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Miguel Rodrigo: "El pabellón olímpico parecía rajarse"

El seleccionador nacional de fútbol sala de Japón relata a Público como ha vivido el terremoto

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Desde las tres de la tarde hasta la una de la madrugada deambulando por las calles de Tokyo, sin un rumbo del todo fijo, intentando regresar a casa después de que el terremoto le sorprendiera mientras asistía a un partido de la Copa japonesa de fútbol sala. En su odisea particular, con las líneas telefónicas cortadas, intercambia mails para intentar averiguar dónde están su mujer y sus hijos. Un familiar le comunica que los ha localizado y están en un parque antisísmico, pero lo dice para tranquilizarlo. En verdad, habían estado celebrando el cumpleaños de uno de los pequeños en casa y allí se resguardaron, en la seguridad de un edificio de 45 plantas construido a prueba de seísmos. Éste es el testimonio de Miguel Rodrigo, granadino que en 2009 se convirtió en seleccionador de Japón de fútbol sala, cuando por fin llega a casa y atiende a la llamada de Público. Antes, durante el periplo, había conseguido enviar un mail que coincidió con una réplica que referenciaba mientras escribía.

'En Europa, nos daríamos hostias. Aquí, la gente es tan cívica que, dentro de la magnitud de lo sucedido, ha sabido llevar el día con normalidad y orden, las manadas de gente caminando en rectángulos o hileras organizadas. Yo no tanto, porque tengo un morro occidental que me hizo colarme cómo pude en el metro cuando supe que restablecían justo la línea que conducía a mi casa, pese a que más de 60.000 personas intentaron entrar en cuanto se enteraron por Internet en el móvil, que aquí todo el mundo tiene. Finalmente pude regresar a casa, después de todo el día andando en medio de la muchedumbre.

El terremoto me pilló en el estadio viendo la copa de fútbol sala. Al principio, sonreímos. Después, empezaron a surgir grietas y un sonido como de una lata que se aplasta, pero magnificado. Entonces todos salimos del pabellón echando hostias, incluido un futbolista que había sufrido un esguince durante el encuentro y echó a correr como un conejo. Se estaban agrietando los vestuarios.

Durante el camino de regreso a casa, ha habido tres réplicas. Iba con mi segundo entrenador en el regreso, y me ha hecho mucha gracia ver que la gente empezaba a llevar cascos, que conseguían en el trabajo o no sé muy bien cómo. Pensé en que si les caía un edificio encima, poco iba a hacer un casco.

Pero aquí los edificios están muy bien preparados, es una pasada. Mi mujer me ha explicado que sentía cómo se ponía en diagonal el edificio de 45 plantas donde vivimos, pero finalmente no ha sucedido nada. Hay una megafonía en el edificio con altavoces en cada vivienda para casos así, que va informándote de lo que tienes que hacer en estos casos. Mi hijo se pensaba que se había metido alguien en casa.

Ahora mismo (seis de la tarde del viernes, hora española) la situación es que las calles están saturadas de gente intentando ir hacia alguna parte, los locales llenos porque algunos prefieren ir a un restaurante y tomar con naturalidad la espera.

A mi mujer y mis hijos, de siete y cuatro años, les pilló el terremoto poco después de celebrar el cumpleaños de uno de ellos con amigos japoneses. Por lo que sé, los dos han estado jugando con otra niña amiga suya bajo la mesa, no han pasado demasiado miedo.

Otros críos, que no han tenido tiempo de regresar a casa, tendrán que pasar la noche en los colegios seguramente'.

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