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Rousseff frente a las adversidades

AGNESE MARRA

El 13 de agosto marcó un antes y un después en las elecciones presidenciales en Brasil. Hasta esa fecha se preveía una clásica disputa entre el PT (Dilma Rousseff) y el PSDB (Aécio Neves). Una batalla entre el centro izquierda y el centro derecha, que lleva librándose más de veinte años y que esta vez parecía ganar la actual presidenta, ya que el candidato Neves ni siquiera había llegado a conquistar el apoyo incondicional de su propio partido.

Sin embargo, el trágico accidente de avión de aquel miércoles que provocó la muerte del candidato del PSB Eduardo Campos, dio lugar a un escenario electoral totalmente inesperado. Días después de su muerte, Marina Silva que estaba como segunda del candidato, decidió asumir el primer puesto y entrar en la contienda presidencial.

La muerte del candidato del PSB Eduardo Campos dio lugar a un escenario electoral inesperado

Si antes de su muerte Campos tenía un apoyo de apenas el 10% del electorado, Marina Silva entró en campaña con casi un 20% haciendo temblar tanto a Rousseff como a Neves. La estrategia de ambos cambió. Dilma se dio cuenta que tenía que batallar contra una contrincante que la conocía bien (Marina Silva fue ministra de Medio Ambiente en el gobierno Lula), y Aécio empezó a improvisar una campaña contra Silva, la única que podría dejarle fuera del segundo turno.

Hasta hace una semana Marina era la clara contrincante de Dilma, y Aécio parecía haber quedado fuera del segundo turno con una diferencia de casi 20 puntos respecto a Silva. Incluso se planteaba la posibilidad de que la actual presidenta fuera reelegida en una primera vuelta. Pero a principios de la semana las encuestas volvieron a sorprender.

Aunque Marina sigue ocupando el segundo puesto, las pesquisas muestran una tendencia a la baja y ahora Aécio se encuentra a tan solo cinco puntos de Silva. Según la encuesta Datafolha publicada el pasado martes, Dilma se mantiene con el 40% de votos, Marina baja a un 25% y Aécio sube a un 20%. Por primera vez en la historia electoral brasileña la diferencia entre el segundo y el tercero es así de ajustada.

Más allá de las encuestas y de los cambios de tendencias de las últimas semanas, estas elecciones son las primeras en las que se plantea una tercera vía que intenta salir del polarizado ambiente PT-PSDB (partido del histórico Fernando Henrique Cardoso). Marina Silva pretende colocarse en un lugar intermedio donde mantendría las políticas sociales del PT y la economía neoliberal del PSDB, basada en privatizaciones y sometida al parecer del mercado financiero. Silva se presenta 'como una nueva forma de hacer política', pero tiene como aliados a la vieja guardia de partidos conservadores como el PMDB y el perfil de su electorado se basa en las clases medias altas de São Paulo y Rio de Janeiro.

Silva tiene como aliados a la vieja guardia de partidos conservadores como el PMDB

En un primer momento la propuesta conciliadora de Marina pareció tener éxito, pero a medida que ha pasado el tiempo, las contradicciones de la nueva candidata han mostrado un programa político indefinido, sin medidas concretas salvo la idea varias veces repetida de hacer del Banco Central una institución independiente del estado. Silva que tiene como responsable de su programa a la heredera del Banco Itaú, Neca Setúbal, ha mostrado que su tendencia se ha ido más al lado del mercado financiero y de la empresa privada, que al de las ayudas sociales. Por lo tanto su programa sería más cercano al de Aécio Neves, que también predica mantener los logros sociales y apostar por la empresa privada. La diferencia entre ambos es que Marina se perfila como una oposición real a Dilma, lo que hace que haya recibido el apoyo del mercado financiero internacional y que en revistas como Forbes, aparezca como la 'próxima presidenta de Brasil'.


La candidata Marina Silva en un acto electoral en Manaus. - REUTERS

La economía ha sido el tema central de campaña. Tanto Marina como Aécio han volcado sus críticas a la mala gestión económica de la presidenta Rousseff a la que culpan de la alta inflación y del bajo crecimiento del gigante latinoamericano que tras expandirse un 2,7% en 2011, sólo creció 1% en 2012, y en 2013 se recuperó ligeramente, con una mejora del 2,3%. La proyección de los economistas para 2014 es de un tímido crecimiento del 0,3%, mientras que la inflación podría terminar el año con una tasa del 6,3%, muy superior al centro de la meta del Gobierno (4,5%) y casi en el límite máximo tolerado por el Banco Central (6,5%).

Rousseff presume de haber llegado a la tasa más baja de desempleo de los últimos 24 años 

La candidata a la reelección reconoce estos datos pero asegura que deben leerse bajo el contexto de una crisis económica internacional, que por primera vez desde 2008 estaría afectando al país. Dilma presume de haber llegado a la tasa más baja de desempleo de los últimos 24 años (apenas un 5%), de haber conseguido aumentar el salario mínimo de los trabajadores y de implementar políticas sociales como Minha casa, minha vida que ha creado casi dos millones de viviendas para la población de rentas más bajas.

Ni Aecio Neves, ni Marina Silva dan una respuesta concreta sobre qué medidas económicas tomarían para reducir la inflación. Tampoco lo hacen sobre otro de los temas conflictivos: el manejo del yacimiento petrolífero del Presal. Silva asegura que no le va a dar la importancia que le da el Gobierno Dilma, pues su apuesta es por un Brasil con otras opciones energéticas. Aecio Neves no habla claro al respecto. Quizás porque ha sido el único que a cuatro días de las elecciones no ha presentado un programa de Gobierno, amparándose en los viejos logros de las políticas de Fernando Henrique Cardoso.

En relación a la reforma política que solicitaron los movimientos surgidos de las movilizaciones de junio de 2013, Neves tampoco responde y Marina se muestra a favor, al igual que la presidenta Dilma, que ha tomado la idea del plebiscito como una bandera de su próximo Gobierno. En relación a los yacimientos petrolíferos del Presal, la presidenta asegura que una mayoría de las ganancias serán invertidas en Sanidad y Educación, otra de las peticiones que surgieron durante las manifestaciones del pasado año y que dejaron a la presidenta con una imagen muy desgastada.

Los tres favoritos han luchado por ubicarse en el concepto del 'cambio'

Los brasileños no se muestran entusiasmados con ninguno de los tres candidatos. Durante toda la campaña se ha dicho que el cambio era la principal aspiración del electorado. Los tres favoritos han luchado por ubicarse en ese concepto, pero estas elecciones son una vez más una lucha del PT frente a los antipetistas, esta vez amparados en dos candidatos. Silva con un aire diferente del clásico y encorsetado Neves, pero aunque la forma sea distinta, el contenido se parece mucho.

Incluso Dilma quiere colocarse como el 'verdadero cambio', dando un giro más a la izquierda para recuperar al que era su público fiel y que ahora se siente traicionado por un Gobierno más liberal que progresista. La sociedad brasileña es conocida por no ser especialmente politizada, y en determinados lugares hablar de política puede ser visto como un gesto de mala educación. A ello se une el afán por agradar al otro y no entrar en conflicto, por lo tanto la respuesta más común dada a la pregunta sobre qué candidato elegir este año, suele ser la misma: 'El que más me gustaba ya se ha ido', refiriéndose al fallecido Eduardo Campos. De los otros tres, prefieren no hablar, o simplemente dicen con cierta desidia: 'Seguro que ganará Dilma'.

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