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La otra gran guerra fallida es la de la droga

CARLOS ENRIQUE BAYO

Según la evaluación del Estado Mayor Conjunto de EEUU publicada en febrero, los dos países con mayor riesgo de convertirse en lo que Washington denomina 'Estado fallido' un colapso total de las instituciones sumado a la ingobernabilidad del territorio nacional por el poder local de grupos armados son Pakistán y... México.

Sí, el vecino y segundo socio comercial más importante de EEUU, la duodécima mayor economía del mundo y uno de los grandes exportadores de petróleo del planeta, está a punto de desmoronarse. Por eso, y porque 'no nos podemos permitir tener de vecino a un narco-Estado' (como acaba de advertir el general Barry McCaffrey, quien fuera el zar antidroga del presidente Clinton), México, más que una prioridad, es una auténtica emergencia para Barack Obama.

Pero no le encontrará salida si no entra primero en razón sobre una realidad que Washington lleva un siglo empeñándose en negar: la guerra total contra las drogas ha tenido efectos catastróficos para el primer y tercer mundos, y nulos resultados en la lucha contra el narcotráfico y el consumo de estupefacientes. Y ese despropósito es precisamente lo que reconoció hace tres días en Viena el director ejecutivo de la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Crimen, Antonio Maria Costa.

'La dramática consecuencia involuntaria' de la guerra mundial antidrogas, explicó Costa en su discurso inaugural de la cumbre de Viena, ha sido el colosal enriquecimiento de los cárteles del narcotráfico, que han acumulado suficiente poder como para ser capaces de derribar a muchos de los gobiernos latinoamericanos y africanos. 'Cuando las mafias pueden comprar elecciones, candidatos, partidos políticos... en una palabra, poder', subrayó Costa, 'las consecuencias sólo pueden ser altamente desestabilizadoras'.

Por supuesto. Entonces, ¿por qué siguen los gobernantes del mundo empecinados en librar esa perniciosa guerra contra las drogas, en vez de legalizarlas?

No será por los éxitos obtenidos. En 1998, la Asamblea General de la ONU llamó a todos los estados miembros a alcanzar el objetivo de 'un mundo sin drogas', empezando por 'eliminar o reducir sensiblemente la producción de opio, cocaína y cannabis en 2008'. Diez años después (en los que sólo EEUU se ha gastado 40.000 millones de dólares anuales en luchar contra el narcotráfico), la producción global de esas drogas no se ha reducido ni un ápice, como admitió el propio Costa al cifrar en mil toneladas al año la oferta mundial actual tanto de heroína como de cocaína.

En cambio, en ese tiempo, la estricta prohibición del consumo de narcóticos 'ha fomentado el gangsterismo en una escala que el mundo jamás había conocido', denunciaba hace una semana The Economist en su principal editorial. 'De hecho, la guerra contra la droga ha sido un desastre que ha creado estados fallidos en el mundo en desarrollo, al mismo tiempo que florecía la adicción en el mundo rico'.

La misma Oficina de la ONU reconoce que el consumo de drogas 'se ha estabilizado'. Es decir, que más de 200 millones de personas consumen hoy drogas ilegales; exactamente el mismo 5% de la población adulta mundial que hace diez años.

La única consecuencia de tan formidable esfuerzo gubernamental, económico y policial, ha sido que las mafias del narcotráfico acumulen fortunas astronómicas (a base de obtener márgenes de beneficio del 5.000%) y cuenten con ejércitos de sicarios que a menudo están mejor armados y equipados que las fuerzas de seguridad que deberían combatirlos. Porque, claro está, los que les venden el material bélico y la munición son los mismos países que aseguran estar tratando de derrotarlos.

Pese a todo ello, la cumbre de Viena ni siquiera incluyó en sus compromisos la promoción de medidas de reducción de daños, de prevención de muertes, como la distribución de jeringuillas para evitar la difusión del sida. En cuanto a legalizar las drogas, para controlarlas y socavar el mega-negocio de los narcos... ¡ni hablar!

¿Alguien nos explicará algún día a qué intereses obedece que los gobiernos mantengan ese despilfarro de dinero de los contribuyentes, y esa sangría de vidas, para no lograr nada?

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