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Demostración de fuerza popular en Tahrir contra los militares egipcios

La simbólica plaza de El Cairo vive la mayor concentración de manifestantes desde la caída del dictador Mubarak

RICARD GONZÁLEZ

La oposición al Gobierno de la Junta Militar egipcia volvió a hacer una gran demostración de fuerza al desbordar los límites de la plaza Tahrir de El Cairo en la manifestación más multitudinaria desde la caída del raís Hosni Mubarak. Su mensaje fue muy alto y claro: los manifestantes no aceptan el nombramiento del nuevo primer ministro, Kamal Ganzuri, como salida a la crisis actual, sino que quieren el final de la tutela militar sobre la política del país

El éxito de la convocatoria, que fue seguida en todas las grandes ciudades del país, representa un bofetón a la Junta que preside el mariscal Husein Tantawi, pues en los últimos días se había esforzado en negar que los activistas de la plaza Tahrir representen el sentir de la sociedad egipcia.

Al lado de la impresionante movilización de decenas de miles de personas en Tahrir, una manifestación a favor del Ejército celebrada en la plaza Abbasiya, en otro barrio de la capital, palidecía al no ser capaz de reunir a más de 5.000 seguidores del régimen.

De nada sirvió el mensaje televisado de Ganzuri en el que intentó convencer a la sociedad que su Gobierno no será una marioneta en manos de los generales que administran el país desde hace nueve meses. 'Los poderes que me han sido asignados exceden cualquier mandato similar. Voy a asumir una autoridad plena para poder servir a mi país', proclamó con un tono de voz cansado.

El nuevo primer ministro, Ganzuri, asegura tener una 'autoridad plena'

Ganzuri, de 78 años, está íntimamente conectado con el régimen Mubarak, pues ya ejerció de primer ministro entre 1996 y 1999. Así pues, sus opciones de convertirse en una figura legítima a ojos de la mayoría de la población egipcia son prácticamente nulas.

'No queremos saber nada de ningún político que esté manchado por haber colaborado con el régimen de Mubarak', explicaba Mustafá, un joven estudiante de Económicas, de 20 años y que, como la mayoría de los activistas, se define como independiente y crítico con la actuación de los partidos políticos durante los últimos días.

Incluso los islamistas Hermanos Musulmanes, que no secundaron la manifestación de Tahrir, rechazaron que Ganzuri pueda ser una figura válida para liderar un Gobierno de concentración nacional. 'El próximo primer ministro debería gozar de la aceptación de todas las fuerzas políticas', rezaba la declaración oficial de la organización.

En cambio, un asunto que divide a las fuerzas políticas es la conveniencia de celebrar las elecciones de acuerdo con el calendario previsto, habida cuenta del clima enrarecido que se respira en el país tras la última semana de enfrentamientos. Mientras varios partidos laicos dudan de si seguir los pasos del Partido Social Demócrata, que ha anunciado que boicoterá los comicios, los islamistas apuestan por ir a las urnas, pues están convencidos de que lograrán una gran victoria.

Liberada de las sirenas de las ambulancias y de la tensión de las cargas policiales continuas, Tahrir se convirtió en una gran ágora en la que ciudadanos de toda edad y condición discutían sobre los próximos pasos a dar. La cuestión más controvertida era el posible boicot de las elecciones legislativas. 'Se deberían aplazar. No existen las condiciones de seguridad mínimas para organizarlas', sostenía Ashraf Yahia, un taxista de 47 años, en un corrillo formado por cinco hombres que parecían coincidir con él.

La oposición se plantea el boicot a las legislativas que comienzan el lunes

'Además, no tenemos una sistema electoral justo, ya que permite que se presenten los exmiembros del partido de Mubarak', añadía. Si bien la Junta Militar aprobó esta semana una ley que prohíbe las candidaturas de exseguidores de Mubarak acusados de corrupción, la invalidación de sus candidaturas sólo puede obtenerse a través de una orden judicial, por lo que no hay tiempo para hacerla efectiva.

La conversación subió de decibelios cuando se sumó Alaa Abu Saif, un contable que lucía una larga barba, y al que acompañaba su esposa, ataviada con el niqab o velo integral. 'Es necesario celebrar las elecciones e ir a votar. Es la mejor forma para poner fin al Gobierno militar', afirmaba Abu Saif, simpatizante de los movimientos islamistas.

La Junta Militar anunció que las tres citas electorales sucesivas se celebrarán en dos días cada una, en vez de una sola jornada, como estaba previsto, ante la situación de inestabilidad. Pero en Tahrir los jóvenes siguieron coreando lemas contra la Junta. 'Mariscal, mariscal, escucha la voz de la plaza Tahrir', gritaba un chico con la bandera egipcia atada en la cabeza y que se encargaba de liderar los coros. Sobre sus cabezas, un gran cartel recogía las fotos de los mártires de la segunda ola revolucionaria.

Otra pancarta enlazada a dos farolas a la entrada de la calle Mohamed Mahmud, proponía rebautizarla como la 'calle de los mártires'. Esta vía que conduce al Ministerio de Interior es donde se produjeron los enfrentamientos más sangrientos entre revolucionarios y fuerzas del orden y donde perdieron la vida numerosos activistas.

Los revolucionarios de Tahrir recibieron el primer espaldarazo claro a sus demandas por parte de Washington. En un comunicado, la Casa Blanca pidió a la Junta Militar el traspaso del poder a una autoridad civil 'lo antes posible'. Perdida la confianza del pueblo egipcio, a Tantawi no le queda ni el apoyo de su gran aliado estadounidense.

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