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El cólera subleva Haití contra los cascos azules

Los haitianos culpan a la misión de la ONU de la epidemia, que lleva mil muertos

DANIEL LOZANO

Cólera y más cólera. La epidemia, que ya ha superado la barrera de los mil muertos, y la ira de un pueblo desesperado, se han mezclado en Haití, el peor territorio posible. 'La Minustah (Misión de las Naciones Unidas) y la policía están tratando de contener lo incontenible'. Uno de los diplomáticos latinoamericanos que mejor conoce el alma haitiana confesó ayer a Público el temor que se ha extendido por todo el país tras los enfrentamientos del lunes en Cabo Haitiano e Hinche, al norte del país (la zona con más víctimas por el cólera), que se saldaron con dos muertos y 16 heridos.

Estos sucesos han ejercido como válvula de escape de una olla que sigue a presión y a la que se suma la ira acumulada durante diez meses de tragedias, una tras otra, contra el país maldito de América.

También han abierto una puerta de consecuencias insospechadas. De hecho, los enfrentamientos continuaron ayer. 'La tensión sigue, la situación es muy caliente, sobre todo en los barrios más problemáticos', confirmó una fuente policial de la ciudad norteña.

Los cascos azules y la policía local se encuentran en máxima alerta ante unos incidentes que ayer se volvieron a repetir. 'Por ahora son sucesos esporádicos, algunos disparos para amedrentar y quema de neumáticos por los manifestantes', añadieron las mismas fuentes.

La ONU achaca a motivaciones políticas, 'que buscan crear un clima de inseguridad' en la recta final de las elecciones presidenciales del 28 de este mes, el clamor que unió a miles de personas con un grito común: '¡Fuera las tropas extranjeras!'. Los insultos iban dirigidos en su mayoría contra las huestes nepalíes, a las que los haitianos acusan de haber provocado la epidemia de cólera con el vertido de heces fecales al río Artibonite, cerca de Mirebalais. Las acusaciones contra los nepalíes se suceden desde hace semanas. Y será muy complicado apartar a los asiáticos del ojo de este huracán humano; mucho más tras conocerse ayer las nuevas cifras de la epidemia: 1.034 muertos, 15.000 hospitalizados (muchos dados de alta) y su extensión por todo el territorio.

Naciones Unidas no avala esta acusación y mantiene que no hay pruebas para sustentarla, pese a que el brote es parecido a otro registrado en el sur de Asia. Los análisis realizados a sus soldados no han encontrado ninguna prueba que así lo verifique. La Organización Mundial de la Salud se ha desentendido y ha proclamado que su prioridad es detener la epidemia y curar a los enfermos. Tiempo habrá para buscar el origen del brote: el cólera ha llegado a Haití dispuesto a quedarse muchos años.

Sea o no verdad, el jurado del pueblo ya habló. 'La gente de mi ciudad está furiosa', cuenta el estudiante Olaine Peera. 'Hay basura, piedras, botellas rotas por todas partes. Las guaguas no están llegando. Alguna gente quiere impedir que entre en la ciudad la comisión policial que viene desde Puerto Príncipe', añadió. El ministro de Interior, Paul Bien-Aimé, y el jefe de Policía, Mario Andresol, son los enviados por el presidente para calmar unos ánimos muy exacerbados.

Los primeros escarceos de la batalla campal de Cabo Haitiano comenzaron el domingo. Una masa enardecida boicoteó a pedrada limpia el mitin de un candidato oficialista al Parlamento en Barrier Boutelle.

La tensión tomó la calle y se disparó al día siguiente, cuando miles de manifestantes reunidos frente a uno de los campamentos de la Minustah lanzaron andanadas de piedras y botellas, respondidas por la policía haitiana con disparos al aire. Cascos azules chilenos acudieron al rescate de los agentes, lanzando gases lacrimógenos y balas de goma. Un haitiano resultó muerto en los enfrentamientos. Un segundo cadáver fue hallado horas más tarde. 'Actuamos en defensa propia', se justificó la ONU.

Una parte del pueblo haitiano mantiene cierta hostilidad contra los cascos azules asiáticos, a quienes acusan de ineficaces. La expulsión de cien soldados de Sri Lanka en 2007, acusados de pagar un dólar a niñas a cambio de sexo, agravó la situación. Incluso a los paquistaníes se les hace mofa con un 'beeee' al mejor estilo haitiano, imitando el balido de una oveja. Se les acusa de comer los chivos que andan sueltos por el campo, uno de los manjares más apreciados por los haitianos.

Haití se enfrenta a tamañaencrucijada cuando sólo faltan 11 días para votar al sustituto del presidente René Préval, el político que ha sido incapaz de traer algo de orden y cordura a un Estado que se hundió con gran parte de la capital tras el salvaje terremoto del 12 de enero que acabó con la vida de casi 300.000 personas.

La gran favorita, la senadora opositora Mirlande Manigat, volvió a insistir en las últimas horas acerca de las intenciones de Préval de retrasar las elecciones, algo que no sería bien visto por la comunidad internacional. Terremoto, epidemia, huracán y políticos. Demasiadas plagas para un solo pueblo.

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