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Cómo evitar que el intermediario gane en Cuba diez veces más que el agricultor y el transportista juntos

La apertura al mercado le pasa factura a los cubanos, pues los precios de los alimentos producidos en la isla se han disparado. Fernando Funes demuestra en Finca Marta que el sistema es mejorable: paga el doble a sus trabajadores sin subir el precio de los productos

El ingeniero agrónomo Fernando Funes fundó Finca Marta a veinte kilómetros de La Habana. / FERNANDO RAVSBERG

FERNANDO RAVSBERG

LA HABANA.- Fernando Funes fue durante dos décadas un teórico de la agricultura, ingeniero agrónomo doctorado en Holanda. Hace cuatro años decidió pasar a la práctica, compró ocho hectáreas de tierra a veinte kilómetros de La Habana y creó Finca Marta. Recuerda que era la peor tierra de Cuba: arcillosa, compacta, llena de piedras, cubierta de marabú y sin agua. “Este era un lugar abandonado y me puse a cavar a mano un pozo en la roca durante siete meses. Ese pozo se convirtió en una metáfora, un aprendizaje, demostró nuestra decisión. Así se crea prosperidad, porque esta no llega sola, hay que construirla igual que el pozo”, dice Funes a Público.

Finca Marta tiene hoy dieciséis trabajadores que ganan casi el doble que en otras fincas, sin subir los precios de sus productos. Además alcanza para que la familia Funes viva decentemente, tanto que la esposa de Fernando renunció a su trabajo en la cadena hotelera Meliá para dedicarse por entero al trabajo de la tierra. El secreto está en que el proyecto controla todo el ciclo, se abastece de los recursos de la zona, recibe información de las necesidades de los clientes y comercializa sin intermediarios.

"No basta con tener los recursos, hace falta diseñar un sistema que te permita capturarlos, transformarlos y utilizarlos. Tienes que saber cuáles son los cultivos que extraen más nutrientes de la tierra y allí poner más. Localizamos varias fincas ganaderas en los alrededores con estiércol acumulado desde hace veinte años y se lo estamos comprando: ellos están felices y nosotros también”, explica Fernando, quien creó un biodigestor que produce gas para cocinar y alumbrar la finca. Con el sobrante, riegan el área de forraje para alimentar a los animales que producen el estiércol. Y las piedras, que supuestamente harían incultivable la tierra, sirvieron para construirlo todo: el biodigestor, el pozo de agua, la casa, los establos y las terrazas de los canteros.

Agricultura y mercado

“Hay que vender y valorizar el trabajo del campo. El sistema agrícola está ligado al mercado y a que la gente que vive en el campo no quiere vivir precariamente. Para nosotros vender es un elemento fundamental, hay una demanda a la que tenemos que enfocarnos. Hice una cesta y recorrí los restaurantes de La Habana y empezaron a comprarnos. Reinvertimos y ahora tenemos dos hectáreas de canteros en terrazas sembrados de vegetales y abastecemos a veinticinco restaurantes y a diez familias. Vendemos más de 60 productos diferentes al año”, explica el dueño de Finca Marta.

"La prosperidad no llega sola sino que hay que construirla, igual que me puse a cavar a mano un pozo en la roca durante siete meses"

“En cuanto a los precios, el Gobierno debe reconocer que hay diferentes segmentos de mercado. Hay que liberar la conexión entre el sector productivo y el comercial. Establecer demasiadas reglas o barreras para estos mecanismos limita que lo que se produce llegue al consumidor”, cree Fernando Funes.

Finca Marta tiene dos transportistas que reparten sus cosechas, pero los precios son fijados por los productores. Esta relación directa entre productor y consumidor permite que se pierda menos del 10% de los productos, mientras que en el resto de la agricultura cubana “alrededor del 50% de lo que se produce se pierde porque tenemos malos sistemas de cosecha, no tenemos buena capacidad de almacenaje, no somos capaces de procesar los productos, los sistemas de transporte no son buenos y la venta y distribución tampoco funcionan bien”.

Funes cree que hoy lo primero no es pedirle al campesino que produzca más. "Hay que emplear la mayor cantidad de esfuerzo para que lo que se produce no se pierda. Producir más en estas circunstancias implica la pérdida de energía y de moral de los agricultores, porque ni el más materialista está solo movido por ganar y sufre cuando ve que se pierde lo que ha cultivado”.

Estrechar el vínculo productor-consumidor

El vínculo con el consumidor será cada vez más estrecho. "Queremos crear un ecocafé en La Habana para vender productos a cincuenta familias en un sistema de suscripciones. Que esas familias tengan acceso a una educación ambiental, culinaria y de las propiedades de nuestros productos. Promover un empoderamiento de los consumidores, creando cooperativas de consumidores. Las familias dirán cada semana qué es lo que quieren para la próxima entrega. Queremos establecer un compromiso entre consumidor y productor. Esto funciona desde los años setenta en los EEUU: se llama agricultura apoyada por la comunidad”.

“El 50% de lo que se produce se pierde porque tenemos malos sistemas de cosecha, carecemos de suficiente capacidad de almacenaje, somos incapaces de procesar los productos, el transporte no es adecuado y la venta tampoco funciona bien”

Nada dejan por aprovechar en Finca Marta y ahora han entrado incluso en el agroturismo. "Recibimos dos veces por semana un bus de turistas, les mostramos la finca, les hablamos del proyecto y les preparamos un almuerzo. Decidimos limitarlo a dos grupos semanales, pero hay mercado para mucho más y en Cuba eso seguirá aumentando. Nosotros vamos a recibir diez millones de turistas en pocos años y muchos querrán conocer algo más que las playas”.

En este momento, varias fincas de los alrededores se están asociando con Funes, pero sin perder las características de cada una. Interconectarán sus pozos de agua, distribuirán juntos sus productos, intercambian recursos y planean invertir en un polideportivo para la zona. La Embajada de Japón ha puesto sus ojos en el proyecto y aportará un molino de viento y una máquina para hacer los canteros. Pero para Funes está claro que lo esencial es el esfuerzo propio. "Hasta ahora hacíamos los canteros a mano", concluye. "Si no los hubiéramos hecho así, hoy no tendríamos el apoyo de Japón”.

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