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¿Están en crisis los partidos verdes europeos?

Los dos grandes partidos verdes europeos, el alemán y el austriaco, han sufrido un rápido desgaste político en el último año. Con su entrada en un gobierno de coalición con conservadores y liberales, Los Verdes alemanes cerrarán este año su giro neoliberal. En Austria, mientras tanto, el partido se ha desgarrado y convertido en fuerza extraparlamentaria

Los líderes de Los Verdes Alemanes, Katrin Goering-Eckardt and Cem Ozdemir, prestan declaraciones a los medios en Berlín./REUTERS

Àngel Ferrero

Hasta no hace mucho, los dos principales partidos verdes europeos parecían tener un radiante futuro delante suyo. En el año 2009 Los Verdes alemanes alcanzaron su mejor resultado histórico en unas elecciones federales con un 10,7% de los votos, y dos años después Winfried Krestchmann se convertía en el primer ministro-presidente verde de un Land alemán, concretamente el de Baden-Württemberg, el más rico y poblado de Alemania y un feudo histórico de los cristianodemócratas. Los índices de intención de voto se dispararon y los medios de comunicación especularon incluso con la posibilidad de un sorpasso a los socialdemócratas y el nombramiento del primer canciller federal verde de Europa.

En Austria, Los Verdes consiguieron el año pasado que su antiguo candidato a la cancillería, Alexander Van der Bellen, ganase las elecciones presidenciales de Austria, imponiéndose tanto a los tradicionales candidatos de la socialdemocracia y la cristianodemocracia como al de la derecha nacional-populista, Norbert Hofer.

Un año después el cuadro resulta menos alentador: Los Verdes han sido barridos del Parlamento en Austria, mientras en Alemania, a la hora de escribir estas líneas, negocian una coalición de gobierno con conservadores y liberales que podría erosionar todavía más –especialmente fuera de Alemania– su imagen de partido de centro-izquierda.

Alemania: ‘Jamaica’, billete de ida

En su último congreso, celebrado en junio de 2016, Los Verdes eligieron como presidentes de la formación a Cem Özdemir y Simone Peter. Los militantes señalaban así su abandono del tradicional intento de mantener un doble equilibrio en su presidencia (hombre/mujer, izquierda/derecha), apostando por una dirección completamente escorada a la derecha y partidaria de gobernar con el partido de Angela Merkel.

Özdemir, calificado años atrás por la prensa como “el Obama alemán” por sus orígenes turcos circasianos, es un claro representante de ese ala del partido vinculada al neoliberalismo y la política exterior intervencionista estadounidense: beneficiario del programa de becas Transatlantic Fellows del German Marshall Fund y miembro de Atlantik-Brücke –otro think tank que promueve las “relaciones transatlánticas”–, en 2004 fue uno de los firmantes de una carta del neoconservador Project for the New American Century (PNAC) dirigida a los jefes de estado de la Unión Europea y la OTAN para que incrementasen su presión política y económica sobre Rusia. En una entrevista con el semanario Der Spiegel en 2016 se mostró asimismo partidario de una intervención militar en Siria.

Simone Peter, por su parte, fue titular de la cartera de Medio Ambiente, Energía y Transporte del gobierno del Land del Sarre durante la ‘coalición Jamaica’, llamada así por los colores históricamente asociados a los cristianodemócratas (negro), liberales (amarillo) y verdes, que coinciden con los de la bandera del país caribeño.

Esta coalición estuvo marcada por la polémica, y no solamente por motivos ideológicos: en 2010 los medios locales revelaron las conexiones del presidente de Los Verdes en el Sarre, Hubert Ulrich, con Thomas Ostermann, un empresario vinculado a los liberales. Más tarde se descubrió además que Ostermann había donado dinero a la campaña de todos los partidos, a excepción de La Izquierda y el Partido Pirata, con el objetivo de influir en ellos. A pesar de los malos resultados en el Sarre, Los Verdes acordaron en junio de 2017 entrar en esa misma coalición tripartita tras las elecciones en el estado federado de Schleswig-Holstein.

Conservadores, liberales y verdes están condenados a entenderse, puesto que los socialdemócratas han renunciado públicamente a reeditar una Gran coalición

Ahora Los Verdes previsiblemente cerrarán una ‘coalición Jamaica’ a nivel federal. Conservadores, liberales y verdes están condenados a entenderse, puesto que los socialdemócratas han renunciado públicamente a reeditar una Gran coalición y nadie parece estar dispuesto a repetir las elecciones bajo la sombra de la amenaza de una pujante ultraderecha, representada por Alternativa para Alemania (AfD). Como socio más débil, a Los Verdes les corresponderían dos ministerios, uno de ellos con toda probabilidad el de Medio Ambiente. Poco tienen que ofrecer Los Verdes salvo superar “a todos los demás a la hora de arrojar gasolina al fuego en los puntos calientes” del planeta, escribe Victor Grossman, recordando cómo la formación ecologista ha sido todos estos años punta de lanza de esta política intervencionista, reclamando recurrentemente la presencia militar occidental en Yugoslavia, Libia, Ucrania y Siria, siempre bajo manto humanitario.

La crisis de identidad de Los Verdes alemanes es clara. Algunas de sus viejas demandas han sido asimiladas desde hace tiempo por el resto de partidos e incluso por el gobierno –como la desconexión nuclear–, mientras que otras, como el cierre de las minas de carbón y la prohibición de los automóviles de gasolina y diésel a partir de 2030 no prosperan debido a la presión de las industrias pesada y automovilística. Kretschmann, representante de un Land con fuertes intereses en ese sector, fue sorprendido en vídeo durante el último congreso calificando la iniciativa de poco realista. “No tienen ninguna idea, pero dicen que se puede conseguir a partir de 2030”, comentó Kretschmann al describir las dificultades logísticas del proceso, tras lo cual amenazó con no participar en la campaña electoral. La falta de acuerdo entre corrientes quedó enterrada en un eslógan completamente vacío de contenido político: “El futuro se hace de coraje” (Zukunft wird aus Mut gemacht).

Lejos quedan los días en que Los Verdes se presentaban al mundo como un partido de referencia para la izquierda alternativa: ecologista, asambleario y con una agenda basada en la redistribución económica, el pacifismo y la neutralidad en las relaciones internacionales. Hoy el partido tiene sus caladeros de votos más importantes en los barrios gentrificados de las principales ciudades alemanas mientras la edad del militante envejece –50 años según el censo de 2015– y las posiciones se vuelven más conservadoras. Lo que no impide que a cada contienda electoral reciclen, con mayor o menor fortuna, la imagen de partido joven y dinámico, al que uno vota sobre todo para sentirse bien consigo mismo.

Crecientemente amenazados por la posibilidad de verse superados en votos y escaños por La Izquierda, su tabla de salvación –funcionar como partido bisagra– puede acabar revelándose como un lastre que los envíe al fondo del mar: sabido es que todos los socios de Angela Merkel en el gobierno han perdido votos en las siguientes elecciones. En eso mismo consiste la paradoja de Los Verdes alemanes: cuanto más cerca están del poder, mayor puede ser su crisis. Cuando el objetivo de un partido es la mera supervivencia institucional y no la reforma y el cambio social, el acomodamiento y la renuncia son prácticamente inevitables, y los votantes, por lo general, dan cuenta de ello.

Austria: del todo a la nada

A pesar de sus disputas internas y contradicciones ideológicas, Los Verdes austriacos seguramente contemplen con envidia a sus colegas alemanes. En las elecciones del pasado mes de octubre la formación ecologista sufrió una auténtica debacle: Los Verdes perdieron más de 8 puntos y cayeron de un 12,4% a un 3,8%, quedando por debajo del porcentaje necesario para entrar en el Parlamento. En 24 horas Los Verdes austriacos perdieron sus 24 escaños y se convirtieron en fuerza extraparlamentaria. Peor todavía: las negociaciones en curso entre los cristianodemócratas (ÖVP) y la derecha nacional-populista (FPÖ) para formar gobierno podrían acabar por ofrecer a las cámaras la escena del presidente austriaco y antiguo candidato verde, Alexander Van der Bellen, dando, incómodo, su beneplácito formal a un gobierno que se encuentra en sus antípodas ideológicas y que incluso podría tener a su antiguo contrincante en las presidenciales, Norbert Hofer, como ministro de Exteriores.

La de Los Verdes austriacos –cuyo perfil e historia son similares al de los alemanes– era prácticamente una derrota anunciada. Tras una larga disputa interna, en marzo las juventudes del partido se separaron de la formación, provocando una crisis interna. Su portavoz, Flora Petrik, renunció a comienzos de abril al cargo y abandonó Los Verdes junto con otros miembros. Dos meses después Petrik reapareció para anunciar que su escisión por la izquierda se presentaría a las elecciones en coalición con el Partido Comunista de Austria (KPÖ) bajo el nombre de KPÖ-PLUS. Aunque diarios como Der Standard barajaron la posibilidad de que la coalición sirviese de embrión para un futuro partido de la izquierda austriaca, siguiendo el modelo alemán, KPÖ-PLUS empeoró sus resultados con respecto a los anteriores comicios y se quedó por debajo del 1%.

Los malos resultados de Los Verdes en Austria se explican en la LISTA PILZ, un partido de reciente creación formado por el exdiputado verde Peter Pilz

El motivo de los malos resultados tanto de Los Verdes como de KPÖ-PLUS hay que buscarlo en la LISTA PILZ, un partido de reciente creación formado por el exdiputado verde Peter Pilz. Carismático y considerado por muchos como populista, Pilz había chocado con la cúpula del partido por su fuerte personalidad y su defensa de una política migratoria y de asilo más restrictiva. Luego que en el congreso previo a las elecciones no se le ofreciese el cuarto puesto en la lista y rechazase ser relegado al sexto, Pilz abandonó Los Verdes y anunció el 26 de julio la fundación de su propio partido.

El exdiputado verde Peter Pilz./REUTERS

El exdiputado verde Peter Pilz./REUTERS

Con esta segunda escisión de Los Verdes, Pilz consiguió sin apenas invertir dinero en su campaña electoral –presentaron un único modelo de cartel– arrebatar los suficientes apoyos a su antigua formación –hasta 67.000, según un estudio del Instituto SORA sobre la fluctuación de voto– y entrar en el Parlamento con 8 diputados y un 4,41% de los votos.

La LISTA PILZ incluyó en su programa reivindicaciones como el establecimiento de la semana laboral de 35 horas, el aumento de los impuestos a las grandes empresas o un embargo de armas contra Arabia Saudí. En materia de asilo, Pilz –quien se define como “ni de izquierdas ni de derechas”, sino como “radicalmente pragmático”– defendió, no sin polémica, la creación de vías legales para el registro y la llegada de refugiados desde campos situados en países extracomunitarios.

Antes de Petrik y Pilz, Los Verdes ya habían acusado la baja de su diputado Efgani Dönmez, que se presentó en la nueva lista de los cristianodemócratas como experto en inmigración y asilo. Dönmez, de origen turco, había sido meses atrás objeto de polémica por sus declaraciones sobre la política de inmigración y religiosa de su partido, al que acusó de “doble moral” y de “mutar en dirección a una secta”. Para Dönmez, Los Verdes austriacos critican el ascenso de la ultraderecha mientras toleran “corrientes nacional-islamistas” que “gritan por las calles de Viena ‘somos soldados de Erdogan’”.

En 2011 Jutta Ditfurth ajustó cuentas duramente con el partido que ayudó a fundar con un libro titulado Krieg, Atom, Armut. Was sie reden, was sie tun: Die Grünen [Guerra, energía atómica, pobreza. Lo que dicen, lo que hacen: Los Verdes]. “Todos los partidos decepcionan en algo a sus votantes”, dijo entonces, “pero no hay ningún partido que mantenga una diferencia tan enorme entre su imagen y la realidad”.

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