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"Lo que ganamos en un mes ellos se lo gastan en una noche de juerga"

Tres ex soldados peruanos que ganan 900 euros al mes en Irak marcan distancias con los mercenarios de Blackwater

ANTONIO PAMPLIEGA

Las condiciones de trabajo no son fáciles. El horario es de 12 horas diarias, siete días a la semana, durante periodos no inferiores a 14 meses, tras los cuales recibirán 30 días de vacaciones pagadas por la empresa. Pueden relacionarse con compañeros de las más diversas nacionalidades (turcos, peruanos, filipinos, bengalíes, nepalíes, paquistaníes...) y para ello reciben cursos intensivos de inglés. El sueldo no supera los 900 euros, sin opción a pagas extras.

Lo peor es que el lugar de trabajo es Irak.

Son muchos los antiguos militares de países del Tercer Mundo que han acabado en Irak. Hasta 20.000 soldados, según la mayoría de las estimaciones, prácticamente tantos como una división de infantería del Ejército norteamericano. ¿Soldados? Ellos prefieren que se use el término de seguridad privada, pero realmente son mercenarios.

Público tuvo la oportunidad de entrevistar a tres guardias de seguridad de origen peruano de una de las muchas compañías privadas que operan en Irak. Al principio se mostraron muy reacios a hacer declaraciones a la prensa. Las empresas les tienen bien aleccionados en ese sentido y les inculcan en la cabeza la idea de que los periodistas lo único que quieren es desprestigiarlos y quitarles el trabajo. 'Todo lo que publica la prensa sobre nosotros es mentira. No somos mercenarios como los Blackwater (tardan muy poco en distanciarse de ellos). Nosotros sólo nos dedicamos a la vigilancia de la Zona Verde. Somos guardias de seguridad privada como hay en España', insiste Pablo, el más reacio de los tres a hablar.

Con experiencia militar

Luis, un hombre de mediana estatura, corpulento, es el que se muestra más afable. Está encantado de poder hablar con alguien utilizando su lengua materna. Durante los próximos 14 meses va a tener que hacerlo en inglés, salvo con sus compañeros: 'Somos 1.200 peruanos en la compañía'.

Este ex soldado del Ejército peruano estuvo alistado durante casi 30 años. Se emociona al recordar a su esposa y a sus hijos a los que ha dejado en un pequeño pueblo a unos 200 kilómetros de Lima. 'La familia y la esposa se preocupan por nosotros porque estamos trabajando en una zona de guerra. Aquí la gente muere todos los días, no es un ningún juego. Pero cuando comenzamos a enviar nuestros sueldos, el 100%, y ven cómo las deudas que contraímos en Perú van desapareciendo entonces hay un apoyo por parte de la familia. Nosotros ganamos cerca de 1.000 dólares mensuales y, comparados con los 150 de sueldo que se percibe en Perú, pues prefieres jugarte la vida para que tu familia tenga un futuro mejor. Incluso a veces también ayudamos a nuestros padres y hermanos', confiesa Luis mientras se quita las gafas para limpiarse las lágrimas que han comenzado a brotar de sus ojos.

Poco a poco cogen confianza. Aunque no la suficiente como para desvelar la compañía para la que trabajan. La situación de estos tres suramericanos no es singular. Miles como ellos trabajan en condiciones similares liberando a EEUU de múltiples responsabilidades.

Combatientes discretos

Uno de cada diez soldados destinados por todo el país es un mercenario. En cualquiera de las catorce bases que tiene Estados Unidos repartidas por Irak se encuentra este fenómeno. Para el Pentágono, subcontratar funciones de seguridad es toda una ventaja. Hasta hace unos meses, sus acciones escapaban del escrutinio de los medios de comunicación. Si mueren, no se les incluye en las estadísticas de víctimas mortales en Irak.

Dentro de los mercenarios existen clases. No es lo mismo ser un pobre peruano mileurista que un norteamericano con experiencia en las Fuerzas Especiales y contratado por Blackwater. 'Es otro nivel. Ellos no se encargan de la vigilancia del perímetro de la Zona Verde o de los checkpoints. Ellos tienen salidas al exterior. Escolta de vehículos, intervenciones militares a pequeña escala. Sobre todo, asaltos a casas de supuestos terroristas. Su sueldo puede llegar a rondar los 14.000 dólares mensuales. Lo que nosotros ganamos en un mes ellos se lo gastan en una noche de juerga', explica Wilmer mientras mira a ambos lados en busca de posibles oídos indiscretos.

El Irak de hoy no se podría entender sin los mercenarios. Son ellos los encargados de recorrer las 24 horas del día todos los perímetros de seguridad y de prestar su apoyo en labores como la vigilancia de embajadas, checkpoints y hoteles, como el Rashid, que en su día fue el séptimo mejor hotel del mundo. Son parte fundamental del engranaje de la maquinaria estadounidense. Gracias a ellos los norteamericanos sólo se preocupan de combatir día y noche a la insurgencia y a Al Qaeda.

Se calcula que hay más de 50 compañías de mercenarios por todo Irak. Compañías que se nutren de ex soldados que abandonan sus ejércitos porque como mercenarios reciben mejor paga. Además, una ventaja que tienen los ex soldados es que su formación militar es tan alta que sólo necesitan unos cursos de reciclaje. Ha habido muchas denuncias de centroamericanos que se sentían marginados por sus empresas, pero estos tres peruanos están satisfechos. 'Nos tratan muy bien', confiesa Luis, que cumple su segunda misión en Bagdad. 'Es la última, después de estos 14 meses me retiro. Dos años alejado de la familia es suficiente', añade.

La empresa les abastece de todo lo que puedan necesitar. Comida, alojamiento, ropa, material militar, acceso ilimitado a Internet. 'El trato que recibimos es muy correcto. Incluso nos dan clases gratuitas en inglés para que podamos entender las órdenes de los americanos', continua Luis.'Pero si saliese la oportunidad de poder trabajar en España o en otro lugar del mundo, en el campo que sea, seguridad privada, construcción, recolección de fruta o dando clases de natación, pues sería una oferta bien recibida porque realmente el trabajo es duro y el sacrificio que hacemos aquí es muy grande', concluye Wilmer.

Al despedirse, facilitan sus e-mails. Evidentemente, preferirían trabajar en una empresa de seguridad en España antes que continuar arriesgándolo todo en la guerra de Irak.

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