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La esfinge de El Cairo

E. G. GASCÓN

Su gélida mirada la suele amortiguar con unas modernas gafas de sol de cristales verdes. Omar Suleimán, de 74 años, es uno de los hombres que conoce más secretos de Oriente Próximo. No en vano ha dirigido los servicios de inteligencia de su país durante 20 años y ha aplastado sin piedad a los mismos Hermanos Musulmanes con quienes estos días anda de reunión en reunión.

Es un hombre discreto, nacido para ser un segundón, y por eso quizá Hosni Mubarak no ha tenido reparos en tenerlo a su vera durante tanto tiempo. Nunca le ha creado un problema y el rais ha echado mano de él cuando lo ha necesitado, por ejemplo el 29 de enero, cuando lo designó vicepresidente.

En las reuniones que ha mantenido con la oposición, Suleimán ha dejado claro que la figura del rais era intocable y que él, Suleimán, la encarnación de la fidelidad y la obediencia, no aspiraba a defenestrar a Mubarak bajo ninguna circunstancia.

Militar de carrera, Suleimán ha sido la mano derecha de Estados Unidos en Egipto. Y también ha colaborado estrechamente con los israelíes, viniendo cada pocos meses con sus modernas gafas de cristales verdes, y entrevistándose con los dirigentes hebreos. Los israelíes confían tanto en él que le han endosado a menudo tareas de mediación con los palestinos.

Suleimán sigue contando con la plena confianza del rais, algo que se puede convertir en un gran problema. Como alter ego de Mubarak, la oposición no tiene mucha confianza en su persona, y esto es algo natural. El mismo hombre que ha ordenado la tortura de la oposición no está en buena situación para actuar ahora como mediador ni como gerente del país.

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