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Entre islamistas anda el juego

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

Ya lo saben los emigrantes marroquíes. La apresurada reforma de la Constitución de su país, aprobada a mansalva el pasado 2 de julio, fue una formidable operación de maquillaje. Así, para dicho referéndum los consulados se llenaron de urnas.

Ayer, para las elecciones legislativas, no quedaba ni una. Supuestos problemas técnicos impedían que los grandes proveedores de divisas a Marruecos, no pudieran ejercer el sufragio a no ser que recurriesen a una engañosa designación de un procurador que votase por él, toda una gatera para el pucherazo. Como acertó a expresar un analista político del país, el rey, que antes tenía todas las llaves de palacio, le daba constitucionalmente al futuro primer ministro una copia de la de la entrada de servicio. Pero puede quitársela cuando quisiera.

A pesar del activo movimiento del 20 de febrero, Mohamed VI sigue siendo el number one. Incluso es el comendador de los creyentes, algo que no ha conseguido cambiar el flamante repellado de la Carta Magna.

Por eso, no lo reconoce el principal grupo integrista del país, Justicia y Espiritualidad, al que tampoco, por cierto, reconoce el majzén y sigue en la clandestinidad porque no se subordina a la corona y porque tampoco se sabe si su poder es tan formidable como se le supone: este grupo religioso que fundara el jeque Yassin a finales de los años ochenta, tiene más popularidad en los suburbios marroquíes que Cáritas y la Iglesia de Filadelfia en los arrabales de España.

Sin embargo, el Partido para la Justicia y el Desarrollo lo creó Hassán II en un laboratorio para frenar a esos genuinos ortodoxos y canalizar la búsqueda de las raíces islámicas hacia esta formación que, a pesar de que se le pretendió ilegalizar a partir de los atentados de Casablanca en 2002, se define ahora como algo parecido a los democristianos. Y con el rey, que es lo importante, van a misa.

Uno y otro se desmarcan de Al Qaeda del Magreb Islámico. Justicia y Desarrollo está en la pomada. Justicia y Espiritualidad secunda el boicot a las elecciones desde mucho antes de que existiera el Movimiento 20 de febrero, en el que se han integrado.

La principal diferencia estriba en que los barbudos ilegales se manifiestan cada verano en las playas del norte en contra del uso del bañador por parte de las mujeres.

El partido más votado ayer se limita, en cambio, a reclamar que los empresarios no miren con mala cara a las mujeres que acuden al curro tocadas con su hiyab. Entre islamistas, no obstante, anda el juego.

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