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Brasil se la juega entre los dos eternos adversarios

AGNESE MARRA

En la última semana los actos multitudinarios de ambos partidos se multiplicaron a lo largo de Brasil. Como dos hinchadas de fútbol, los petistas salían a las calles con sus camisetas rojas (color del Partido de los Trabajadores) y hacían pasacalles bajo ritmos de funk, hip-hop, batucada o samba. Del otro lado, los pesedebistas expresaban su apoyo a Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña, con la camiseta verde-amarela de la selección y la bandera brasileña de Ordem e Progresso en la mano, cantando juntos el himno nacional.

Dilma Rousseff y Neves se juegan este domingo la segunda vuelta de las presidenciales. 'Dilma ha conseguido que haya movilidad social. Cualquier brasileño puede ir a la universidad independientemente de que venga de una familia pobre', decía una estudiante en una de las concentraciones a favor de la candidata del PT en la universidad PUC de São Paulo. 'Si gana Aécio vamos a tener que salir todo del país, porque vuelve el fascismo', decía Jorge Silveira, estudiante de Políticas de la misma universidad.

'Si gana Aécio vamos a tener que salir todo del país, porque vuelve el fascismo', dice un estudiante

En otro acto en la Avenida Faria Lima, corazón financiero paulista, los cánticos de los pesedebistas se repartían entre: 'Fuera PT', 'Eh ébola, llevate a Dilma fuera' y 'Viva la Policía Militar'. Uno de los asistentes le gritaba a un periodista: 'Estoy harto de que nos roben y de que le den dinero a Cuba, a los bolivianos y a la Unión Soviética. Aécio libéranos de la chusma del PT', decía un hombre de unos 40 años. Otra mujer declaraba ante las cámaras: 'No quiero que mis hijos vivan en un país comunista, los petistas son muy peligrosos, son ladrones'. 

Según la periodista Cynara Menezes, la agresividad que ha provocado esta campaña se debería a dos razones: 'Por un lado la importancia que han cobrado las redes sociales, más fuertes y virales que en las elecciones anteriores. Y por otro, el discurso del candidato Neves, mucho más a la derecha de su propio partido'. El periodista Rodrigo Vianna, en su blog O Escrivinhador añade: 'El PSDB de Serra (candidato de las anteriores elecciones) centraba su debate en aspectos económicos y políticos, pero el de Aécio apuesta por el 'hombre de bien' para 'limpiar el país''.

Dos conceptos contradictorios han sido los pilares de la campaña de Neves: el nepotismo y la meritocracia. Por un lado, el candidato siempre que podía presumía de ser nieto de Tancredo Neves (el primer presidente civil elegido tras la dictadura militar, que falleció un día antes de jurar su cargo) y formar parte de una familia de casta política. Al mismo tiempo que daba a conocer su sangre azul, repetía: 'Voy a apostar sólo por la meritocracia, basta de nepotismos petistas'.

Al echar un vistazo a su currículo se hace difícil confiar en este último concepto. Con apenas 17 años fue nombrado secretario de gabinete parlamentar en la Cámara de los Diputados de Brasília como ayudante de su padre, el político Aécio Ferreira da Cunha. A pesar de que su empleo fuera en la capital del país, Aécio vivía en Rio de Janeiro, donde terminaba la carrera de Económicas. A sus 23 años volvía a Minas Gerais (Estado en el que nació) como asesor del gobernador, que casualmente era su abuelo Tancredo Neves. Y con tan solo 25 años se convertía en director de la Caixa Económica Federal.

Neves: 'Voy a apostar sólo por la meritocracia, basta de nepotismos petistas' 

Su meteórica carrera política se consolidó cuando fue gobernador de Minas Gerais entre 2003 y 2010. Sin embargo, durante esa etapa era más conocido por ser un habitual de las fiestas de la alta sociedad de Rio de Janeiro y por las juergas que se corría con chicas jóvenes, alcohol y cocaína, esto último nunca confirmado, pero repetido hasta la extenuación. Neves aparecía más en las revistas del corazón que en las páginas de política. En al menos dos ocasiones fue entrevistado en la televisión en estado de embriaguez y en 2011 le detuvieron por conducir bajo los efectos del alcohol y no permitir que le hicieran el test de alcoholemia.

Esta fama de playboy carioca con aires de minero de pueblo, como lo definían en la revista Piauí, fue la que hizo dudar a varios dirigentes del PSDB, entre ellos Fernando Henrique Cardoso, que pudiera disputar unas presidenciales. Neves, que asegura 'llevar preparándose 30 años para ser presidente', se lo tomó como un reto y en apenas dos años cambió su imagen de bon vivant por la de padre de familia. Se casó con la ex modelo Leticia Weber con la que rápidamente tuvo gemelos a los que bautizó este mismo año en una de las iglesias más importantes de Minas Gerais, en una fiesta propia de la aristocracia minera.

Esta nueva imagen ha surtido efecto en buena parte del electorado, que ve en el candidato una posibilidad real de sacar al PT del Gobierno. El propio Neves ha cultivado la idea de ser el 'salvador del país' y las banderas de Brasil están omnipresentes en los actos a favor del candidato. Incluso en las redes sociales se ha llegado a pedir a todos aquellos que voten en Aécio que vayan a las urnas vestidos con la camiseta de la selección.

El candidato del PSDB es conocido por su lucha
contra Internet 

Este nacionalismo, más simbólico que político, genera miedo en otra parte de la población. Asociaciones de periodistas de Minas Gerais lanzaron un manifiesto que alertaba sobre la censura sufrida en los medios durante el gobierno de Neves. El candidato, dueño de un canal televisión y cuatro radios en su tierra natal, es conocido por su lucha contra Internet. Durante la campaña entró en un proceso contra Twitter para exigir la entrega de 66 usuarios de la red social, entre ellos blogueros y activistas. El caso más escandaloso se produjo cuando la Policía invadió la casa de la periodista Rebeca Mafra porque Neves la citaba por 'un crimen contra la honra'.

El colectivo de la enseñanza de Minas Gerais también ha sido una piedra en el camino del candidato. Sindicatos de profesores denunciaron que durante su gobierno se despidieron a miles de funcionarios públicos y los salarios de los docentes se ubicaron por debajo del piso nacional. El ex gobernador lo niega, y asegura que dejó su estado con un 90% de aprobación.


Aécio Neves se fotografía con un seguidor durante un acto electoral. - REUTERS

Al igual que hizo Marina Silva, Aécio Neves se define como el candidato del cambio, de una 'nueva política'. El pesedebista consiguió llegar al segundo turno cuando una semana antes las encuestas lo daban como claro perdedor. Sus dotes de oratoria son conocidas, pero el contenido de sus propuestas políticas se difumina en medio del discurso.

El pesedebista se ampara en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso para intuir cómo sería su mandato. Cuando se le pregunta si está a favor de las privatizaciones (algo habitual en los gobiernos PSDB) responde que cree en la 'profesionalización de las empresas'. En materia económica sólo se sabe con seguridad que su ministro de Hacienda sería Arminio Fraga, presidente del Banco Central durante el gobierno de Cardoso.

Dilma promete profundizar en proyectos sociales
e invertir en educación

Fraga señalaba en una entrevista en el Estado de São Paulo que se preocuparía por 'liberar a los mercados de las amarras del estado' y declaraba que tendría que tomar medidas 'impopulares' para controlar la inflación. A su vez, la revista The Economist ha dado su apoyo al candidato minero 'por ser quien va a volver a hablar con los mercados financieros', y la petrolera Shell celebraba la noticia de que Neves surgiera como favorito. Tres días después Rousseff daba la vuelta a las encuestas y la Bolsa de New York respondía con una bajada.

El minero sí ha sido claro en política internacional. En varias entrevistas ha declarado 'no estar interesado' en mantener relaciones con Mercosur. 'Vamos a hacer acuerdos bilaterales con Europa y Estados Unidos'. Pero se ha mostrado afín de acercarse a la Alianza del Pacífico y de 'cortar relaciones con los bolivarianos que tanto le gustan al PT'.

En materia de educación y sanidad no ha ofrecido ninguna medida concreta, pero insiste en que invertirá para mejorar la calidad de los servicios. Neves también ha prometido que revisaría la propuesta de Ley para reducir la mayoría de edad penal a los 16 años, y que subiría las penas por tráfico de drogas, pero ha advertido ser totalmente contrario a la liberalización de las mismas.

La izquierda que salió a la calle en  2013 pide a Rousseff que retome el diálogo con los movimientos sociales

Dilma Rousseff ha basado su campaña en el trabajo hecho en sus últimos cuatro años de gobierno, recalcando sus políticas sociales, el aumento del salario mínimo y la creación de empleo. La candidata promete profundizar en proyectos sociales como Minha casa-Minha vida (viviendas sociales para ciudadanos con hasta tres veces el salario mínimo), e invertir en educación, especialmente en la enseñanza básica, abandonada hasta el momento. La petista asegura que usará el 75% de los royalties de petróleo del Presal para educación y 25% para sanidad, área que también tendrá un programa dedicado a cubrir la falta de médicos especialistas en el sistema público.

La izquierda que salió a la calle al comienzo de las manifestaciones de 2013 pide a Rousseff que retome el diálogo con los movimientos sociales, que luche por el medio ambiente y por los derechos indígenas y que criminalice la homofobia. Pero la mayor expectativa de esta parte del electorado es que el PT se preocupe por llevar a cabo un plebiscito para una futura reforma política. Este giro a la izquierda que reivindican una buena parte de sus bases sólo se podría producir si el PT consiguiese ganar con  mayoría, algo que parece difícil si nos atenemos a las últimas encuestas que dan poca diferencia de ventaja para Rousseff.

Tanto Neves como Dilma tendrán un gobierno complicado por delante, para ambos será difícil conseguir una mayoría en el Congreso. Además se enfrentarán a una Cámara de Diputados y a un Senado conservador y fragmentado. Pero el mayor reto será escuchar a la calle, a una derecha radicalizada con un fuerte odio de clase y a una izquierda decepcionada que ante una ola conservadora pone en Dilma sus últimas esperanzas.

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