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La ultraderecha vive su edad dorada desde la II Guerra Mundial

En 12 países europeos, los ultras han logrado su mejor resultado en el último ciclo electoral

PERE RUSIÑOL

Politólogos como Sami Naïr, de la Universidad de París, llevan tiempo advirtiéndolo: el caldo de cultivo que impulsó al fascismo en los años treinta en Europa empieza a expresarse de nuevo, con formas parecidas.

Aunque el asesino de Oslo fuera sólo un perturbado, nunca desde la II Guerra Mundial había tenido la ultraderecha tanta fuerza en Europa, ya sea en su versión original o embutida de nuevos ropajes populistas centrados en el combate contra la inmigración con la bandera de la islamofobia.

Este último es precisamente el perfil del Partido del Progreso en el que militó durante años Anders Behring Breivik, el presunto autor de la masacre en Noruega, formación que ayer condenó con rotundidad lo sucedido y lo consideró una 'tragedia'.

El Partido del Progreso logró en los comicios de 2009 el 22,9% de los votos, el mejor resultado de su historia, una tendencia que se repite una y otra vez en toda Europa desde el estallido de la crisis y en particular en los países nórdicos: los Auténticos Finlandeses han llegado este año al 19% a sólo 0,1 punto de los socialdemócratas, los Demócratas en Suecia han superado el 5% y tienen representación parlamentaria; el Gobierno danés depende de los populistas antiinmigración, que se acercaron al 14%...

En al menos 12 países europeos, los populismos de derechas han conquistado en el último ciclo electoral su mejor resultado desde la II Guerra Mundial, normalmente como consecuencia del hundimiento de la socialdemocracia: Noruega (22,9%), Austria (28,2%, repartidos en dos partidos), Suiza (29%), Suecia (5,7%), Finlandia (19%, con un crecimiento del 500%), Dinamarca (13,9%), Holanda (15,5%, casi el triple de lo que tenía), Reino Unido (5%), Bulgaria (9,4%), Grecia (5,6%), Lituania (12,68%) y Hungría (16,6%, con un crecimiento del 700%).

El caso de Hungría es uno de los más inquietantes porque el partido ultra Jobbik se dotó de unas milicias paramilitares que desfilan en los pueblos con el objetivo de atemorizar a la población gitana. El Gobierno ha prohibido formalmente su actividad, pero las milicias sortean la ley con retoques mínimos y la misma agresividad. La Policía investigó en 2009 una serie de asesinatos de gitanos cometidos en lugares donde previamente habían desfilado las milicias de Jobbik, sin lograr probar nunca la vinculación entre estos desfiles y los asesinatos.

Pero el fenómeno de las milicias ultras se está extendiendo: el último lugar donde han aparecido es Grecia, con el nombre de Amanecer Dorado.

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