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Afluencia masiva en las elecciones venezolanas

La participación en los comicios municipales y para gobernadores supera a la del referéndum

GORKA CASTILLO

El fragor electoral estalló el domingo en Venezuela. Horas antes de que abrieran los colegios electorales de todo el país, el cielo todavía en penumbra de Caracas se volvió multicolor. Dianas pirotécnicas, lanzadas a discreción desde el Cuartel San Carlos, la Plaza El Indio de Chacao y el Muro de Petare, pusieron al país en marcha, a casi 17 millones de personas con derecho a voto.

En el populoso barrio caraqueño de Catia, centenares de personas esperaban a las cuatro de la mañana, dos horas y media antes de la apertura de las urnas, sentados en el suelo. Los habitantes de este cerro y de otras zonas de la capital componían un cuadro insólito y emocionante: 'Votar temprano está en nuestro espíritu', comenta una mujer vestida de blanco de la cabeza a los pies. Si este escenario es la muestra de lo que ocurre en el resto del país, la gran derrotada será la abstención. 'La participación a medio día superaba a la registrada en el referéndum constitucional del pasado año', estimó la presidenta de la Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Luzena.

En Carabobo, el sistema informático falló y provocó larguísimas colas

Henrique Salas Römer, ex gobernador del disputado Estado de Carabobo y ex candidato presidencial en 1998, se quejó de problemas informáticos que provocaron colas multitudinarias en el mesas electorales de la ciudad de Valencia. 'Están fallando masivamente, aunque los agentes del Plan República el apoyo logístico del Ejército al proceso de votación están comportándose con absoluto respeto'. El arzobispo de Caracas, Jorge Cardenal Urosa, votó a las 10.30 en el colegio electoral San José de Tarbes. Pidió al CNE la entrega rápida del escrutinio y respeto al resultado. 'La pluralidad está consagrada por la Constitución', afirmó Urosa.

El presidente de uno de los colegios de Catia, el del Liceo Miguel Antonio Caro, abrió la mesa conmovido y declaró: 'Los días de elecciones son una cachamba (fiesta)'. Los delegados oficialistas y opositores estaban comprobando que todo se desarrollara democráticamente. Después de que hubieran votado los miembros de la mesa, Yaidi Ramírez se acercó a las máquinas electrónicas, pulsó la casilla de su candidato, sacó el papelito con el nombre elegido y se dirigió con su acreditación plastificada a la mesa del presidente. Allí mostró el anverso y el reverso de las manos, para demostrar que no había votado. El dedo índice es sumergido en tinta negra para evitar triquiñuelas. Yainis Ramírez, de 48 años, propietaria de un pequeño comercio en el centro de la capital, estaba entusiasmada: 'Estoy con Chávez y voté por Jorge Rodríguez. Han demostrado que trabajan para los pobres'.

Menos ilusionada se mostraba Janette Vargas, de 35 años, con cuatro hijos y su marido trabajando en Maracaibo. Janette votó en Las Mercedes, Baruta, un barrio opositor a Chávez lleno de centros comerciales y discotecas de ensueño. Lo único que desea es que 'a Venezuela llegue el entendimiento entre los frentes, menos corrupción, más seguridad'. No acierta a decir si confía en el futuro. 'No tengo esperanza en Chávez pero hoy estoy contenta', explica.

La población celebra como una 'cachamba' (fiesta) las votaciones

A Francisco Ramírez, jurista colombiano destacado como observador internacional, la actitud de los venezolanos le tiene fascinado: 'Estoy sorprendido del festejo que organizan, teniendo en cuenta la realidad que pintan algunos medios de comunicación. Mi opinión es que la democracia de Venezuela está mejor que en otros paises del entorno. Por ejemplo, Colombia'.

Pese a la emoción, hay temores con nombre propio. Un observador belga destaca 'la falta de consideración política para el derrotado, que como tal no merece más que el desprecio y su salida de la escena de la política'. Sin embargo, basta con recorrer barrios herrumbrosos o departamentos acomodados para darse cuenta de que Venezuela vive en una estado de gracia. Acaso contribuya que ayer no llovió una gota y que el odio se quedó estancado en el barro.

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