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El comunismo portugués rejuvenece a la sombra de un sexagenario metalúrgico

J. MARCOS / Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ

En el imaginario colectivo, un comunista suele ser un hombre tal vez recto, quizá con pasado clandestino y puede que de raigambre trabajadora, pero a buen seguro con cientos de canas por peinar. Una convicción muy ajena a la realidad en el país vecino, donde el Partido Comunista Portugués (PCP) destroza los clichés como la formación más joven de la Asamblea de la República, con 41,7 años de media.

Ningún otro movimiento ha renovado su plantel con tanta juventud. Ni las dos patas que sostienen el Gobierno conservador, el Partido Social Demócrata (PSD, 48,1) y el Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP, 45); ni las siglas más votadas en la oposición, PS, las de un Partido Socialista que es el más vetusto del Parlamento, a toda una década de distancia (51,5) de los peceros. El arco representativo lo completa el Bloque de Izquierda (BE), con 48,8 años de promedio.

'Responsabilizar a los jóvenes es un procedimiento natural para nosotros'

La comparativa se repite con nombres y apellidos para los líderes de la Asamblea, entre los que la juventud del comunista João Oliveira (35 años y 4 meses) sólo es seguida de cerca por el BE de Pedro Filipe Soares (35 y 9 meses). Una vez más, en el extremo opuesto del calendario figura el socialista Ferro Rodrigues (65). Los treintañeros también destacan en el Comité Central del PCP, el órgano supremo del partido.

'Responsabilizar a los jóvenes es un procedimiento natural para nosotros. La relación con los más viejos es saludable', explican a Público desde la Dirección Nacional de la Juventud Comunista Portuguesa (JCP). Precisamente la JCP es un activo vivero del que han salido numerosos dirigentes. Y los nuevos aires comunistas no se quedan en el ámbito estatal. Sin ir más lejos, el cabeza de lista para las últimas Elecciones Europeas fue João Ferreira, hoy eurodiputado con 36 años recién cumplidos.

Desde la ortodoxia más pura y la mayor fidelidad al marxismo-leninismo de todo el comunismo europeo, el PCP no ha perdido su arraigo social en el interior de la República, donde es habitual que banderas rojas estampadas con la hoz y el martillo flameen a modo de bienvenida en fábricas y edificios públicos. El comunismo luso no se desmembró con el fin de la URSS ni abrazó la socialdemocracia, por lo que su impertérrito discurso ha mantenido vivo a un partido que, lejos de languidecer como sucede en otros países del entorno, muestra vigor e incluso rezuma mocedad.

Pero también en Portugal corren tiempos de hartazgo ciudadano con la política tradicional, lo que mueve plantearse la intencionalidad de este rejuvenecimiento. Fuentes internas del PCP aseguran que no se corresponde con una maniobra electoral y el propio secretario general, Jerónimo de Sousa, negó hace poco al semanario Expreso que haya una estrategia generacional: 'No trabajamos para las estadísticas'. Sí ven intencionalidad los expertos consultados por Público, que coinciden en señalar una 'deliberada política por parte de la directiva'.

El PCP niega que
su proceso de  rejuvenecimiento
se deba a una maniobra electoral

El historiador Manuel Loff añade una explicación sociopolítica, la de un agujero generacional fruto de las escisiones internas de principios de los año 90 e inicios del siglo XXI, lo que a la postre condujo a que toda una franja de edad, ahora entre los 50 y los 65 años, abandonara el partido o al menos la actividad política.

Del acierto de esta renovación darán buena cuenta las próximas elecciones legislativas, previstas para octubre de 2015. La Coalición Democrática Unitaria (CDU), suma del PCP y del Partido Ecologista los Verdes (PEV), roza actualmente el 8% de representación en la Asamblea, un respaldo que encuestas como las elaboradas por Eurosondagem y Aximage le prometen superar. 'Es difícil que baje del 10%', augura Loff, que estima incluso mejores resultados si finalmente 'no existe la sospecha de que la derecha puede ganar a los socialistas. En ese caso, gente que iba a votar al PS se decantará por la CDU'.

Tras tocar fondo en 2002, la progresiva mejora del marxismo-leninismo portugués le permite disfrutar de una cierta estabilidad a la izquierda del Partido Socialista. Una plataforma aparentemente firme desde la que esperan regresar a las dimensiones de sus mejores tiempos, los de la postdictadura, con la garantía de contar con el viento a favor: 'La posición del PCP está favorecida, en comparación por ejemplo con Izquierda Unida, por el hecho de que aquí no ha cuajado ningún ‘fenómeno Podemos'', recalca Loff. En este sentido, paso a paso incluso recuperan votos otrora trasvasados al Bloque de Izquierda, mientras iniciativas políticas como Livre y el Manifiesto 3D no terminan de cuajar.

Las manecillas de los relojes comunistas avanzan en otro sentido. Una década después, el PCP es cinco años más joven: de los 47 años de media en octubre de 2003 a los casi 42 actuales. Se han renovado las bases (más de 60.000 militantes, según las cuentas del último Congreso) y se han renovado los cargos. Con estos datos en la mano, pareciera que los treintañeros son los llamados a regar la primavera comunista lusa. Pero las cosas que caen no siempre desaparecen y el PCP no es una excepción. Continúan las jerarquías y continúa el hermetismo.

El caladero de votos 'pecero' continúa situado entre las clases trabajadoras, que alcanzan el 72%

Las caras nuevas no parecen haber cambiado el perfil de la formación y, de hecho, las críticas les reprochan lo contrario: la recuperación de un comunismo tradicional para distinguirse de una izquierda alternativa que pierde crédito. Así, mientras el periódico del partido, Avante!, analiza la actualidad desde una lógica de Guerra Fría, con dos bloques enfrentados, la JCP cubre su discurso de términos como ‘lucha', ‘pueblo' y ‘grandes grupos económicos', con frases lapidarias: 'El futuro no es ni puede ser la explotación de los trabajadores'.

En la cúspide de la pirámide está desde 2004 Jerónimo de Sousa, el metalúrgico que a punto de cumplir 68 años ha encandilado a sus votantes, el primer secretario general que no sale de la clandestinidad y, en palabras de Loff, 'el más popular en todos los sentidos de los dirigentes comunistas desde los años 30, cuando el PCP tuvo su último obrero al frente', Bento Gonçalves. A Sousa, el mayor de los 14 diputados, se le atribuye la gran capacidad de reclutamiento de su formación, fuera de toda duda. 'Los números indican que el PCP seduce más que otras organizaciones. Y seguramente los jóvenes tengan atractivo, pero sobre todo cuenta el tirón personal de Sousa', subraya Loff.

El caladero de votos pecero continúa situado entre las clases trabajadoras, que alcanzan el 72%. El PCP no ha quedado tan salpicado por la corrupción que ahoga a otros grupos y está sabiendo pescar parte del voto de castigo de una población cansada de austeridad y recortes, que continúan tras la salida oficial de la troika después de tres años de intervención.

Todo en el PCP pasa por Sousa... y por los encargados de la comunicación, que filtran cada una de las aproximaciones de los reporteros, preguntones por naturaleza. El freelancer portugués Gustavo Sampaio cuenta su experiencia entre las bambalinas políticas: 'Es el partido más hermético y difícil para los periodistas. Siempre que formulo una cuestión a alguno de sus diputados, me remiten al departamento de prensa que, a su vez, generalmente complica y atrasa nuestro trabajo. Rechazan emitir opiniones personales y se someten a la disciplina de la ‘posición oficial colectiva'. Es extremadamente frustrante'.

Salvo excepciones, los dirigentes comunistas no se prodigan en las redes sociales

Ninguno de los jóvenes comunistas consultados ha querido participar en este reportaje a título individual y quienes han hablado lo han hecho desde la colectividad o se han remitido precisamente al departamento de prensa, que continúa gestionando las peticiones. Sampaio da voz a la autocrítica: 'Admito que a veces no sabemos lidiar con el colectivismo del PCP, sumergidos como estamos en una cultura de creciente personalización de la política, en la que el rostro y la fotogenia de un político se tornan más importantes que las ideas que defiende'.

Salvo excepciones personales, los dirigentes comunistas tampoco se prodigan en las redes sociales. Según explica Sampaio, autor de libros como Los privilegiados y Los facilitadores, tienden 'hacia una menor intervención e interacción, quizá por tratarse de formas de comunicación demasiado espontáneas y anárquicas, sin control ‘central', en las que el PCP difícilmente conseguiría preservar los principios de unidad y coherencia'.

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