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Israel no cuestiona las carnicerías de su ejército

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

El corresponsal militar del Canal 10 de la televisión israelí comentó anoche el vídeo que ha divulgado Hamás sobre el último ataque de sus milicianos contra una posición militar en el interior de Israel, un ataque que ejecutó un comando de las Brigadas al Qassam que salió de Gaza a través de un túnel, que mató a cinco soldados destacados en un enclave próximo a la frontera, que regresó a Gaza por el mismo túnel, y que grabó toda la operación y luego la difundió a través de la televisión.

Esta fue la quinta infiltración de milicianos en Israel desde el 8 de julio. La grabación de la operación por el propio comando recuerda lógicamente a las grabaciones que viene haciendo Hizbolá de sus operaciones contra Israel. Las grabaciones de Hizbolá son sin duda de más calidad, pero unas y otras ponen de relieve, también en este punto, la conexión que existe entre la organización chií de Líbano y la organización sunní de Gaza. En otras palabras, Hamás se está revelando en este conflicto como un alumno aventajado de Hizbolá, y parece haber encontrado su propio camino de resistencia.

El veterano profesor Moshé Maoz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cree que Hizbolá y Hamás 'comparten el mismo objetivo': conducir una guerra de guerrillas contra un mismo enemigo, Israel, Hizbolá en la frontera norte y Hamás en la frontera sur. Una diferencia significativa entre estos dos grupos es que Hizbolá existe en un medio, el libanés, que es un crisol de religiones, mientras que desde un punto religioso Palestina 'es mucho más homogénea', dice Maoz.

Las críticas al ejército son muy raras en Israel, y aún menos en tiempo de guerra, así que el corresponsal del Canal 10 se limitó a sugerir de pasada, y sin modificar su tono coloquial, que los cinco soldados muertos cometieron el error (aunque no se pronunció la palabra 'error') de vigilar el horizonte que tenían delante, es decir la frontera con Gaza, y de ignorar la retaguardia, que es por donde llegaron los milicianos después de salir del túnel. Que esto haya ocurrido por quinta vez en apenas unos días, y en una distancia de apenas unos kilómetros, parece indicar la existencia de ciertas deficiencias en el ejército, aunque lógicamente el corresponsal militar del Canal 10 no se refirió a esas deficiencias y simplemente las sugirió para quien entendiera las alusiones. El ejército es una vaca sagrada en Israel.

Los soldados más entusiastas son colonos de territorios ocupados, más radicales con la religión y el nacionalismo

La radicalización que ha experimentado el ejército en los últimos lustros se corresponde con la radicalización general de una sociedad donde la religión y el nacionalismo constituyen los ejes centrales del discurso político, militar y educativo. Y esos dos componentes, la religión y el nacionalismo, cada vez exigen más y nunca se contentan con lo que logran.

Un dato que ilustra esta tendencia apareció hace unos pocos años en la portada del diario Maariv, en un artículo firmado por el periodista Ben Caspit, quien reveló que el 40% de los jefes que participan en las reuniones del Estado mayor llevan kipá, el solideo con el que los judíos religiosos se cubren la cabeza. Esta circunstancia es para muchos alarmante, máxime si se tiene en cuenta que cuando se estableció el Estado en 1948 no había ningún jefe con kipá. El incremento significativo de kipás se ha producido rápidamente en los últimos lustros y la tendencia es a seguir creciendo en esta línea dando forma a un peligroso cóctel de religión y nacionalismo dentro de las fuerzas armadas.

Existen estudios que muestran que los soldados más motivados son a menudo colonos de los territorios ocupados, muchos de ellos hijos de la religión y del nacionalismo, y no en dosis normales sino en dosis extremas. Estos jóvenes que han recibido una educación problemática, o al menos controvertida, incluso según los parámetros de muchos israelíes, en las escuelas rabínicas de Cisjordania, son quienes cuentan con mayor motivación y con un mayor deseo de entrar en la unidades de combate que ejecutan las órdenes políticas del Gobierno para consolidar la ocupación y hacer que la vida de los palestinos sea un infierno.

El profesor Maoz comenta que en su opinión el ejército está cometiendo el mismo error que cometió con Hizbolá en 2006: creer que un conflicto de esta naturaleza se puede resolver mediante la fuerza, o, incluso, mediante bombardeos sistemáticos de la aviación que no distinguen a tirios de troyanos. 'Dentro del ejército hay gente que piensa que para doblegar a Hamás hay que matar a civiles, incluidas mujeres y niños, en grandes cantidades, pero yo no comparto esa opinión', dice Maoz. Desgraciadamente, no sólo el ejército piensa así, sino también el Gobierno.

La guerra de Líbano de 2006 duró 34 días y hubo casi 1.300 libaneses muertos, la inmensa mayoría civiles. En esta guerra de Gaza llevamos 23 días y más de 1.300 palestinos muertos, la inmensa mayoría civiles. Las carnicerías militares fueron moneda corriente en Líbano en 2006 y en Gaza ahora. Las críticas al ejército dentro de Israel tuvieron que esperar hasta que terminó la guerra de Líbano, y ahora seguramente deberán esperar a que termine la guerra de Gaza, y serán muy comedidas.

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