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Caso Khashoggi Erdogan decide el futuro del príncipe heredero saudí por el caso Khashoggi

El presidente de Turquía ha sido un actor principal en la revelación de los detalles que rodean la desaparición del periodista Jamal Khashoggi. 

El rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz, y el presidente turco, Tayyip Erdogan, en Ankara. REUTERS/Archivo

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Las aclaraciones de los últimos días, por sospechosas que parezcan, solo han sido posibles gracias a la decisión del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de arrojar luz sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. El goteo de informaciones ha sido constante durante estas tres semanas y la investigación de la policía ha ido por delante de las sistemáticas filtraciones a medios turcos y estadounidenses.

Naturalmente, este comportamiento decisivo de Erdogan ha suscitado algunos recelos. Se ha producido cuando la imagen de Erdogan atravesaba por una situación turbulenta tanto en Europa como en Estados Unidos, y es lícito preguntarse si Erdogan se ha aprovechado del caso Khashoggi para salir del agujero en que se encontraba.

No obstante, aunque Erdogan haya tratado de lavar su imagen, lo que ha hecho hasta ahora con la investigación sobre la desaparición de Khashoggi, es decir con la filtración de datos obtenidos durante la investigación, es positivo y va en la dirección correcta, la de aclarar las causas del asesinato cometido en el interior del consulado saudí de Estambul. A diferencia de las escasos datos aportados por Riad, datos que a menudo han llegado tarde y se ha demostrado que presentan contradicciones insuperables, las filtraciones turcas son consistentes con lo que se ha ido conociendo poco a poco, por ejemplo que el periodista fue asesinado en el interior del consulado, algo que ya ha sido aceptado por Riad.

Como consecuencia de las filtraciones, algunos medios árabes han señalado que el destino del príncipe heredero saudí, Mohammad bin Salman, está en manos de Erdogan, quien, a diferencia del presidente Donald Trump, ha demostrado tener interés por desvelar lo ocurrido el 2 de octubre, incluso aunque lo haya hecho para mejorar su imagen dentro y fuera del país, como señalan sus detractores.

No obstante, es difícil saber si Trump le permitirá llegar hasta el final. Erdogan y Trump mantuvieron este lunes una conversación telefónica, la primera desde que estalló el caso, y no se sabe lo que Trump pudo decirle a su homólogo con respecto a la concienzuda investigación que Erdogan ha ordenado.

Desde el principio está claro que Trump no tiene prisa para condenar a Mohammad bin Salman. Trump ha ido dando largas a lo que se ha publicado sobre el caso y además dio por buenas las primeras explicaciones de Riad, que posteriormente se han revelado completamente falsas. Esta circunstancia sugiere que su conversación del lunes entre Trump y Erdogan no es trigo limpio.

Erdogan dijo el fin de semana que este martes revelará los detalles completos de la investigación, y Trump también se ha fijado el martes como fecha importante para conocer lo ocurrido. En este sentido, la conversación telefónica de ambos, que se produjo solo un día antes de la comparecencia de Erdogan, puede incidir en la revelación de los detalles anunciada por el líder turco.

Mohammad bin Salman es un importante activo de Estados Unidos, en especial en relación con Irán, como ha declarado el propio Trump al Washington Post. Para los americanos, el heredero saudí es un peón importante, obediente y provisto de un talonario generoso.

Es cierto que algunos congresistas y senadores de Estados Unidos han pedido explicaciones y hasta medidas de castigo contra Riad, pero no parece que estas demandas vayan a tener consecuencias a corto plazo dado el interés de Trump por enterrar la cuestión tan pronto como sea posible.

Un senador ha declarado que el asesinato de Khashoggi “lleva las huellas dactilares de Mohammad bin Salman”. Es quizá la declaración más atrevida que se ha escuchado en Estados Unidos, aunque lo más probable es que se quede como un exabrupto aislado y sin consecuencias.

Quien sigue en paradero desconocido es Jared Kushner, el yerno de Trump, quien no ha formulado ninguna declaración desde el 2 de octubre aunque no cabe duda de que está detrás de la política del presidente estadounidense. Kushner ha sido el principal defensor del príncipe saudí y su contacto más directo con Israel.

El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Stephen Mnuchin, se reunió el domingo con el primer ministro Benjamín Netanyahu justamente para hablar de las nuevas sanciones contra Teherán. Mnuchin dijo que no acudirá a la conferencia de Davos en el desierto que se celebra en Arabia Saudí, pero en cualquier caso irá a Riad para hablar con las autoridades saudíes, y se entiende que con el príncipe heredero, del “terrorismo” que promueve Irán en Oriente Próximo.

Las autoridades israelíes no se han referido de una manera significativa al asesinato de Khashoggi, un periodista que, a diferencia del príncipe heredero, defendía la cuestión palestina y combatía la ocupación israelí. El diario hebreo Maariv ha dicho que para Israel lo más importante es Irán, y todo lo demás gira en torno a esta cuestión, de manera que el gobierno israelí está al lado de las autoridades saudíes.

Hace solo unos días Estados Unidos acogió una reunión de jefes militares extranjeros en la que coincidieron el jefe del estado mayor israelí, Gadi Eizenkot, y su contraparte saudí, el también general Fayyad al Ruwaili. Reuniones como esta muestran la cercanía real que hay entre los dos países y explican que Israel no haya condenado la muerte de Khashoggi.

Otro dato, el Canal 1 de la televisión hebrea, de carácter estatal, lamentó la destitución del subdirector de los servicios de inteligencia saudíes, Ahmed al Asiri, implicado en la desaparición del periodista, diciendo que es “una noticia muy mala” para Israel dada la proximidad de Asiri al estado judío.

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