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Estados Unidos y Rusia convierten a Siria en campo de batalla de su nueva guerra fría

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Siria ha sido un tablero apetitoso desde antes que se iniciaran las protestas populares en la ciudad de Deraa hace tres años, y las injerencias de las potencias regionales y extranjeras han sido decisivas a la hora de impulsar y consolidar una revuelta que pronto dio paso a una sangrienta guerra civil que se ha convertido en un conflicto inextricable y de difícil solución.

En el transcurso de los últimos tres años ha habido dos personajes clave en relación con Siria, el diplomático estadounidense Robert Ford y el príncipe saudí Bandar bin Sultan, dos hombres que han jugado un papel estelar en el conflicto y que no se sabe si por casualidad o no acaban de abandonar el tablero a la fuerza, después de que sus jefes en Washington y Riad hayan llegado a la conclusión de que su rabiosa y prolongada política bélica no ha sido satisfactoria.

Ford llevaba varios meses en la cuerda floja y en el departamento de Estado le propusieron una 'salida honrosa' como embajador en El Cairo. El diplomático aceptó encantado pero he aquí que el régimen del mariscal Abdel Fattah al Sisi se negó a otorgarle el plácet: 'Un personaje con tan buenos contactos yihadistas no es bienvenido', dijeron los egipcios sin ocultar el sarcasmo. Seguramente temían que Ford pusiera Egipto patas arriba como ya lo hizo en Irak y Siria.

En consecuencia, Robert Ford ha decidido abandonar la carrera diplomática por la puerta de atrás algo más de tres años después de su triunfal llegada a Damasco. Desde la sede de la embajada americana, en el barrio residencial de Abu Rumaneh, Ford hizo todo lo posible por desestabilizar el régimen de Bashar al Assad recorriendo el país de norte a sur y fomentando la desobediencia sin descanso.

Esta actitud se intensificó a los pocos meses de su llegada, cuando se iniciaron las protestas en Deraa. Sus anfitriones le advirtieron una y otra vez de que su comportamiento no tenía nada de diplomático y más tarde lo acusaron de organizar sin ambages los 'escuadrones de la muerte'. A los pocos meses Ford abandonó el país para dirigir a los rebeldes desde fuera y no ha sido cesado hasta hace quince días.

Con la nueva normativa electoral es probable que Bashar al Assad sea reelegido en las próximas elecciones El segundo personaje, Bandar bin Sultan, más conocido irónicamente como Bandar bin Israel, fue embajador en Washington durante 22 años, hasta 2005, amigo de varios presidentes de Estados Unidos, estudió en academias militares americanas, y pasaba por ser un estimado confidente de la CIA.

Algunos periódicos de la región han revelado que mantuvo contactos con representantes israelíes, incluso a finales del año pasado, pocas semanas antes de caer en desgracia, y hasta se ha publicado que le gusta visitar Tel Aviv de incógnito. Como encargado de la política saudí en Siria y Líbano, Bandar impulsó a todo tipo de organizaciones rebeldes, incluidas las yihadistas más radicales, tanto financiera como militarmente.

Con la perspectiva que dan los tres años transcurridos desde los incidentes de Deraa, tanto Robert Ford como Bandar bin Sultan parecen haber dirigido concienzudamente el conflicto hasta una situación en la que no hay ganadores y todos, en cambio, son perdedores, al menos dentro de Siria.

En otras palabras, el vaticinio que hizo un general israelí hace un par de años se ha cumplido: 'A Israel no le interesa el régimen de Damasco, ni tampoco le interesan los rebeldes, así que cuanto más dure el conflicto, mejor'.

Las potencias occidentales y los saudíes no son ciertamente las únicas que juegan sus cartas a costa de la población civil siria. Irán y Rusia también tienen intereses, pero mientras para Irán se trata de un conflicto vital en el que está en juego su misma supervivencia, saudíes y americanos luchan por expandir su ya de por sí enorme área de influencia, como lo hace Rusia, aunque para Moscú el régimen de Damasco es el único aliado regional.

Todavía es pronto para calibrar el significado de las repentinas y simultáneas caídas de Ford y Bandar, es decir para ver si las políticas de Washington y Riad van a cambiar.

Está previsto que dentro de unos días el presidente Barack Obama visite Riad, aunque no puede tenerse ninguna seguridad de que el periplo aclare la actitud de esas dos potencias.

Se debe consignar, sin embargo, que ha habido otro cambio cosmético recientemente, este mismo mes de marzo, cuando los saudíes han decretado que las organizaciones yihadistas que operan en Siria, incluidos el Frente al Nusra y el Estado Islámico en Irak y el Levante, son 'terroristas', al igual que los Hermanos Musulmanes.

No obstante, muchos saudíes y árabes de toda la región contribuyen generosamente a las organizaciones yihadistas. En muchos casos sus nombres son conocidos y aparecen periódicamente en los diarios, en las radios y en las televisiones, sin que las autoridades saudíes y americanas hagan nada para evitarlo. Al contrario, parecen animar a los millonarios sunníes a que pongan su capital al servicio de los yihadistas.

Un grupo de personas frente a la sede de las Naciones Unidas durante una vigilia para pedir el fin de la guerra de Siria. EFE

Como nada indica que la política americana y saudí vaya a cambiar, es muy probable que el conflicto se prolongue indefinidamente. El parlamento sirio ha aprobado esta semana el nuevo reglamento para las próximas elecciones presidenciales, a las que no podrá concurrir ningún candidato que no haya residido durante al menos diez años en el país y no cuente con el aval de un número significativo de diputados. Esto significa que Bashar al Assad, en el poder desde la muerte de su padre en el año 2000, será reelegido.

Durante los últimos tres años se ha hablado periódicamente de una intervención militar directa de Washington, pero los ciudadanos estadounidenses rechazan revivir la trágica experiencia de Irak y el riesgo de un intrincado conflicto en Siria asusta a Obama. Los riesgos son enormes y la Casa Blanca no parece dispuesta a correrlos, de modo que le resulta más rentable política y económicamente mantener la guerra como hasta ahora.

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