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El espíritu del desierto

El Ejército israelí acosa a un grupo de pastores palestinos para que se vayan de su tierra

E. GARCÍA GASCÓN

Ziyad Mahamra nació el 4 de diciembre de 1957. Su madre lo trajo al mundo en el interior de una cueva que ha pertenecido a su familia durante generaciones y que él heredó de su padre. La misma cueva que heredarán sus hijos y que no está dispuesto a abandonar a pesar de las agresiones constantes del Ejército israelí y de los colonos que se han establecido en la zona, y que hacen todo lo posible por echarlo, habiendo llegado incluso a envenenar su rebaño de cabras y ovejas con matarratas.

Descendiendo por el pedregoso y serpenteante camino a la vista de unas colinas prácticamente desérticas, se vislumbra Bir al Id, un aglomerado de una docena de tiendas de campaña diseminadas por varios cientos de metros y pegadas a las cuevas. Hoy los adultos y los niños están clavando estacas para asegurar los vientos que sujetan las tiendas que les ha donado la Cruz Roja para sustituir las que el Ejército destruyó el pasado lunes.

Los colonos han llegado a envenenar las cabras y ovejas de Ziyad

Ziyad Mahamra, padre de seis niños y cuatro niñas, habla con la voz rota. En el cuello tiene una cicatriz que le causó un proyectil que un policía israelí le disparó a bocajarro en 1986. La bala se le quedó alojada en la cabeza pero se la extrajeron en el hospital israelí de Bersheba, que está a pocos kilómetros de Bir al Id.

En Bir al Id viven en total 60 personas que pertenecen a tres familias que son de tres clanes distintos. El origen de las tres familias está en Yata, un pueblo cercano que es el centro vital de la región. Allí, a pocos kilómetros al sur de Hebrón, está el colegio de los niños, el mercado, el cementerio y todo lo que une a las tres familias trogloditas con el resto del mundo.

El pastor tiene en el cuello una cicatriz producto de un balazo de un policía

Las tres familias viven con muy poco dinero y gracias a la ayuda que reciben de algunos países occidentales. Sus rebaños son pequeños pero constituyen su principal fuente de ingresos. Las ovejas y cabras están encerradas en corrales con muros bajos de piedras y cubiertos de lonas que dan sombra al ganado y lo protegen del sol del desierto. A lo lejos se ven dos dromedarios que buscan alimento entre las escasas matas que el terreno hostil permite que crezcan entre las piedras.

En otros tiempos, durante la época otomana y del mandato británico, que terminaron cuando se estableció Israel en 1948, las familias palestinas de Bir al Id y Yata bajaban desde las colinas y entraban en lo que hoy es Israel con su ganado, pero estas emigraciones anuales que se hacían desde tiempo inmemorial terminaron cuando Israel les prohibió salir de Cisjordania después de 1948.

El pasado lunes, a las seis y media de la mañana, Ziyad Mahamra sacó su rebaño del corral y justo entonces apareció una caravana militar de unos 20 vehículos, incluidas dos excavadoras. Las excavadoras arrasaron las tiendas de campaña que las familias tienen junto a las cuevas y se llevaron los hierros para que no las pudieran erigir de nuevo.

El lunes, las excavadoras israelíes arrasaron el campamento

Además les destruyeron un lavabo que habían construido en mitad de la montaña para que las mujeres no hicieran sus necesidades en el campo, así como dos paneles solares que había junto a la cueva de Ziyad Mahamra. Los dos paneles, que les habían costeado los gobiernos de Alemania y Nueva Zelanda, proporcionaban una tenue luz eléctrica a las cuevas. 'Un soldado nos dijo que los destruían porque no los necesitábamos', comenta Ziyad Mahamra.

Con la ayuda de la Cruz Roja y de voluntarios israelíes judíos, las tres familias están levantando nuevas tiendas junto a las cuevas. 'Nunca nos iremos. Esta es nuestra tierra', dice desafiante Ziyad Mahamra con su voz rota.

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