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Argentina llora la muerte del arquitecto de su transición

Cristina Fernández decreta tres días de luto por la defunción de Raúl Alfonsín

FEDERICO PEÑA

Miles de personas se acercaron este martes al féretro de Raúl Alfonsín para homenajear al símbolo de la joven democracia argentina. Hijo de españoles republicanos, El Gallego murió el martes por la noche después de una larga lucha contra un cáncer de pulmón. Tenía 82 años.

'La figura de Raúl Alfonsín es indivisible de la recuperación de la democracia en este país', dijo la presidenta, Cristina Fernández, desde Londres, donde decretó tres días de luto y honores de Estado para el primer presidente argentino tras la ominosa etapa de la Junta Militar.

Alfonsín será recordado siempre como el artífice de la transición democrática y también por permitir el Nüremberg argentino que condenó a los comandantes de las juntas militares por los abusos a los derechos humanos cometidos entre 1976 y 1983.

Nacido en Chascomús, a 130 kilómetros de la capital, se afilió muy joven a la Unión Cívica Radical (UCR). En los años 70 comandó el ala progresista del partido opositor al peronismo. Abogado de profesión, era diputado cuando la dictadura cerró el Congreso en 1976.

Frente a una dirigencia política cómplice, Alfonsín formó parte de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y se opuso a la invasión de las islas Malvinas en 1982. Fueron sus baluartes para llegar a la presidencia tras el fracaso de la incursión militar.

Eligió el Día de los Derechos Humanos para asumir el cargo. Aquel 10 de diciembre de 1983 derogó la ley militar de autoamnistía, puso fin a la Doctrina de Seguridad Nacional y creó la Comisión sobre la Desaparición de Personas. 'Con la democracia se vive, se come y se educa', exclamó ante un millón de personas. Las deudas incumplidas tras 25 años de democracia, entonces, no eran una utopía.

Alfonsín fue la piedra en el zapato de los militares, y viceversa. En 1986, ante la desestabilización militar, dictó la ley de punto final, que daba un plazo de 60 días para juzgar a los responsables por delitos de lesa humanidad. Las tres sublevaciones militares en 1987 trajeron la ley de obediencia debida, que exculpaba a los oficiales de menor rango. Este asunto desvirtuó su imagen, ya que fue interpretado como un retroceso democrático.

En julio de 1989, la hiperinflación y los saqueos en el cinturón de pobreza que rodea a la capital adelantaron su salida. Lo sucedió el peronista Carlos Menem, con quien pactó la reforma constitucional de 1994, y que puso patas arriba a su partido.

Sus últimos esfuerzos en vida fueron para reconstruir la UCR y para llamar a la dirigencia política al diálogo. Este miércoles, en la foto alrededor de su féretro, estaban todos los que le dieron la espalda.

 

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