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Las recetas de Cameron y los "rufianes"

El 'premier' conservador no ve relación ninguna entre sus recortes sociales y la violencia en los barrios marginales

CARLOS ENRIQUE BAYO

Según el sagaz análisis esgrimido ayer por David Cameron, lo que está ocurriendo en los barrios marginales de Londres y de muchas otras ciudades inglesas no es más que una explosión de 'violencia irracional', que se extiende por un fenómeno de simple 'imitación', y está protagonizado por bandas de 'rufianes' que serán 'derrotados' y sometidos a 'todo el peso de la ley'. Se triplica el número de policías en las calles, se ordena a los agentes que empleen tácticas más 'robustas' y se persigue a esos 'matones' identificándolos con los vídeos de las cámaras de circuito cerrado que se desplegaron a miles en Londres ante la amenaza de Al Qaeda.

Asunto resuelto, pues. Y es de esperar que esa sabia estrategia sea aplaudida desde aquí por el mismo que consideró que la gestión económica de Cameron era la luz que había de guiarnos fuera de la crisis. Es decir, Mariano Rajoy.

En Tottenham, los fondos para servicios cívicos juveniles se han recortado el 75%

Porque las revueltas sociales que incendian Inglaterra son consideradas por la derechacomo siempre que se rebelan los desheredados un desagradable problema de orden público que se arregla a garrotazos. ¿Cómo van a tener algo que ver en ello los tijeretazos de los subsidios y programas sociales impuestos por Cameron en su política de austeridad?

En Tottenham, donde saltó la primera chispa de la insurrección, el presupuesto de servicios cívicos para la juventud, como los clubes y las actividades educativas que la apartan de las bandas callejeras, ha sido recortado en un 75%, la mayor reducción de todas las partidas, justo en el lugar donde el paro juvenil es pavoroso: sólo hay un puesto de trabajo por cada 50 jóvenes que buscan empleo.

Tampoco debe tener nada que ver con la revuelta el rencor racial fermentado durante 30 años, desde el chispazo de Brixton en 1981, ante la actuación prepotente y xenófoba de la Policía Metropolitana destacada en esas empobrecidas barriadas de población afro-caribeña: de Toxteth, en Liverpool, a Handsworth, en Birmingham.

Treinta años de dura actuación policial en las barriadas han fermentado el rencor

'Décadas de individualismo, de egoísmo atizado por el Estado y la economía competitiva, combinado con un aplastamiento sistemático de los sindicatos y una creciente criminalización de toda disensión, han convertido a Gran Bretaña en uno de los países con más desigualdades del mundo', escribía ayer Nina Power, en The Guardian, aparentemente sin comprender que todo esto no es más que el resultado de 'una oleada de vandalismo' insensato, como aduce unánimemente la prensa conservadora.

Ningún papel debe jugar en todo esto la crisis que está fustigando a las clases más bajas, mientras las capas altas hallan en ella nuevas oportunidades de enriquecerse. Que los grandes disturbios de los 80 en Reino Unido se produjeran también en plena recesión, con altísimo desempleo y severas medidas del thatcherismo ultraconservador es sólo una coincidencia, claro.

'La irracionalidad de las turbas no se puede explicar por la predisposición individual al crimen, sino por su sentimiento de grupo social deslegitimado en su relación histórica con los que les rodean', explica Clifford Stott, catedrático de Psicología en la Universidad de Liverpool y especializado en disturbios. Apreciación que sin duda descartará el buen juicio de Cameron, frente al sólido argumento de los 'rufianes'.

Rajoy debe estar impaciente por llegar al poder, para poner orden en las calles españolas aplicando las recetas de su admirado Cameron.

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