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La contrarrevolución se consolida en Egipto

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Desde el golpe de estado del general Abdel Fattah al Sisi de hace 16 meses, la situación en Egipto se ha deteriorado paulatinamente mientras el nuevo régimen se ha empleado a fondo para contener la violencia callejera y la de los grupos que combaten con las armas el gobierno del ahora presidente Al Sisi con el objetivo de establecer un Estado islámico.

Todavía no se sabe cuándo tendrán lugar las elecciones legislativas y los analistas más cualificados indican que serán en febrero o poco después, pero de momento no hay fecha y el general Al Sisi no parece tener prisa por deshojar la margarita.

Varias organizaciones no gubernamentales egipcias e internacionales han denunciado que la situación es inadmisible. Precisamente ayer se inició la cumbre, que tiene lugar cada cuatro años auspiciada por las Naciones Unidas y que acoge a numerosas oenegés del interior y el exterior que trabajan en este país.

'Estamos profundamente preocupados con los pasos que ha dado Egipto y que han significado violaciones de los derechos de expresión, de asociación y asamblea pacíficas, y que han privado a millares de egipcios de garantías justas al ser juzgados', ha dicho el embajador estadounidense Keith Harper.

Para muchos, el clima de violencia es ahora mayor que el que había bajo el presidente Hosni Mubarak. Tras una breve transición, la primavera que acabó con Mubarak ha dado paso a un régimen más riguroso que se ha propuesto llevar la tranquilidad a Egipto al precio que sea, y su coste está siendo muy elevado.

Con todo, la situación no es tan grave como la que se da en otros países de la región, especialmente en Irak y Siria. Egipto es un país de referencia en el mundo árabe y son numerosos los líderes árabes, principalmente de la península arábiga, que tratan de que la situación no se les vaya de las manos.

Desde el golpe de Al Sisi han muerto centenares de policías y soldados, especialmente en la península del Sinaí, donde los incidentes se producen a diario y donde las fuerzas de seguridad llevan a cabo continuamente campañas contra los grupos islamistas que operan en la zona.

En el último incidente grave del 24 de octubre, la masacre de Karam al Qawadis, murieron 31 soldados en el ataque de las milicias Ansar Bayt al Maqdis. Fue la jornada más sangrienta para las fuerzas de seguridad desde hace nueve años. El Sinaí se encuentra en estado de sitio prácticamente y la vida se ha convertido en un infierno para quienes residen allí. Tras este incidente la militarización se ha extendido y un decreto del presidente Al Sisi del 27 de octubre estipula que los civiles pueden ser entregados a tribunales militares para ser juzgados, lo que en indica un claro agravamiento de la situación.

Otra decisión de Al Sisi ha sido la de destruir cientos de casas de egipcios que viven cerca de la Franja de Gaza, así como la de crear en esta zona fronteriza un cinturón que esté al cuidado de los militares y donde no residan civiles. El gobierno argumenta que hay casas cerca de la frontera con Gaza que se utilizan para facilitar la infiltración de islamistas desde la otra parte, donde gobierna la organización Hamás.

El incidente de Karam al Qawadis también ha llevado a un endurecimiento general de la actitud en relación a Hamás. Desde el primer día del golpe de Estado, Al Sisi ha tratado de complicar la vida a la organización palestina de todas las maneras posibles. En lo que va de año Egipto ha mantenido cerrado durante al menos 190 días el paso de Rafah, que es prácticamente el único lugar por donde pueden salir al exterior los palestinos de Gaza, ya que Israel mantiene casi completamente cerrados los pasos de su frontera con Gaza, y los dos países lo hacen con una perfecta coordinación.

Al Sisi acusa a Hamás de apoyar a los Hermanos Musulmanes, una organización que ha sido declarada 'terrorista' e ilegal en Egipto. El presidente egipcio ha arremetido con dureza contra Hamás y dentro de Egipto hay numerosos grupos que acusan a Al Sisi de conducir esa política siguiendo el dictado de Israel.

De hecho, la primera acción de Al Sisi tras el golpe de Estado fue destruir cientos de túneles que los palestinos utilizaban para hacer contrabando y burlar el bloqueo israelí. Hamás controlaba esos túneles y según al Sisi los utilizaba para exportar el terrorismo a Egipto.

Tras la invasión israelí de la Franja de Gaza el verano pasado, las cosas no han mejorado. Al Sisi continúa con la misma política con respecto a Hamás y la última prueba de ello es la orden de destruir cientos de casas en la frontera.

Las leyes de emergencia que ha dictado Al Sisi en los últimos días confirman que el camino elegido es el aplastamiento de los islamistas, pero también la represión de las divergencias en el seno de la sociedad.

El decreto presidencial señala en su primer artículo que el ejército estará presente en todos los lugares que las autoridades consideren necesarios, y se menciona explícitamente lugares civiles y públicos que hasta ahora estaban en manos de la policía.

Este proceso de militarización sin duda tendrá otras consecuencias puesto que el ejército hasta ahora se ha mostrado incapaz de hacer frente a la insurgencia, especialmente en el Sinaí, de manera que es muy posible que al decreto mencionado le sigan otros que profundicen en la misma línea.

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