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Las cosechas perdidas de los palestinos de Beit Furik

Los colonos judíos más radicales del norte de Cisjordania, protegidos por el Ejército, el Gobierno y el sistema judicial israelí, atemorizan a los campesinos con ataques, que incluso incluyen asesinatos, que se han ido repro

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Desde una mediana colina que se ondula suavemente en el norte de la Cisjordania ocupada se ve a un lado el pueblo palestino de Beit Furik, que tiene unos diez mil habitantes, y al otro lado el asentamiento judío de Itamar, establecido en mitad de los años ochenta por un grupo de israelíes religiosos de Gush Emunim, y que ahora cuenta con 1.100 habitantes.

En las colinas más altas que quedan a la izquierda, encima de los olivos, hay media docena de 'colonias salvajes' que algunos colonos jóvenes han establecido en los últimos años. Las habitan grupos pequeños de colonos y no han sido 'autorizadas' formalmente por Israel, aunque el Ejército las protege y en la práctica son pequeños asentamientos que más pronto o más tarde serán 'autorizados' por el gobierno israelí.

Las oliveras que se ven desde aquí en dirección de los cuatro puntos cardinales son propiedad de campesinos de Beit Furik, pero durante la última década esos campesinos no han podido cultivarlas con libertad. Algunos se han aventurado a ir ocasionalmente hasta sus olivos pero la mayoría, por miedo, ni siquiera han podido recoger las cosechas.

'Cuando nos acercamos a los olivos los colonos salen armados y nos amenazan'

Es el caso de Isa Rashid, que posee 15 dunam (una medida otomana que equivale a 1.000 metros cuadrados). En la última temporada solo recogió una parte de su cosecha puesto que cada vez que los colonos lo veían iban a por él y tenía que escaparse corriendo con las olivas que había recogido hasta ese momento. Fawzi Musa es otro campesino de Beit Furik. Tiene 72 años y posee 200 dunam de olivos y algunas higueras. 'Cuando nos acercamos a los olivos los colonos salen armados y nos amenazan. Tenemos que marcharnos rápidamente', dice. Hace once años los colonos mataron a Farid, hermano de Fawzi, mientras recogía la cosecha.

A menudo colonos y campesinos juegan al ratón y al gato, aunque se trata de un juego peligroso para los campesinos, un juego que puede terminar con la vida de algún palestino puesto que los colonos no se andan con bromas y se sienten protegidos por el Ejército, por el gobierno y por el sistema judicial, en tanto que la comunidad internacional mira para otro lado. El último ataque se produjo ayer. Un grupo de colonos quemó 130 olivos aprovechando que los palestinos se encontraban en una mezquita durante el tradicional rezo del viernes. Por lo menos, esta vez no hubo heridos.

A los colonos de la zona se les conoce precisamente en hebreo como 'noar hagvaot', que significa 'jóvenes de las colinas'. Constituyen una clase específica de colonos que se cuentan entre los más radicales. A menudo abandonan las grandes colonias 'autorizadas' por el gobierno israelí para fundar sus propias 'colonias salvajes'. El norte de Cisjordania está plagado de estas colonias salvajes.

Desde la agreste colina se ve a dos jeeps del Ejército que se aproximan. Quieren ver qué ocurre y también dejarse ver por los campesinos, quieren que los palestinos sepan que los soldados siempre están vigilantes. Desde la izquierda, encima de las colinas más altas, también vigilan grupos de 'jóvenes de las colinas' que no quieren que los campesinos recojan sus cosechas.

Los 'jóvenes de las colinas' constituyen un tipo de colono que se cuentan entre los más radicales 

El jueves 6 de agosto de 2012 ha sido el primer día desde hace diez años que los campesinos, acompañados por un grupo de periodistas internacionales, han podido visitar sus tierras con cierta libertad. Esto ha sido posible porque el Tribunal Supremo de Israel acaba de dictaminar que los campesinos tienen derecho a ir a sus campos, o más exactamente, a una parte de ellos. Una organización no gubernamental israelí, Yesh Din, que significa ‘Hay Justicia', lo ha hecho posible después de un litigio que ha durado casi cinco años.

'El Ejército ayuda a los colonos más radicales a ocupar la tierra , algo que no solamente es ilegal sino también inmoral', dice Michael Sfard, uno de los cuatro abogados de Hay Justicia que han defendido los derechos de los campesinos. 'La sentencia del Supremo ha roto un circulo vicioso que en Beit Furik funcionaba de la siguiente manera: 1) los colonos dirigían su violencia contra los palestinos de la zona; 2) El Ejército denegaba el acceso de los campesinos a sus campos; 3) El Ejército intervenía para favorecer a los colonos; 4) Se consolidaba la ocupación de la tierra y 5) Los colonos volvían a practicar más violencia contra los campesinos', explica el abogado Sfard.

Una parte de los campos han sido vallados por los colonos, una medida que el Supremo ha calificado de 'ilegal'. Con todo, los campesinos están atemorizados y muchos dudan de que la sentencia del Supremo se aplique. Numerosos precedentes muestran que los colonos no siempre respetan las decisiones de los tribunales israelíes, y aunque el abogado Sfard se muestra optimista, muchos campesinos dudan de que los colonos les permitan acercarse a sus tierras.

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