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Los rebeldes libios rechazan la oferta de negociación de Gadafi

El Consejo Nacional de Transición se limita a ofrecer al dictador huido 'un trato justo y legal'

 

MAYTE CARRASCO

Sirte será el escenario de la batalla final en Libia. Eufóricos tras conseguir la victoria de Ben Yawad en el oeste, además del control de casi la totalidad de Trípoli, los combatientes libios quieren finiquitar la guerra de una vez por todas y hacerse con el último bastión de Muamar Gadafi, con el empujón de la OTAN, que ha bombardeado posiciones militares de este enclave durante los últimos tres días.

Los rebeldes venidos de Bengasi y de Misurata, estos últimos conocidos como la unidad de élite del Ejército revolucionario, ya están a sólo 30 kilómetros de Sirte. No será nada fácil, porque la ciudad cuenta con un gran número de leales al régimen y hasta los opositores reconocen que necesitarán al menos diez días para hacerse con la plaza, según una fuente militar de la oposición.

Mohammed Al Fortiya, comandante militar de los rebeldes, dijo a AFP que están hablando con las tribus para que la población de Sirte se rinda pacíficamente, dado que los enfrentamientos pueden ser igual de cruentos que en Trípoli. El portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mahmud Chamman, no quiere que la cosa se haga eterna y advirtió de que 'no habrá negociaciones sin fin', reclamando un acuerdo urgente sin el cual hablarán las armas.

Los insurgentes están a sólo 30 kilómetros de Sirte, el último bastión gadafista

Con quien no quieren ni hablar es con los Gadafi, haciendo caso omiso de las declaraciones de Musa Ibrahim, el portavoz del régimen, que planteó, a través de declaraciones a la agencia AP, una oferta de negociar una salida para el dictador. El ministro provisional del Interior del CNT, Ahmed Darrat, dijo a Efe que 'no hay negociación posible' con Gadafi y añadió que 'recibirá un trato justo y legal'. Las negociaciones han sido una constante durante estos seis meses de guerra, una estrategia utilizada de forma recurrente por Gadafi para ganar tiempo y reagrupar sus fuerzas cuando las cosas le iban mal.

En la Medina de Trípoli, la imagen más repetida era la de hombres, mujeres y niños transportando grandes bidones para ir a comprar agua corriente. Habitualmente muy concurridas, las calles estaban semidesiertas y la gente se agolpaba en los colmados para comprar suministros, con miedo a quedarse sin comida en casa. 'Falta, además, dinero en efectivo', contaba la joven Rajaah en el interior de un refugio en el que se ha instalado.

La situación de carencia es preocupante, los cortes de agua son continuos en algunas zonas y falta combustible desde hace meses. La buena noticias es que los barcos pudieron entrar al puerto y los suministros van a comenzar a distribuirse hoy entre la población.

Una explicación lógica del caos en los servicios sería la huida de los miles de trabajadores extranjeros contratados en Libia, imprescindibles para mover el país. Con muchos puestos de trabajo al descubierto, Trípoli no cuenta con la mano de obra necesaria para seguir funcionando con normalidad. Muchos de estos trabajadores vienen del norte de Africa y la paranoia está haciendo, como en Bengasi, que los confundan con mercenarios a sueldo del régimen, empujándoles a huir del país.

Los primeros barcos con agua y otros suministros básicos atracan en Trípoli

En Trípoli, la situación de seguridad ha mejorado considerablemente. Tras los incidentes del sábado por la noche, cuando se escucharon algunas explosiones aisladas y ráfagas de tiros de milicianos rezagados o de los francotiradores que aún quedan en la ciudad, las calles aparecían el domingo más seguras y en la zona de Abu Salim, la más conflictiva, no quedaban ya prácticamente gadafistas, aunque se buscan francotiradores que quedan dispersos por la ciudad.

Uno de ellos resultó herido por los rebeldes y fue trasladado al hospital de Matiga, donde se encuentra junto con otros 32 prisioneros que combatían por Gadafi. Mumar Mohamed, de 28 años y natural de Níger 'era un snipper del barrio de Souk al Jemal', asegura Arafa Inzaam, el rebelde que custodia la puerta. Mumar negó las acusaciones, rodeado de hombres jóvenes como él que saben que después del hospital les espera la cárcel. Aunque todavía falta que la maquinaria política ponga en marcha el Gobierno, el ministerio de Justicia y lo demás. Cuando acabe la guerra.

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