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Un candidato impopular por su moderación

Mitt Romney tiene casi asegurada su nominación muy a pesar del Tea Party

I. PIQUER

No se puede acusar a Mitt Romney de no ser tenaz. En 2008 perdió la nominación frente a John McCain (que ayer respaldó su candidatura) y decidió esperar su momento. Un momento que tarda en llegar. A sus extremadamente bien conservados 64 años (Detroit, 1947), Romney es el candidato ineluctable pero no es el más querido. Su nominación está casi asegurada, pero le queda camino hasta confirmarla.

Romney se consolaba ayer con antecedentes históricos al recordar que Ronald Rea-gan sólo consiguió un 29% en las primarias de Iowa, tan sólo tres puntos más que él, en 1979, frente a George Bush padre, para luego llevarse el apoyo del partido.

En junio pasado, en New Hampshire, el estado en el que el próximo martes debería confirmar su avance, lanzaba su segundo asalto a la presidencia presentándose como el candidato más capacitado para resolver la crisis económica, por sus antecedentes empresariales, aunque fuera desmantelando empresas a la cabeza de un fondo de inversión.

Romney es demasiado pulcro para el actual entorno político. Es moderado, rico y mormón. Tres razones para despertar la desconfianza de los ultras, populistas y mayoritariamente evangelistas del Tea Party. Lo que más le reprochan: haber implementado en 2006, cuando era gobernador de Massachusetts, un plan de salud muy parecido al de Barack Obama y uno de los mejores del país; un logro del que sin embargo ha debido distanciarse, con la excusa de que los estados no pueden aplicar todos las mismas soluciones. También respaldó en su momento el plan de rescate financiero de los bancos (el TARP de 2008) que el Tea Partyha criticado con dureza.

En política exterior no ha sido muy consistente. Se ha mostrado a favor de mantener las tropas en Afganistán hasta que 'el trabajo esté terminado'. Ha dicho estar en contra de lanzar a Estados Unidos a otra guerra (por ejemplo en Irán) pero ha apoyado la acción militar en Libia, criticando a Barack Obama por no actuar con más fuerza.

Romney no ha conseguido quitarse la etiqueta de inconsistente (flip-flopper) al intentar gustar a demasiada gente. Y le persigue la imagen de millonario, que confirmó en el penúltimo debate republicano cuando quiso apostar con uno de sus rivales, Rick Perry, 10.000 dólares, el equivalente a tres meses de sueldo de un estadounidense medio.

El aspirante es hijo de George Romney, que fue gobernador de Michigan y que en 1964 perdió la nominación republicana para las presidenciales ante el candidato extremista Barry Goldwater, un precedente que le gustaría evitar.

Romney tiene un perfil tradicional, demasiado tradicional para algunos. Tiene un máster de negocios de Harvard y trabajó durante dos décadas en el sector privado, a la cabeza de la consultoría Bain and Company, antes de lanzarse a la política e intentar desbancar al mítico senador Ted Kennedy en 1994. Su fracaso le apartó momentáneamente de la política. En 2002 gestionó los Juegos Olímpicos de invierno de Salt Lake City, plataforma que le sirvió para convertirse en gobernador de Massachusetts en 2003. Está casado con su college sweet heart, su novia de toda la vida, Ann Davies, con la que tiene cinco hijos.

Romney goza del respaldo del sector financiero y de la jerarquía del partido. Es el candidato que más dinero tiene (más de 30 millones de dólares) y además cuenta con la ayuda de grupos afines (Political Action Comittees, los PAC) que pueden canalizar aún más dinero a favor de un candidato. Funcionó en Iowa, donde estos fondos pagaron un campaña muy dura contra Newt Gingrich.

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