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El corazón de la revolución árabe está en la plaza de la Liberación

Los egipcios se organizan en la céntrica rotonda de Tahrir para mantener viva la revolución

O. ABOU-KASSEM

Un modesto letrero pintado a rotulador sobre un cartón en el que se puede leer Bansiyún Al Horreya (pensión Libertad, en árabe) presenta el punto de encuentro de la familia Shalaby. El alojamiento se limita a una modesta tienda de campaña plantada en medio de la plaza Tahrir (Liberación, en árabe), en el centro de El Cairo.

A la entrada y coincidiendo con el toque de queda marcado por el Ejército egipcio, la familia Shalaby está representada por Fekreia, la madre, y Tarek y Nora, sus hijos. El clan Shalaby se ha hecho fuerte en medio de la rotonda y se ha organizado por turnos para, en compañía de sus amigos, mantener viva la protesta. Nora trabaja en el Museo Egipcio, situado en la misma plaza Tah-rir. 'Después de que el Ejército dijera que nunca nos atacará, estamos más tranquilos', dice sonriente.

Los manifestantes se encargan de los repartos de comida y de la seguridad

A la tienda se acerca Hatem, un amigo de Tarek, ambos veinteañeros. Nada más llegar, le pasa el teléfono a Fekreia para que explique a su madre que en la pensión Libertad estará a salvo. Con un ambiente primaveral, en lo político y en lo climático, la plaza sigue siendo el manifestódromo oficial de la revuelta egipcia. La rotonda que preside la plaza, con mucho barro sobre su escaso césped y sus tiendas de campaña, parece un minifestival de música con un toque hippy.

Apenas se producen momentos de tensión en el interior de la plaza. Todo lo contrario. En una escena que le hubiera encantado protagonizar a Bono, el cantante de U2, un grupo canta consignas a favor de la coexistencia entre cristianos y musulmanes. 'Todos somos egipcios', decía la banda frente a un local de una conocida cadena de comida rápida a base de pollo.

La oposición está empezando a articularse en todos los niveles. Además de organizar repartos de comida y bebida entre los asistentes para mantener alimentada la resistencia, han decidido ocuparse de la seguridad. En todos los accesos a la plaza, grupos de egipcios han organizado controles de acceso en los que se exige la presentación del documento de identidad y se practican cacheos. 'No queremos que entren infiltrados de Mubarak y ataquen a la gente o al Ejército, explica Ziad, un estudiante de Economía de 19 años. Ziad, como el resto de los vigilantes, está encantado de tener un cargo en la revuelta.

'No queremos que entren infiltrados de Mubarak y ataquen a la gente'

Entretanto, los soldados observan todos los movimientos y se limitan a dar instrucciones sobre qué calle tomar para entrar o salir de la plaza. Eso sí, ya no toleran que nadie se suba a los carros blindados como en las jornadas anteriores.

La coordinación funciona pese a que las autoridades mantienen el corte al acceso de internet desde el pasado viernes. Muchos de los jóvenes de la clase alta de la capital egipcia que acuden a las protestas empiezan a padecer síndrome de abstinencia al no poder acceder a la red a través de sus Blackberry.

El ritual sigue siendo el mismo en la plaza. Grupos de personas llegan cantando consignas desde primera hora, donde dan relevo a los que habían pasado la noche allí. Es frecuente que alguien sea subido a hombros y cante con un megáfono eslóganes contra Hosni Mubarak que son coreados de inmediato por todos los presentes.

Unos 40 abogados, todos vestidos con sus togas, también han llegado a la plaza. 'Mubarak tiene que dejar el país inmediatamente', proclama Sala Subri, un letrado que se declara partidario de los Hermanos Musulmanes.

Cerca de ellos cuelgan ahorcados de un semáforo dos muñecos de cartón imitando la imagen del todavía presidente de Egipto.

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