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Las europeas examinan al Gobierno italiano de Matteo Renzi

LUCIA MAGI

Europa ha sido la gran ausente de la campaña en Italia para las elecciones al Parlamento Europeo del próximo domingo. La carrera hacia el voto ha sido, sobre todo, un duelo en clave nacional entre Matteo Renzi y Beppe Grillo. El primero, jefe del Gobierno y secretario general del mayor partido de centroizquierda, el Partido Demócratico (PD); y el segundo, cómico, bloguero y líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano). Mientras, el tercer actor, el exprimer ministro Silvio Berlusconi, padre de Forza Italia (FI), se ha pasado el tiempo haciendo señas desde el borde de la cancha, el único sitio en el que podía estar tras su inhabilitación por el caso Mediaset.

El tono general ha sido de crispación porque todos están luchando por su supervivencia política. Renzi, desde el Palacio, necesita asegurarle un futuro a su Ejecutivo, que apenas tiene 80 días de vida y debe desarrollar todas sus promesas reformistas. Grillo, que si algo le caracteriza es que es totalmente ajeno al Palacio, tiene ante sí el reto de demostrar que el M5S sigue siendo la primera fuerza de oposición y que la negativa a firmar cualquier acuerdo con el PD no ha mermado la proyección que le dieron las Elecciones Generales de febrero de 2013, cuando obtuvo ocho millones de votos. En definitiva, que el suyo no es un movimiento de rabia transitoria, sino un sujeto político central en el hemiciclo romano.

El viejo Berlusconi sabe que una derrota en las urnas certificaría ─de una vez por todas─ su muerte política tras esa condena por fraude fiscal que decretó su expulsión del Senado y le ha relegado a una vida de cuidador de ancianos en un asilo. Y en este contexto, el baile de números del domingo pondrá a cada uno en su sitio. El PD debe superar el umbral del 30%, o al menos ser el partido más votado para no precipitarse en una crisis de Gobierno; el M5S, por su parte, necesita superar el 25% de 2013, y por optimismo no va a ser ya que Grillo se ha encargado de proclamar que tienen los números para superar a sus adversarios y ser la primera formación del país; el exCavaliere no puede bajar del 20% si quiere que el tinglado de FI siga en pie. Pero en cualquier caso, ese sería el peor resultado de su historia.

Por si acaso, Renzi ─que gobierna en coalición con el centroderecha de Angelino Alfano, antigua mano derecha de Berlusconi─ ha tratado de transmitir la idea de que 'las elecciones europeas no son una encuesta a pie de urna sobre el futuro del Gobierno'. El secretario del PD y primer ministro ha repetido en cada mitin que 'aunque fuéramos superados en las urnas, nos quedamos aquí. Me voy sólo si se hace imposible llevar adelante las reformas'. Renzi se ha pasado la campaña entre la gente, de plaza en plaza, de acto en acto y en los platós de televisión. Corriendo de una ciudad a otra, volando incluso a varias en el mismo día, sonriente y hablando al lado de sus candidatos. Parece incansable y consciente de lo que se juega, se ha echado a las espaldas el peso de la batalla electoral.

El jefe de Gabinete más joven de Europa (nació en 1975) es enérgico y confiado, y se juega el todo por el todo. En estas semanas ha desgranado los que considera objetivos logrados del equipo que constituyó hace casi tres meses tras tumbar el precedente Ejecutivo guiado por su propio compañero de partido Enrico Letta: un nuevo sistema electoral, la venta de algunos coches oficiales, el cambio en los directivos de las empresas públicas, una reforma laboral (que a él le gusta llamar Job's Act), y una ayuda de 80 euros mensuales para los trabajadores dependientes con renta menor a 24.000 euros. 'No se revoluciona nada sino desde dentro', ha insistido constantemente Renzi, que se desmarca de Grillo y Berlusconi diciendo que 'ellos gritan e insultan, nosotros estamos gobernando'.

Renzi también se propone como un rostro nuevo, aún no contaminado por el viejo sistema romano construido con favores y privilegios. Con respecto a su campaña electoral para las primarias entre los militantes socialdemócratas (que le coronaron secretario del PD en diciembre de 2013) sólo cambia el tiempo de los verbos: del 'vamos a cambiar' de hace un año a 'estamos cambiando'. La frescura y la credibilidad, la calle y el Palacio, la voluntad de reforma y el empeño institucional. Todo conciliado en la misma figura. Y a primera vista, nada que ver con los que tilda de 'bufones', sus adversarios Berlusconi y Grillo, ambos líderes sin escaño en el Parlamento.

Es muy probable que el domingo, a las 23.00 horas, el PD se confirme como el primer partido italiano. Las últimas encuestas le atribuyen entre el 32% y el 35%. Sin embargo, Renzi sabe que el problema es la distancia que marcará con el M5S. Grillo cosecha el consenso de la decepción a todos lados, agolpando a muchos que no dejaron de votar por el centroizquierda, y a los que votaban a la derecha. No es casualidad que las previsiones vaticinen su triunfo en el Sur, donde la izquierda nunca logró penetrar. Es decir, que un crecimiento del PD no va a excluir la reafirmación del voto de protesta. Renzi se puede consolidar, pero si Grillo le acecha de demasiado cerca, le va a complicar la vida. 

Beppe Grillo, en el programa de Bruno Vespa, Porta a Porta.- Reuters

'Si ganamos vamos a sitiar el Palacio y les obligaremos a volver a casa', repite el líder del M5S, que tilda a los políticos de los partidos tradicionales de 'muertos que caminan'. Lo repitió anoche frente al Duomo blanco de Milán y lo dirá esta misma noche en la plaza de San Juan Laterán de Roma, la misma donde cerró la fulgurante campaña para las Generales de 2013. Es un animal de público, Grillo.

Su retórica es un caudal inmenso de palabras, que alterna comicidad de cafetería con rabia de las calles y funciona de perlas encima de los escenarios, frente a plazas o teatros. No funciona de igual manera, sin embargo, en las entrevistas, cuando la avalancha verbal conlleva interrupciones del periodista y respuestas a preguntas. Grillo lo sabe y suele negarse, tachando de antemano a la prensa de parcial. Sin embargo, en esta campaña también ha sucedido algo imprevisible: Grillo accedió a una entrevista en la televisión pública y acudió al programa del veterano Bruno Vespa, notoriamente íntimo de Berlusconi y célebre en Italia por cautivar la atención de jubilados y amas de casa. Su programa es una suerte de Festival de Sanremo hecho tertulia política. Y eso es una prueba de que estas europeas son vitales para Grillo, que además de las personas a las que atrapa por Internet y en las plazas ─jóvenes, sobre todo─ quiere buscar el voto de quien no se mueve de casa y busca diversión en la caja tonta.

'Levanto la voz, es verdad. Tengo rabia, es verdad. Pero es rabia buena. La que sienten los italianos', arrancó en su cara a cara con Vespa dando vueltas por el plató. Aquella mezcla de indignación, entusiasmo y actitud de anfitrión teatral que hace exitosas sus apariciones en las plazas, le impidió sentarse en el sofá, mirando de frente al periodista, durante los primeros 10 minutos. Cuando finalmente se sentó siguió dirigiéndose a la cámara sin mirar a Vespa  ─que tenía la misma cara de los padres que no consiguen controlar a un niño vivaz y burlón─ y desgranó todo su repertorio de euroescepticismo: la austeridad impuesta por Berlín que estrangula a los italianos; la línea económica y política dictada por los bancos y los grupos de poder; la falta de democracia porque los ciudadanos no deciden nada; un referéndum para que los italianos decidan si quieren seguir utilizando la moneda única o no [...] y un buen puñado de bromas e insultos a Berlusconi y Renzi. Grillo debía engatusar a aquella parte de electorado que le ve demasiado extremo en los tonos y poco dispuesto a la acción concreta, que a veces requiere compromiso. Debía demostrar que no tiene razón Renzi si le acusa de irresponsable. Y menos Berlusconi cuando le llama Hitler. 

Porque aunque parezca mentira, es Berlusconi quien se sortea el electorado con el M5S. 'Quien vota M5S busca venganza y quiere sangre. Grillo dice que hay que abrogar el parlamento, que los ciudadanos deben gobernar directamente. Es el mismo populismo de Hitler. Sé que cuando hacía espectáculos pretendía que le pagarán en negro y ahora alardea como un moralista y pretende darme lecciones a mí'. Con poca fuerza, dedicándose a la campaña a tiempo parcial, el rostro tenso de un hombre de 77 años que no quiere rendirse, Berlusconi sabe que su Forza Italia va a quedarse lejos de los otros dos partidos. Pero quiere caer disparando. Sus promesas suenan vacías y ni él parece creérselo cuando dice que subirá la pensión mínima hasta los 1.000 euros. Así que se dedica a atacar. Sobre todo a Grillo, el otro pilar de la oposición al Gobierno y situado en aquella misma franja de electorado que no nutre simpatías para Renzi.

Lejos de estos tres monstruos políticos, las expectativas a la izquierda del PD se centran en el recorrido que pueda llegar a tener la lista de La Otra Europa con Tsipras. Esta coalición de partidos de izquierda, encabezada por dos de las escisiones del difunto Partido Comunista Italiano ─Izquierda, Ecología y Libertad de Nichi Vendola y Rifondazione Comunista, de Paolo Ferrero─ nació en febrero de la mano de una serie de intelectuales que reclamaron la unión de la izquierda alternativa en torno a los objetivos comunes que representa el candidato a la Comisión Europea, Alexis Tsipras.

El líder de Syriza aceptó que la candidatura llevara su nombre a condición de que se defendieran las propuestas que el Grupo de la Izquierda Unitaria representa en el Parlamento Europeo y que, sobre todo, se resumen en dos cosas: fin de las políticas de austeridad y auditoría de la deuda. El seguimiento de los medios a esta opción ha sido marginal y el gran objetivo es superar el 4% de los votos, la barrera que tienen las elecciones en Italia para conseguir representación en Estrasburgo. Con un arranque importante en las encuestas, las proyecciones han ido cayendo poco a poco a medida que se acerca el domingo por el miedo de los antiberlusconianos ─y ahora también antigrillianos─ de que la dispersión del voto los favoreciera. Es decir, el voto útil. En cualquier caso, si la Lista Tsipras consigue pasar la nota de corte, podría significar el retorno unitario de la galaxia que gravita con escasa visibilidad en las urnas a la izquierda del PD.

Por otro lado, la xenófoba Liga Norte, antiguo socio de Berlusconi, que aspira a entrar en el grupo neofascista que preparan la francesa Marine Le Pen, y el holandés Geert Wilders, no parece que pueda llegar a ese umbral del 4% pese a su discurso antieuro y antiinmigración.

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