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La izquierda italiana adelanta en los sondeos a la coalición de Berlusconi

Los escándalos del primer ministro hunden su popularidad y ya sólo le respalda el 22% de la población

 

DANIEL DEL PINO

La Italia que decidió decir 'basta' a Silvio Berlusconi en las elecciones municipales de mayo y en el referéndum de junio no ha cambiado de idea durante las vacaciones de verano. La izquierda italiana ganaría hoy unos comicios generales y el primer ministro y su socio de Gobierno de la Liga Norte, Umberto Bossi, caerían en el olvido de una vez por todas.

Pero levantar la losa del berlusconismo puede abrir un mundo de incertidumbres en un país donde sólo una cosa parece clara: ha llegado el tiempo de la legalidad. Y ningún partido ni ningún líder político parece hoy preparado para afrontar un reto de tal calado. Porque, si las corruptelas de Il Cavaliere son la piedra sobre la que la oposición ha ido creciendo y esculpiendo su identidad, no hay formación que se libre del escándalo.

El político peor valorado es Bossi, líder de la Liga Norte y socio de Berlusconi

Este es el sombrío panorama que se desprende del sondeo trimestral del diario La Repubblica, elaborado por la agencia Demos & Pi y publicado ayer. En él se comprueba cómo la coalición entre el Partido Democrático (PD), Izquierda, Ecología y Libertad (SeL) e Italia de los Valores, acumularía el 44% de los votos, aventajando por nueve puntos de diferencia a los dos partidos mayoritarios hoy en el Gobierno: Pueblo de la Libertad y Liga Norte.

La tendencia se ve también claramente reflejada en la valoración que los italianos hacen de sus líderes políticos. Berlusconi cuenta con un 22,7% de simpatizantes, tres puntos menos que en el sondeo de junio y ocho por debajo del 30,4% de febrero. Sólo Bossi, con el 22% (cinco puntos menos que hace tres meses) está por debajo de él en el ranking de los diez políticos mejor valorados.

El descalabro de Il Cavaliere es la constatación de que sus escándalos, ya sean políticos, de corrupción o sexuales, han colmado el vaso de la paciencia hasta de sus propios votantes. Ayer mismo se supo que el primer ministro podría haber violado la legislación contra el lavado de dinero al haber aceptado pagar al menos 850.000 euros al empresario Giampaolo Tarantini a cambio de su silencio sobre la presencia de prostitutas de lujo en sus fiestas.

El apoyo al ministro de Economía cae 17 puntos en tres meses por la crisis

Berlusconi es parte lesa en este proceso a cargo de la Fiscalía de Nápoles, pero el diario La Stampa revelaba ayer que aceptar el chantaje al que le estaban sometiendo Tarantini y el periodista Válter Lavitola podría costarle una multa de casi medio millón de euros con el fisco.

El caso Tarantini pone de manifiesto la gran debilidad de Berlusconi, al que ya no salvan ni los anuncios milagrosos, ni la sobreexposición mediática, ni las teorías de la conspiración. Desde que estallara el caso Ruby a finales de 2010, sus apariciones públicas se han reducido exponencialmente, limitándose a veces a videomensajes, como si se tratara de un mandatario en el exilio. Cuanto más ha aparecido en los medios, peor le ha ido. El mejor ejemplo es la campaña por las municipales de mayo, en las que perdió su feudo de Milán 18 años después.

La Fiscalía investiga si Il Cavaliere' violó la legislación contra el lavado de dinero

La caída de Berlusconi tiene, además, un ingrediente hasta ahora ajeno: la situación económica. El pasado mes de julio, en plena tormenta especulativa contra los títulos de Estado italianos, compareció en el Parlamento reconociendo por primera vez que Italia estaba en crisis. Dos días después, la prima de riesgo superaba a la española.

La desconfianza en las medidas anticrisis del Gobierno (la deuda italiana alcanza el 120% del PIB) provocaron la intervención del Banco Central Europeo y aún hoy, un mes después de anunciar el segundo plan de ajustes del verano por un valor de 45.000 millones de euros, no se sabe en qué consiste. Así es normal que el 68,6% de los encuestados se muestren contrarios a los recortes.

Pero el impacto del plan de austeridad lo ha notado más que nadie el ministro de Economía, Giulio Tremonti, cuya popularidad ha caído desde junio 17 puntos. Aún así, el titular del Tesoro, que también se vio salpicado por un escándalo de corrupción en pleno mes de julio, es el tercer político mejor visto por los italianos.

Y es aquí donde Pierluigi Bersani, líder del PD, debería tomar nota. Ocupa la cuarta posición, pero pierde cinco puntos con respecto a junio por el caso de Filippo Penati, el exdirector de su oficina en Roma, imputado por una trama de comisiones y financiación ilegal que puede tener resultados catastróficos para el PD, que a día de hoy sería la formación más votada con el 29,5%.

Corrupción a derecha e izquierda, que lleva a un 49,4% de italianos a afirmar que está tan extendida como en la época de Tangentopoli a principios de los noventa, cuando se hundió la Democracia Cristiana, se finiquitó la I República y nació el berlusconismo; y a un 65,2% de ellos a decir que es cosa de todos los partidos.

¿Y qué combate a la corrupción? La legalidad. El político más valorado para un 39,4% de italianos es Antonio Di Pietro (IdV), magistrado en el proceso Manos Limpias contra la mafia y el mayor enemigo de Berlusconi; el segundo es Nichi Vendola (SeL), presidente de Puglia y que no tiene escaño en el Parlamento, lo que le otorga el beneficio de la duda.

Además, en el quinto puesto está Beppe Grillo, cómico de profesión y líder del Movimiento 5 Estrellas (lo más próximo al 15-M que hay en Italia) que, gracias a su discurso anticasta política y sus listas ciudadanas, coló a un joven de 18 años como concejal en Milán.

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