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El coro de las sirias que cantan a la luna

Raja Banout trata de paliar en Gaziantep (Turquía) los traumas provocados por la guerra y el exilio a través del canto. Así, las refugiadas ahuyentan la contienda y la muerte, pero también intentan construir redes de mujeres para una futura Siria sin Daesh ni Al Asad

El coro fundado por Raja Banout interpreta una canción en Gaziantep, al sur de Turquía.

CORINA TULBURE

GAZIANTEP (TURQUÍA).- Remah, Honada, Hala, Zena, Amera y Lames están en la barcaza que las lleva de Turquía a Grecia. Tienen miedo de cruzar el mar y deciden cantar. “No nos quedan lágrimas, es hora de empezar a cantar”, dice Raja Banout. Así lo hacen durante las tres horas de travesía.

Hace meses llegaron a Gaziantep, al sur de Turquía. En la ciudad se concentra una gran parte de la diáspora siria. Desde entonces, cantar se ha convertido en su lema para huir de los recuerdos. Cantan para ahuyentar la guerra y las muertes que las rodean. “Cada día nos enteramos de la desaparición de una amiga o una conocida en Siria”, cuenta Raja. Ella llegó a la ciudad con la idea de organizar un coro con las mujeres que escapaban de Siria y llegaban hasta allí.

Una de las chicas de este particular coro estuvo detenida en las cárceles de Asad, y su hermano falleció como consecuencia de las torturas recibidas. Decidió poner en el barco a su madre enferma, en silla de ruedas, y emprender rumbo a Europa. No tenía dinero para sobrevivir en Turquía. Lo mismo le ocurrió a una de sus compañeras, que subió al bote sola con sus dos hijos en busca del mejor destino en Europa.

La propia Raja dejó atrás su vida en Siria, donde organizaba conciertos y promovía actividades artísticas. Su familia está repartida ahora en cuatro países: sus hijas en Alemania y Suiza, su marido en Qatar, y ella en Turquía. De Siria se ha llevado la música y los olores. En su diminuto piso de Gaziantep, Raja guarda paquetes de café sirio que toma como antes de la guerra en Damasco: a sorbitos, escuchando a Fairuz y cantando.

Todo empezó al ver el dolor que la rodeaba. Las mujeres que llegan a Gaziantep muchas veces están solas con sus hijos. Sus maridos están muertos o luchando en Siria. Incluso las que llegan en familia se quedan solas, ya que los hombres prefieren ser los primeros en partir rumbo a Europa para reagrupar posteriormente a su familia en cuanto obtengan los papeles. Ellas se quedan a cargo de los niños y deben iniciar su vida en Gaziantep. Muchas veces tienen problemas para conseguir un alojamiento o un trabajo. En las calles de la ciudad se ven mujeres con niños mendigando.

En Turquía, los refugiados sirios no tienen el estatuto de refugiado y tampoco gozan todavía de un permiso de trabajo, sino que se les asigna un estatuto confuso de “invitados”. Debido a este amplio limbo legal, su vida depende del azar, los contactos y las personas que decidan darles empleo. Algunas mujeres pueden desarrollar su profesión sin el permiso de trabajo, incluso como médicos en clínicas privadas o en clínicas autogestionadas por los mismos sirios, pero muchas tienen problemas para afrontar el día a día y acaban trabajando en tiendas o pequeños talleres, sin poder sobrevivir con lo que se les paga cada semana.

Raja las acompaña: “Al ver a tantas mujeres sufriendo, pensé que debíamos curarnos a nosotras mismas de alguna manera”. Y eso es lo que hizo. Reunió a las mujeres que encontró en su mismo barrio y montaron un coro. Se juntaban para cantar: “Para mí fue muy fácil hacerlo. Es mi talento. Hablo con la gente siria en la calle, y en un mes ya tengo al grupo. Las mujeres me decían: ‘No, estamos llorando’. ‘Sí, por eso mismo, ven a cantar’, les explicaba”.

Su coro se llama Haneen, que significa “nostalgia”, y en él cantan canciones tradicionales sirias. Raja reconoce que el coro ha funcionado como cura psicológica, porque “las mujeres se sienten mejor y sus vidas cambian muchísimo tras sumarse al grupo. Aceptan su vida y su sufrimiento. Las mujeres salen de su casa y de su depresión, y empiezan a encontrar trabajo”.

Un mapa dibujado a medida de una canción

Trece de las mujeres que integraban el coro ya han partido de Turquía a Europa. Ahora ayudan a otras mujeres sirias, que encuentran en su camino, a cantar su dolor. Raja ha viajado a Alemania a ver a su hija, y a Suiza, donde ha dado a otras mujeres refugiadas las claves para montar su propio coro. “Yo solo les he mostrado que lo pueden hacer ellas mismas. Estamos esparcidas por Siria, Turquía y toda Europa. Pero cantamos la misma canción. Así estamos juntas”. Frente al horror vivido y el futuro lleno de fronteras, el coro les ha permitido tejer una red para aliviar sus traumas, encontrar casa o trabajo y salir adelante en Turquía y en Europa.

El nuevo acuerdo firmado en Bruselas, que prevé la deportación de los refugiados a Turquía, aumenta los temores de las activistas sirias: “Turquía acepta las cláusulas del acuerdo porque así la gente de Turquía podrá entrar en Europa sin visado, además del dinero recibido. Aquí hay gente que pide al Gobierno turco una solución para los sirios. De aquí a unos meses ya veremos la reacción de la calle”, explica Gulestan Shamdin, de la organización White Hats, que rescata a mujeres raptadas por el Daesh y trabaja conjuntamente con Raja.

“Europa debe presionar para que acabe la guerra y se establezcan áreas seguras dentro de Siria donde la gente desplazada pueda vivir”, prosigue. Para Raja, el acuerdo tiene una sola finalidad: “Aumentar el sufrimiento de la gente. Me cuesta comprender lo que está pasando y a veces pienso que algunos disfrutan al ver el sufrimiento de los civiles sirios. Las conversaciones de Ginebra no avanzan y Europa no quiere recibir a los refugiados. Nadie nos quiere, me siento culpable por ser siria, ¿qué deberíamos hacer? Todas las soluciones que se han propuesto hasta ahora para los refugiados o para acabar con la guerra en Siria son absurdas”.

Ante la falta de solución política, Raja rescata a las mujeres refugiadas de Gaziantep de sus traumas. Insiste que la primera función de su coro ha sido psicológica, aunque su meta es dar a conocer a nivel político la situación de las mujeres sirias refugiadas: “Se llama Nostalgia porque muchas mujeres sienten que la vida que tenían se ha acabado. No pueden seguir. Cantar les ayuda a recuperar este pasado, aunque lloran cuando cantan. Al principio cantábamos canciones sirias, que tocaban el corazón, canciones muy sensibles. Después de la primera sesión me decían: sí, continuaré”.

Además de curar el trauma psicológico, Raja quiere construir redes de mujeres para una futura Siria: “Nosotras no podemos hacer nada más. Debemos mantenernos fuertes mientras estemos en el exilio para poder reconstruir Siria después, sin Daesh y sin Asad. Sin criminales y sin gente que mate a los que no están de acuerdo con sus ideas”.

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