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Juan Carlos, un principiante que
hablaba demasiado

Las indiscreciones del rey en sus primeras tareas diplomáticas le cuestan una reprimenda del embajador de EEUU. A pocas semanas de la muerte de Franco tuvo que echar atrás una entrevista en la que el Borbón había ido "demasiado lejos"

El rey, en una cacería de 2006. Una imagen que dio la vuelta al mundo tras su 'tropiezo' en Botsuana que le llevó a operarse de la cadera.

Si tener la lengua larga se encuentra entre las virtudes de un espíritu campechano, entonces el rey debería sentirse satisfecho y orgulloso de sus meteduras de pata. Porque no sólo ha habido tropiezos en Botsuana. También los acumuló cuando aún era príncipe y empezaba a ejercer de jefe de Estado de facto con un Franco moribundo.

Los informes diplomáticos estadounidenses recopilados por WikiLeaks y a los que Público ha tenido acceso muestran a un hiperactivo y joven Juan Carlos muy consciente del papel que ya estaba empezando a jugar. Enseguida comprendió lo bueno que era llevarse bien con EEUU y, de ese modo, se convirtió en su mejor espía. "Como bien sabes, el rey valora profundamente la relación que ha mantenido contigo y ahora está preocupado ante la necesidad de estrechar las relaciones con la nueva administración", comentaba el embajador Well Stabler a Henry Kissinger en un cable en diciembre de 1976.

Stabler destaca en varios de sus informes la mala relación entre Juan Carlos y Manuel Fraga

Tal es la importancia de sus conversaciones que un año antes, cuando Juan Carlos todavía era un aspirante a hacerse con la corona, el jefe de la legación estadounidense envía otro telegrama pidiendo explicaciones alertado de que las confidencias entre ambos habían llegado a manos de otros embajadores sin su permiso.

Se entiende el enfado de Stabler, ya casi un íntimo del Borbón a tenor de la cantidad de encuentros que los cables desvelan que mantuvieron. Y es que la facilidad de charla del rey le vino más que bien a EEUU, sobre todo cuando no se cortaba a la hora de desvelar el contenido de sus conversaciones privadas con otros dirigentes. Es el caso de la visita a España de un representante del presidente rumano Nicolae Ceausescu, servida al detalle al embajador. El Gobierno estadounidense, en medio de su guerra contra el bloque soviético, tenía especial interés en los planes de Rumanía como firmante del Pacto de Varsovia.

Verse como la gran apuesta de EEUU hizo que Juan Carlos se extralimitara en alguna que otra ocasión. Quizás se vino arriba. Stabler le tuvo que parar los pies cuando le dio por difundir una información, que la administración estadounidense tachaba de falsa, sobre que Kissinger iba a suspender sus conversaciones en Oriente Medio. El príncipe, sin llegar disculparse, se justifica diciendo que "después de haberlo pensado bien" había atribuido erróneamente la autoría del rumor al rey Hussein de Jordania. "Le he dicho lo ansiosos que estamos de acabar con esta historia errónea [...] Ha entendido los peligros que envuelven un asunto de este tipo", concluía el embajador estadounidense en un cable del 18 de abril de 1975.

El embajador tuvo que pedir al todavía príncipe que aclarara una información falsa que había difundido

Asimismo, el 25 de octubre de ese mismo año, según explicó Stabler tres días después en otro informe, la "casa del príncipe" (sic) tuvo que intervenir para desautorizar la publicación de una entrevista, aprobada por la mañana, ya que podría resultar "inapropiada justo en este momento ante la inminente muerte de Franco". El aparato franquista pensaba, tal como cuenta el embajador estadounidense, que con sus respuestas el príncipe había ido "demasiado lejos y demasiado deprisa". Finalmente, permitieron al periodista, Arnaud de Borchgrave, editor del semanario Newsweek, publicar un artículo, que salió el 3 de noviembre bajo el título Cómo lo ve Juan Carlos. En él, De Borchgrave podría usar el contenido de la entrevista pero sin atribuir nada directamente al futuro sucesor del dictador.

No es la única ocasión en la que el entorno de Franco evidencia su malestar con el Borbón. Stabler tambien pone de relevancia en varios de sus informes la mala relación entre Juan Carlos y Manuel Fraga, quien reconoce abiertamente que el monarca estaba adquiriendo "demasiado poder". Corría el 21 de octubre de 1976 y hacía pocos meses que el rey, en otra de esas entrevistas reconvertidas en artículo, en las que hablaba y hablaba pero advertía de que no le entrecomillaran, aseguraba que Arias Navarro era un "desastre sin paliativos".

El rey esperaba que Franco no muriera antes de que el tema del Sáhara quedara solucionado

El rey se muestra hiperactivo en los instantes previos a hacerse con la jefatura de Estado. Y también después. En uno de los documentos, Stabler destaca las visitas de Juan Carlos al Principado de Asturias, Catalunya y Andalucía que, a juicio del embajador, le sirvió al novato monarca para constatar su popularidad e identificarse "como rey ante la gente, especialmente con la clase obrera".

El Borbón parecía estar en todos lados y, si bien, se mostraba especialmente preocupado por intervenir en cualquier asunto, había otros temas, como el del Sáhara, en los que prefería no involucrarse ya que sólo le podría traer "consecuencias negativas". En otro de sus despachos con el embajador estadounidense, el todavía príncipe deja muy claro que, en este caso sí, no quería saber nada y que esperaba que "Franco no desapareciera de escena antes de que el problema de Sáhara quede resuelto". No pudo ser. Al dictador no le quedaban ni tres meses de vida.

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