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La degradación de Brasil tras un año del 'impeachment' contra Dilma Rousseff

El aumento del desempleo, del número de pobres y los recortes sociales han definido el primer año de gobierno Temer, en el que los escándalos de corrupción han hecho que hasta siete ministros abandonaran su cargo.

El presidente de Brasil, Michel temer, habla a la audiencia en la Conferencia del Acero de Brasil /REUTERS (Adriano Machado)

Agnese Marra

Hace un año Michel Temer asumió la presidencia de Brasil con senadores y diputados que se turnaban para hacerse selfis con el nuevo presidente. Abrazos, risas y un discurso de apenas diez minutos cerraron el acto de pose de gobierno. Temer tenía prisa por marcharse a China para tener su primer encuentro como mandatario oficial y poder comenzar los primeros negocios con uno de los principales socios del país.

En aquel entonces Michel Temer y los 61 senadores que votaron a favor del impeachment contra Rousseff y le daban así la presidencia al líder del PMDB, aseguraron que a partir de ese momento el país recuperaría la gobernabilidad en el Legislativo y la credibilidad de los ciudadanos. Auguraron el fin de la corrupción y el crecimiento económico. Las previsiones no podían estar más equivocadas.

Doce meses después pocos congresistas quieren hacerse una foto al lado del presidente y las risas se han apagado en el Palacio de Planalto. Desde que el pasado julio la Procuraduría General de la República (PGR) acusó a Temer de corrupción pasiva y le convirtió en el primer presidente en ser denunciado por delitos ocurridos en el ejercicio de su mandato, tres partidos de la base aliada le han abandonado, y otros dos amenazan con marcharse.

Ahora es Temer quien tiene una denuncia por un delito penal y sobre el que pesan veinticinco pedidos de 'impeachment'

El día a día del mandatario se ha convertido en un trajín de reuniones e intercambios de favores para mantener el frágil apoyo que le queda en el Congreso. De lo sucedido aquel 31 de agosto de 2016 solo queda el mismo viaje a China, que acaba de emprender el líder del Ejecutivo para reunirse en el encuentro de los Brics y ofrecer a los asiáticos el catálogo de privatizaciones que ha puesto en marcha.

Los escándalos de corrupción que investiga la operación Lava Jato desde hace tres años, relacionados con los desvíos de dinero de la semi estatal Petrobrás, han salpicado de lleno al nuevo Ejecutivo. En el primer mes de mandato tres ministros tuvieron que dimitir y en los siguientes meses otros cuatro abandonaron el cargo por diversas denuncias de corrupción.

Michel Temer, felicitado por algunos senadores tras la destitución de la mandataria Dilma Rousseff. - EFE

Michel Temer, felicitado por algunos senadores tras la destitución de la mandataria Dilma Rousseff. - EFE

El principal articulador del impeachment, el ex presidente de la Cámara de los Diputados y ex aliado de Temer, Eduardo Cunha, lleva diez meses en la cárcel. Paradójicamente la ex presidenta Rousseff ha salido ilesa de dos de las causas que tenían contra ella en la investigación Lava Jato. A día de hoy es Temer quien tiene una denuncia por un delito penal (no administrativo como fue el caso de la petista) y sobre el que pesan veinticinco pedidos de impeachment plantados sobre la mesa del líder de la Cámara, Rodrigo Maia, y enviados desde de partidos de la oposición y desde la Orden de Abogados de Brasil (OAB).

Una segunda votación por otra de las dos causas que tiene pendientes podría no ser perdonada

La votación del pasado 2 de agosto en la Cámara de los Diputados donde se cuestionaba si el presidente debía ser o no investigado por el Tribunal Supremo en relación a la acusación de corrupción pasiva, mostró que a Temer todavía le quedan aliados, pero menos de lo que pensaba. Fuentes de Brasilia aseguran que una segunda votación por otra de las dos causas que tiene pendientes (organización criminal y obstrucción a la Justicia), podría no ser perdonada. “Lo que vimos en aquella votación fue cómo Temer compró la gobernabilidad a golpe de talonario, ofreciendo enmiendas y favores a los diputados para tenerlos de su lado. Por lo tanto es una gobernabilidad muy frágil”, opina la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Sao Paulo (UNIFESP), Esther Solano.

Diputados de la oposición en la cámara baja del Congreso brasileño levatan una maleta con dinero falso antes de la votación en la que se rechazó que el Tribunal Supremo juzgue al presidente Temer por corrupción /REUTERS (Adriano Machado)

Diputados de la oposición en la cámara baja del Congreso brasileño levatan una maleta con dinero falso antes de la votación en la que se rechazó que el Tribunal Supremo juzgue al presidente Temer por corrupción /REUTERS (Adriano Machado)

Medidas impopulares

Si en el Legislativo se le escapan los apoyos, en las calles apenas tiene un 5% de aprobación popular, la más baja de la historia de un presidente desde la redemocratización del país. Pero el mandatario no ha dado su brazo a torcer ante las críticas y ha conseguido aprobar al menos dos medidas impopulares que según diversos politólogos nunca habrían sido ratificadas con el voto de las urnas: “Esa es la ventaja que tiene Temer, no ha sido un presidente electo y hace lo que quiere sin que le importe lo que piense la población”, dice el profesor de Comunicación Política de la Universidad Federal de Bahía, Wilson Gomes.

La primera de ellas fue la aprobación el pasado mes de diciembre de la conocida como “Ley del techo al gasto público”, que congela la inversión en servicios públicos durante los próximos veinte años. Los presupuestos solo aumentarán en función del reajuste de la inflación del año anterior, lo que supone un incremento mínimo para carteras como Sanidad o Educación.

La reforma laboral aprobada el pasado mes de junio ha sido otras de las medidas más criticadas. La nueva ley modifica las condiciones de negociación de modo que lo acordado entre la empresa y el trabajador prevalezca por encima de lo legislado, en una apuesta por legalizar la flexibilización laboral que ha provocado la indignación de sindicatos y oposición.

Además de las polémicas políticas que afectan a la calidad de vida y laboral de los brasileños, las cifras de desempleo también son desalentadoras. Un 13% de la población del está sin trabajo, el número más alto de los últimos quince años. Las cifras de la pobreza también han crecido y según cálculos del Banco Mundial a finales del año Brasil tendrá entre 2,5 y 3,6 millones de “nuevos pobres”.

Pero ni el desempleo ni el empeoramiento de los servicios públicos han evitado que el Ejecutivo haya hecho en el último año un recorte de la ayuda estatal de Bolsa Familia que ha afectado a 356.000 familias. El propio Banco Mundial alertó al gobierno brasileño que si quería disminuir la previsión de pobreza en el país debería invertir en el programa de Bolsa Familia, creado durante el primer gobierno Lula. Temer hizo oídos sordos.

La apuesta por el sector privado y su preocupación por “recuperar la confianza de los inversores extranjeros” ha hecho de las privatizaciones uno de los pilares del Ejecutivo. La semana pesada el presidente anunció la venta de 57 empresas que incluyen servicios como aeropuertos, carreteras, puertos, líneas de transmisión de energía, y la Casa de la Moneda. Estos días presentará a China las opciones que tiene para hacerse con algunos de los servicios públicos más cotizados como parte de la estatal energética Petrobras.

Manifestantes protestan contra el presidente Michel Temer frente al edificio del Congreso Nacional. - EFE

Manifestantes protestan contra el presidente Michel Temer frente al edificio del Congreso Nacional. - EFE

El vale todo y el triunfo de la anti política

El 95% de desaprobación del gobierno Temer no se ha sentido en las calles. Según la profesora Solano, “el cansancio, la decepción ante diversos partidos inmersos en escándalos de corrupción y la sensación de no poder frenar las medidas impopulares” han provocado que ya no se den las grandes manifestaciones que se veían contra Dilma Rousseff.

El 'impeachment' fue “una maniobra política” que “intentó frenar” las investigaciones de Lava Jato

Para la socióloga un año después ha quedado claro que el impeachment fue “una maniobra política” que con ayuda del poder judicial y empresarial (según confirmaban unas grabaciones de Romero Jucá, mano derecha de Temer) “intentó frenar” las investigaciones de Lava Jato: “Dilma fue un chivo expiatorio, eso ya lo sabemos todos”, sigue Solano, para quien la “sensación del vale todo” ha generado una fragilidad no solo en el sistema político como en el judicial: “Una de las consecuencias más graves del impeachment ha sido que la sociedad ha visto cómo tanto el congreso como el poder judicial han maniobrado a su antojo. Eso genera una desconfianza enorme entre el electorado que siente que no puede confiar en ninguno de los tres poderes”.

Según la socióloga esa decepción unida al aumento de la pobreza y al recrudecimiento de la crisis económica hace que los brasileños empiecen a fijarse en nuevos candidatos que defienden el movimiento anticorrupción y se definen como anti políticos. Sería el caso del alcalde de Sao Paulo, el empresario João Doria, o del diputado Jair Bolsonaro, ex militar que aboga por la educación militarista, se postula como “el único limpio del Legislativo” y coquetea con las Fuerzas Armadas, las cuales tienen el 68% de aprobación y apoyo de la población, frente a casi un 80% que rechaza a los actuales partidos, al sistema electoral y al Congreso, según datos recientes del Ibope.

Un año después de su llegada a la presidencia las promesas cumplidas de Michel Temer han respondido al apoyo del mercado financiero con una apuesta por la flexibilización laboral, el ajuste fiscal y las privatizaciones. Aquellas relacionadas con la paz social, la mejora económica, la gobernabilidad o la lucha contra la corrupción han caído en saco roto. La inestabilidad en Brasil está más presente que nunca y el futuro se perfila incierto.

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