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El centroizquierda italiano trata de convencer a Napolitano de que puede gobernar en solitario

Se abren las consultas con el presidente de la República tras las elecciones que terminaron sin un vencedor claro. Bersani gana terreno tras poner a dos exponentes del Partido Democrático al frente de Congreso y Senado

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Italia abre este miércoles la segunda fase para intentar formar un Gobierno tras las elecciones de finales de abril en las que no hubo un ganador claro capaz de asegurarse la estabilidad con el dominio de Congreso y Senado. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, inauguró las consultas con los partidos políticos para ver las posibilidades reales de dar vida a un Ejecutivo. Los primeros en visitar el Palacio del Quirinale fueron los recién elegidos líderes de ambas cámaras, Piero Grasso y Laura Boldrini. Ambos, exponentes de la coalición de centroizquierda, trasladaron al jefe del Estado la predisposición de su líder, Pierluigi Bersani, para hacerse cargo de la nueva legislatura, pese a que de momento sigue sin tener el número de apoyos suficientes para asegurarse la supervivencia.

De este modo, y aunque la elección de Grasso y Boldrini el pasado fin de semana pueda interpretarse como una señal de la fuerza del centroizquierda, que consiguió contar en el Senado con algunos votos favorables de parlamentarios del Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo que dieron el visto bueno al nombramiento del primero por no aceptar a Renato Schifani, estrecho colaborador de Silvio Berlusconi-, las dudas siguen sobrevolando el panorama político italiano.

Sobre todo, porque la situación es la misma que el pasado día 25 de abril cuando tras cerrarse el conteo de votos el centroizquierda se quedó sin la mayoría en la Cámara Alta. Aquello puso prácticamente en un callejón sin salida a Bersani cuyas dos únicas opciones pasaban por aliarse con el centroderecha de Silvio Berlusconi –algo que descartó de inmediato– o tratar de acercarse a Grillo que desde antes de los comicios había asegurado que no pactaría la formación de ningún Gobierno con los partidos tradicionales y que, como máximo, daría su apoyo puntual a aquellas leyes que respetaran el programa del Movimiento.

En cualquier caso, los movimientos dentro del Partido Democrático –el principal partido del centroizquierda– han continuado en las dos últimas semanas con reuniones de todo tipo y ofertas de dudoso éxito. La última especulación es que Bersani podría estar dispuesto a pactar en el Senado con la xenófoba y separatista Liga Norte que no sólo es aliado histórico de Berlusconi sino que de hecho gobierna Lombardía en coalición con su Pueblo de la Libertad. Además del puñado de votos que le pudiera reportar la Liga, estaría el visto bueno de la Lista de Mario Monti, el técnocrata primer ministro que ha pasado al ostracismo más absoluto.

Los medios hablan hoy de que en ese hipotético Gobierno de Bersani habría nombres que tocarían todo el espectro político y todas las sensibilidades, algo que Napolitano podría llegar a aceptar pese a los precedentes caóticos de Ejecutivos que no tenían la mayoría absoluta en el Senado.

Y mientras que Berlusconi se presentará ante el presidente de la República con su idea de un Gobierno de coalición entre el centroderecha y el centroizquierda (eso sí, sin que a la cabeza estuviera Bersani), a Napolitano, que tiene la última palabra, puede gustarle más otra opción: un Gobierno bautizado como 'institucional' en el que entrarían personajes de todos los ámbitos de la sociedad. Un Ejecutivo al estilo tecnócrata, al fin y al cabo.

Finalmente, en el caso de que Napolitano aceptara cualquiera de estas propuestas o se decantara por la suya propia, Congreso y Senado deben votar a favor. Si no hubiera consenso el futuro volvería a pasar por las urnas, con junio como fecha más probable. 

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