás entreabra la puerta al fin de la desesperanza¿Fue esta situación la que forzó la decisión de Ben Alí, que comprendió que no tenía salvación, o bien algún estamento del poder en Túnez le forzó por fin a dejar el cargo al que tanto se ha aferrado? Por el momento, las respuestas son meras cábalas.

Lo único que se sabe es que, tras abandonar el poder brevemente en manos del ejército, que asumió las riendas del país hasta que el primer ministro Ghanuchi anunció que él sería el nuevo presidente interino, Ben Alí emprendió un exilio que quizás entreabra la puerta al fin de la desesperanza en la que estaban sumidos tantos habitantes de este pequeño país magrebí.

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