Público
Público

Los integristas pugnan por el poder de la nueva Libia

La dirección rebelde reconoce a la sharia como fuente principal de la ley del nuevo Estado

MAYTE CARRASCO

'¡Alahu al akbar!'. Grita un líder religioso en el escenario de la otrora plaza Verde de Trípoli. '¡Alá es el más grande!', responde una multitud enfervorizada, enarbolando banderas revolucionarias en la rebautizada plaza de los mártires de Trípoli, enclave situado junto al castillo español y escenario de la celebración de la victoria el día del comienzo del Aid al Fitr, que pone fin al ramadán. La frase se ha convertido en casi un santo y seña para los vencedores de la guerra, una especie de mantra que hay que repetir en cada control rebelde.

El islam político es un elemento de análisis insoslayable en la contienda libia, donde los llamamientos a la yihad -guerra santa en sentido amplio- han sido utilizados por ambos bandos para lanzar a sus hombres a la batalla. Por un lado, los opositores del este que proceden de la Cirenaica, una zona tradicionalmente más islamista, y por otro Gadafi, que bombardeó a la población del oeste con propaganda acusando a los rebeldes de ser terroristas de Al Qaeda, mientras que paradójicamente él llamaba a su propia 'guerra santa', invocando a Alá y al Corán.

Pero en la nueva Libia, el componente islámico comienza a ser un problema y un motivo de preocupación en Occidente. Los choques entre laicos e integristas han empezado a aflorar, sacando a la luz las divisiones y la pugna por el poder en el seno del liderazgo rebelde. Un liderazgo que ha incluido una referencia expresa a la sharia, la ley islámica, como 'fuente principal de la legislación', en la declaración constituyente en la que se sientan los principios del nuevo Estado libio; una concesión a las facciones más integristas que ha atizado la preocupación acerca de una posible deriva radical del nuevo régimen.

La alusión a la ley islámica es una concesión al sector más religioso

Un nombramiento ha abierto también la caja de Pandora del fantasma del integrismo. El de Abdelhakim Belhaj, también llamado Abdelhakim al Hasadi, como comandante del Consejo Militar de Trípoli. Belhaj es un conocido exmiembro del Grupo Islámico Combatiente Libio, aliado de Al Qaeda y relacionado con el 11-M, según la ONU.

La decisión no ha gustado a algunos miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio, que han protestado por ello, pero Belhaj se ha convertido en un héroe para los cinco batallones de la Brigada de Trípoli, que lo designaron desoyendo por completo a la dirección rebelde.

Según el experto Mathieu Guidère, en las filas rebeldes hay entre 500 y 1.000 combatientes yihadistas, un número que los coloca en minoría. Guidère asegura además que su discurso integrista no mueve a las masas.

Algunos medios de comunicación como el digital Debka no son tan optimistas y sostienen que Trípoli está en manos de las brigadas de Al Qaeda. Esta publicación se basa en el pasado de Belhaj, 'un veterano de la guerra de Afganistán al que la CIA capturó en Malasia en 2003 y que fue extraditado seis años más tarde a Libia, donde ingresó en prisión bajo el régimen de Gadafi', escribe Debka.

Un exmiembro de un grupo armado es el nuevo jefe militar en Trípoli

En efecto, el ahora comandante militar de Trípoli estuvo encarcelado hasta 2010 en Abu Salim, una prisión repleta de radicales, cuyas puertas abrieron los insurgentes libios la semana pasada para liberar a 3.000 prisioneros. El artículo ironiza con la idea de que la OTAN haya tomado parte directamente en el derrocamiento de un dictador árabe junto con los yihadistas.

El propio Belhaj aludió ayer a esta paradoja: 'Han empezado a redimirse ellos mismos [la OTAN] por sus errores pasados ayudándonos a preservar la sangre de nuestros niños', declaró a la BBC. La cita evidencia una nueva lectura de las tesis yihadistas entre los radicales libios, que fueron el segundo grupo de combatientes extranjeros más numeroso en la guerra de Irak.

Según un informe elaborado por Lorenzo Vidino, del Center for Security Studies de Zurich, sobre el impacto de la primavera árabe en la radicalización del terrorismo en Europa, la contienda libia ha originado un cambio de mentalidad en el entorno integrista.

La razón es que 'los radicales islámicos que han luchado en Libia no han sido considerados como kuffar (impíos) por combatir junto a la OTAN, lo que representa una aceptación de que la rígida ideología del yihadismo es imperfecta y tal vez incluso errónea'.

Saadi Gadafi pide paz mientras su hermano promete guerra sin cuartel

Para Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano, 'el yihadismo no se ha transformado en el riesgo inminente y grave que justificó la cooperación antiterrorista en los países árabes'. Su falta de influencia en las revoluciones, la pérdida de poder de Al Qaeda o la muerte de su líder reducirán su percepción de riesgo a corto plazo, asegura en un estudio sobre los cambios en el mundo árabe y sus repercusiones en España.

La mala noticia es que los nuevos gobiernos 'tratarán de distanciarse de programas de cooperación que puedan considerarse como una injerencia externa', argumenta Arteaga.

El CNT ya ha mostrado sus primeros signos de recelo a los extranjeros rechazando la idea de aceptar el despliegue de 200 cascos azules de la ONU para supervisar unas futuras elecciones, una decisión que trata seguramente de desmentir a quienes le acusan de ser un títere de Occidente. Otros grupos que operan en el Magreb pueden aprovechar el caos para reorganizarse y actuar donde los cambios favorezcan sus oportunidades. Podría ser el caso de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Basado en Argelia, el grupo terrorista tiene como principal objetivo el derrocamiento de Buteflika, presidente de un país que es el único del norte de África que no ha reconocido al Gobierno rebelde libio.

Lo poco que queda del régimen de Gadafi prosigue su descomposición

Lo poco que queda del régimen de Gadafi prosigue su descomposición. Los rebeldes confirmaron ayer el arresto, el pasado martes, de Abdelati Obaidi, ministro de Asuntos Exteriores de Gadafi. Poco antes, la dirección rebelde había anunciado que Saadi, hijo del dictador y efímero futbolista, estaba negociando su rendición a cambio de que se garantizara su seguridad.

No sólo eso; según Al Arabiya, este vástago del tirano aseguró tener poderes para negociar en nombre de su padre y que este está dispuesto a rendirse. Pero mientras Saadi pedía que se detuviera el 'baño de sangre', su hermano Saif al Islam prometía, en el canal sirio Arrai, 'luchar hasta la muerte', según AFP.

Ajenos a ello, muchos tripolitanos celebraban ayer el Aid. La seguridad se ha restablecido en las calles, pero ahora, uno de los problemas es la caza de los inmigrantes negros, a quienes se acusa de ser mercenarios del régimen. Según denuncia Médicos sin Fronteras, en Trípoli miles de refugiados viven en terribles condiciones y en una alarmante situación de vulnerabilidad.

Cinco mujeres que trabajaban como guardaespaldas para Muamar Gadafi denunciaron haber sido agredidas sexualmente por el coronel libio, sus hijos y algunos de sus oficiales. Las imputaciones fueron reveladas por el diario ‘Malta Times’ a partir de la documentación que está recogiendo Sehram Sergewa, un psicólogo de Bengasi, para entregar a la Corte Penal Internacional que acusa a Gadafi, su hijo Saif y su jefe de inteligencia de crímenes contra la humanidad durante las revueltas. El dictador libio contaba con unas 400 bellas guardaespaldas femeninas, a las que hacía jurar que eran vírgenes y llamaba a todas ellas Aisha, nombre de su hija (y de la de Mahoma), según la cadena Al Arabiya. Las violaciones no se limitan al círculo cercano de Gadafi. Según el psicólogo Sergewa, “al menos 6.000 mujeres” han sido violadas por las tropas del régimen. Estados Unidos acusó en abril al Gobierno de Gadafi de suministrar Viagra a sus soldados para que cometieran agresiones sexuales.  

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional