Público
Público

Elecciones Alemania 2017 La ultraderecha, a las puertas del Bundestag por primera vez desde el nazismo

Pese a perder fuelle tras una crisis interna, Alternativa para Alemania puede superar el 10% de los votos y está protagonizando la mejor remontada entre los partidos en la recta final de la campaña electoral. Con un programa antinmigración, islamófobo y euroescéptico, se da por segura su entrada en el Parlamento como tercera fuerza y, posiblemente, líder de la oposición.

Los candidatos del partido ultraderechista y antinmigración AfD, Alexander Gauland y Alice Weidel, asisten a una conferencia de prensa en Berlín, Alemania.- REUTERS / Axel Schmidt

De nuevo la inmigración vuelve a erigirse como un factor decisivo en la vida política de un país europeo, algo que debería llamar a la reflexión de los dirigentes en lo que concierne a la gestión de los movimientos migratorios recientes. Pero, en este caso, no se trata de cualquier país. Alemania, la locomotora de Europa y el país con más peso en el rumbo de la UE, celebra este domingo sus elecciones federales y, según las encuestas, hay dos cosas claras: Angela Merkel volverá a ser canciller y la ultraderecha entrará en el Bundestag por primera vez desde que los nazis llegaron al poder.

Alternativa para Alemania (AfD) se encuentra a las puertas del parlamento, y no como una fuerza testimonial, sino que amenaza con erigirse como el tercer partido de la cámara y el primer partido de la oposición en caso de que se reedite la gran coalición entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y los socialdemócratas de Martin Schulz, el escenario más probable.

Casi todos los sondeos otorgan a la ultraderecha más del 10% de los votos, aunque no son pocos los analistas que vaticinan un resultado mayor. Algunas encuestas hablan del 15%. Condenado al ostracismo político por todos los partidos germanos, AfD está justo donde quería: lejos de todas las formaciones tradicionales y en el papel de oposición. Esa y no otra es la aspiración a la que se aferra su cabeza de lista, Alexander Gauland, exmiembro de la CDU, quien afirma que de momento no quieren ser un partido de Gobierno, sino de confrontación con los partidos tradicionales y, sobre todo, con Merkel, a la que acusan de llevar al centro político a la CDU y a la que amenazan con investigar judicialmente, al más puro estilo de Donald Trump con Hillary Clinton: “Después de su mandato, Merkel debe ir a los juzgados”, afirma la otra cabeza de lista de AfD, Alice Weidel.

El un diputado regional de la CDU pasa junto a Alexander Gauland (Derecha), del partido anti-inmigración Alternativa para Alemania, con una camiseta del jugador del Bayer de Múnich Jerome Boateng. Gauland afirmó que Boateng, cuyo padre es ghanés, es un bu

Un diputado regional de la CDU pasa junto a Alexander Gauland (Derecha), del partido anti-inmigración Alternativa para Alemania, con una camiseta del jugador del Bayer de Múnich Jerome Boateng. Gauland afirmó que Boateng, cuyo padre es ghanés, es un buen futbolista pero que la mayoría de alemanes no querría tenerlo como vecino. FOTO: RALF HIRSCHBERGER / DPA / AFP

El secreto de este virtual éxito está en un giro desde el euroescepticismo hasta el racismo y la xenofobia más descarnada, espoleada por la llamada crisis de los refugiados en 2015. AfD nació en 2013 como una agrupación de periodistas y economistas críticos con la UE, el euro y los rescates económicos de los países del sur de Europa. Se nutrió de algunos miembros de la CDU, de liberales e, incluso, de Die Linke (La Izquierda) que acabaron escindiéndose y presentándose a las elecciones de 2013 ya como AfD, en las que obtuvieron un 4,7% de los votos. No llegaron al 5% necesario para entrar en el Bundestag.

Despliegue en los länder

Sí lograron representación en las elecciones europeas de 2014 (siete eurodiputados) de la mano de su anterior líder, Bernd Lucke. Fue a partir de entonces cuando el partido comenzó a obtener representación en 13 de las 16 cámaras de los länder (regionales), destacando el 24,3% de los votos obtenido en el estado de Sajonia-Anhalt el año pasado. Sin embargo, durante su ascenso llegó el bache que le hizo virar hacia la xenofobia. En 2015, Lucke abandonó el partido tras ser relevado por el sector más ultra, al que acusó de xenofobia y de planteamientos prorrusos.

La crisis interna que desbancó a Lucke del liderazgo restó simpatías y sembró dudas en la formación, que perdió algunos miles de militantes, pero la nueva dirección supo leer el escenario y encontró en la crisis de los refugiados y la presión migratoria en Europa el condimento perfecto para cocinar la remontada. Alemania ha recibido desde 2015 más de un millón de solicitantes de asilo. Merkel siempre se ha mostrado partidaria de la acogida y ha dado la batalla en el seno de la UE por la imposición de cuotas de refugiados a los Estados miembro, pero varios acontecimientos clave hicieron tambalearse el espíritu solidario de parte de la sociedad alemana y algunos principios políticos de los partidos.

Una oportunidad llamada Pegida

Miembros del movimiento anti islam Pegida se manifiestan contra Angela Merkel en Leipzig.- REUTERS

Miembros del movimiento anti islam Pegida se manifiestan contra Angela Merkel en Leipzig.- REUTERS

El primer fenómeno fue la irrupción del movimiento anti islam Pegida, de corte neonazi, que comenzó a convocar manifestaciones en la ciudad de Dresden desde 2014. Por esa fecha también comenzaron a registrase ataques de grupos neonazis a musulmanes, refugiados y centros de acogida de extranjeros en varios puntos del país. El movimiento, que culpaba del paro a los inmigrantes y alertaba sobre el peligro que corría la cultura alemana por la “invasión” musulmana, fue ganando popularidad, y AfD supo aprovechar ese clima, aunque manteniendo las distancias entre sus cargos públicos y Pegida. No hizo lo mismo con sus militantes, que participaban en las marchas, ni tampoco con sus consignas políticas, que giraron hacia la xenofobia cuando Pegida acaparaba más atención.

"La islamización de la sociedad alemana pone en peligro el Estado de derecho”, afirma Gauland

"La islamización de la sociedad alemana pone en peligro el Estado de derecho”, ha llegado a afirmar Alexander Gauland, el candidato xenófobo y experiodista, que ha sabido colocar a AfD en los titulares de todos los medios con afirmaciones condenables y condenadas por el resto de partidos, pero abrazadas por cada vez más alemanes desencantados con los actuales partidos y que opinan que Merkel se ha preocupado más por los extranjeros que por los alemanes, sobre todo en el Este del país, mucho menos acostumbrado a la inmigración.

Otro punto de inflexión fue la Nochevieja de 2016. En la ciudad de Colonia, alrededor de 500 mujeres denunciaron haber sufrido agresiones sexuales durante la fiesta de Año Nuevo. Los medios y las redes hablaban de agresiones masivas a mujeres alemanas por parte de grupos de refugiados organizados. Más de un mes después se conocía que sólo tres de los más de 50 detenidos por las denuncias eran refugiados. También había tres alemanes entre los arrestados. El resto eran marroquíes y argelinos. El mensaje xenófobo de AfD y de Pegida se afianzóen entre sus adeptos y acabó por convencer a otros. “Se desató una ola xenófoba y contraria a la política de Merkel que alteró profundamente la opinión pública y obligó a los partidos a posicionarse en posturas mucho más duras y contaminadas”, explican las expertas Clara Sanchíz y Ana González-Páramo en un reciente informe de la fundación porCausa sobre el auge del populismo antinmigración en Europa.

El partido de Merkel propuso entonces endurecer penas para delincuentes extranjeros pasando por su expulsión, pese a su estatus de refugiado o solicitante de asilo, incluso el líder de Die Linke llegó a afirmar que “quien abuse del derecho a la hospitalidad, lo pierde”. El discurso antinmigración se había mezclado con la violencia machista, con un supuesto choque de culturas entre los musulmanes y los valores alemanes, y con la libertad de la mujer, que ha derivado incluso en que algunos partidos debatan sobre la prohibición del velo.

Quien gane las elecciones este domingo puede encontrarse con un contrapeso racista y ultranacionalista que condicionará la política alemana y, por extensión, la europea. Si, como todo parece indicar, Merkel sigue siendo canciller, la duda será si gobernará como la mayor parte de la legislatura, dando la batalla por la acogida de refugiados y criticando los campos de detención de inmigrantes en Libia; o si lo hará como en el tramo final, contaminada por el discurso antinmigración instalado en el debate público y mediático por AfD.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional