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May y Corbyn declaran la 'guerra de las ideas' en su disputa por Downing Street

Colisión ideológica. Reino Unido escenifica en su trascendental campaña electoral del próximo 8 de junio la batalla doctrinal entre la derecha, que pretende regular la inmigración, promete rebajas fiscales y apuesta por las privatizaciones y la izquierda, que desempolva nacionalizaciones y recupera la defensa de las políticas sociales.

La Primer Ministra británica Theresa May durante un acto de campaña electoral. REUTERS/Stefan Wermuth

diego herranz

Pocos analistas dudan de que los manifiestos electorales de la conservadora Theresa May y del laborista Jeremy Corbyn contienen material doctrinal de alto voltaje. De hecho, son de tanto calibre, que la cómoda ventaja de la primera ministra tory -de hasta 18 puntos, según sondeos-en las fechas que sucedieron a su sorprendente, aunque unánimemente elogiado anuncio de convocatoria electoral -por la confluencia del esperado apoyo social y de los intereses de su partido para gestionar el Brexit-, se ha diluido como un azucarillo con el paso de las jornadas.

Hasta casi aventurar un reequilibrio de fuerzas en el Parlamento -May podría perder 20 escaños y Corbyn recuperar 30- que es como dejar las espadas en alto. Dado, por un lado, el traumático historial de fiascos demoscópicos en los comicios británicos desde que, al inicio de los noventa, descartaran la victoria de John Major. Y, por otro, al complejo sistema electoral británico, basado en un escrutinio uninominal mayoritario, que suele dejar mayorías más frágiles que las que dicta el veredicto de las urnas.

Encuestas como la de YouGov y Times apuntan a una Cámara de los Comunes con 310 asientos para los tories; 257 para los laboristas; 50 para los nacionalistas escoceses (un retroceso de 4 escaños) y 10 para liberales. El resto de formaciones, incluido el UIKP y los Verdes, quedarían, en principio, sin representación.

La libra también ha ido perdiendo paulatinamente valor en las últimas semanas respecto a las monedas del G-10 

Los intentos, pues, de defenestración del líder laborista -primero entre sus correligionarios y más tarde, por amplios espectros de la sociedad civil y parte de la comunidad empresarial, en los que se criticó sus titubeos para aceptar el Brexit, que le llevaron de aceptar a regañadientes el resultado del referéndum hasta arremeter contra Tony Blair por su campaña de vuelta a las instituciones comunitarias-, han caído en saco roto. En buena medida, por su lista de promesas electorales. Que recuperan, en gran medida, viejas reivindicaciones laboristas arrinconadas en el baúl de los recuerdos por largas décadas de liberalismo en los mercados. De igual forma, entre las proclamas tories, ha salido a relucir un recetario clásico de deseos conservadores.

Retorno del bipartidismo con fragilidad monetaria

Las señales de este choque ideológico son cada vez más nítidas en Reino Unido, aunque todavía veladas para asegurar que tendrán traslación a otras latitudes del planeta. En especial, a la Vieja Europa. Entre esos vestigios destaca la vuelta al bipartidismo. El populista, ultranacionalista y antieuropeo UIKP, determinante en la decisión de abandonar la UE de la consulta de mayo de 2015, y que llegó a abanderar los sondeos para las elecciones europeas de 2014, prácticamente ha desaparecido de las intenciones de voto de los británicos. Menos del 4%, dicen los sondeos. Lo mismo que los liberales de Nick Clegg, a los que les ha pasado factura su prolongada coalición con el conservador David Cameron y su numantina defensa de Europa. Nunca, desde la etapa de Thatcher, tories y laboristas han acaparado tanto respaldo. Nada menos que el 78% de los sufragios. Por lo que analistas como Patrick Dunleavy, de la London School of Economics, relatan que “el declive del bipartidismo” de los años posteriores a la crisis económica, “ha tocado a su fin”.

Aunque no es el único augurio de que este rearme ideológico de los dos partidos tradicionales del Reino Unido ha servido de caladero para sus tradicionales simpatizantes. También la libra ha mostrado signos de debilidad en las últimas jornadas frente a las divisas del G-10. A medida que se revelaba el goteo de escaños de May.

El rearme ideológico de conservadores y laboristas ha devuelto el bipartidismo a la sociedad británica

Las especulaciones inversoras a corto anticipan que el mercado ha dejado de dar por descontado un holgado triunfo tory con el que la primera ministra británica pretendía controlar el Parlamento con mano férrea y negociar así, con un órdago en toda regla, un Brexit duro con controles migratorios pero libre acceso al mercado interior con Europa, amparado en una lista de electos que mayoritariamente se manifestaron partidarios de la salida británica de la UE.

Su declarado sueño de invierno, cuando el Parlamento frenó su deseo de emprender esa táctica agresiva con sus, todavía, socios europeos. Pero, ¿cuáles han sido los compromisos estelares de los manifiestos tory y laborista? Y, sobre todo, ¿son sus propuestas económica y socialmente factibles? Un doble decálogo de iniciativas que han plasmado en sus documentos oficiales de campaña ambas formaciones contribuyen a calibrar la dimensión real de sus respectivos planes de futuro para la Pérfida Albión.

Manifiesto laborista

Jeremy Corbyn ha diseñado un ambicioso plan “para la mayoría, no para unos pocos” en el que se aprecien las alternativas para “construir un país donde podamos invertir nuestra riqueza y en el que podamos dar a cada uno la mejor opción” de prosperidad.

1.- Nacionalizaciones. Devolver a la rede de ferrocarriles a la propiedad pública cuando expiren sus actuales concesiones privatizadoras; restablecer el control estatal sobre las infraestructuras de suministro de energía y sobre nueve firmas de agua, que pasarán a tener gestión regional. En este capítulo también incluye el final del periplo privado del Royal Mail, el Correos británico.

2.- Economía. Subida de la presión fiscal en 48.600 millones de libras (casi 56.000 millones de euros), a partir, entre otras medidas, de un alza al 5% de la población con rentas más altas (con la que piensa recaudar 6.400 millones) o el incremento de ingresos, de 19.400 millones, a través de la fiscalidad de las empresas. Creará un Fondo de Transformación Nacional que invertirá más de 250.000 millones de libras en diez años en modernización de la economía. Tipo del 50% a las rentas superiores a 123.000 libras y del 45% a las que rebasen las 80.000 libras anuales.

Corbyn apuesta por establecer la tasa Robin Hood sobre las transacciones financieras para costear sus ambiciosas políticas sociales

3.- Derechos laborales. Elevará los salarios de 5.7 millones de residentes que ganan por debajo del salario mínimo, que se fijará en 10 libras por hora en 2020. Acabará con los contratos de cero horas (es decir, sin declarar por parte de los empresarios) e impondrá garantías para que se detallen, al menos, un mínimo número de horas laborales a la semana.

4.- Educación. Supresión de la matrícula universitaria y gratuidad de manutención a escolares de primaria pagada con la abolición de la exención del IVA en las matriculaciones de los colegios privados.

5.- Pensiones y Seguridad Social. Rechazo a la doble intención del Gobierno de May de aplicar el llamado impuesto sobre la demencia y de retrasar la edad de jubilación; reinstaurar el housing benefit (ayudas al alquiler) a los menores de 21 años, muy asentada en la cultura británica en décadas pasadas. Y aumento de plantillas hospitalarias para reducir las listas de espera.

Jeremy Corbyn, líder de la oposición del partido Laborista durante un discurso en un acto de campaña.REUTERS/Neil Hall

Jeremy Corbyn, líder de la oposición del partido Laborista durante un discurso en un acto de campaña. REUTERS/Neil  Hall

6.- Energía. Asegurar que el 60% de la energía del Reino Unido proceda de fuentes renovables en 2030, aunque las centrales nucleares “seguirán formando parte” del mix energético del país; prohibición del fracking e introducción inmediata de un precio límite para familias en situación de emergencia energética para que su recibo anual no supere las 1.000 libras.

7.- Política exterior y Defensa. Cooperar con socios internacionales y organismos multilaterales para establecer un desarme que deje al mundo “libre de armamentos nucleares”, compromiso para gastar, al menos, el 2% en armamento en el seno de la OTAN y remodelar la estrategia de Política Exterior y Defensa porque el terrorismo de corte islamista tiene relación con las misiones de guerra británicas en el exterior.

8.- Inmigración. No establecerá cupos de inmigrantes ni contabilizará como tales a estudiantes extranjeros.

9.- Brexit. Aceptación del resultado del referéndum para construir “una relación estrecha con la UE que priorice la creación de empleo y la preservación de los derechos laborales”, garantizar la legalidad vigente a los europeos que residan en Reino Unido y trabajar por la reciprocidad de criterios con los británicos que viven en territorio comunitario. Concesión de mayores poderes de decisión al Parlamento en las negociaciones con Bruselas.

10. Unidad británica. Oposición a un segundo referéndum de independencia en Escocia. Crear un banco de inversión escocés para impulsar negocios, empresas y estimular la economía, otro de desarrollo para Gales y respaldo a los acuerdos de Viernes Santo en Irlanda del Norte.

El programa 'tory'

En las filas conservadoras, el lema es rotundo: “Hacia adelante, juntos: Nuestro plan para una Gran Bretaña más fuerte y próspera en el futuro”. Aunque sus mensajes claves sean más difusos y sus argumentos también menos precisos, su doble objetivo es el de, por un lado, recuperar el liderazgo político perdido y, por otro, retornar a la estabilidad económica, con una negociación dura respecto al Brexit y en el escenario posterior a la desconexión.

1.- Inmigración. Compromiso de control sobre la inmigración a través de los visados. Intención de reducir la entrada de extranjeros en el país por debajo de los 100.000 permisos.

2.- Economía. Los tories apelan en su programa electoral a su “instinto” de baja tributación para prometer reducciones fiscales. De hecho, su mayor aportación a este respecto es la elevación, hasta las 12.500 libras, de las prestaciones personales y de hasta 50.000 las del tramo más alto, para 2020. Porque el ímprobo esfuerzo hacia un equilibrio de las cuentas públicas, que aún no se ha consumado, emprendido por la coalición gubernamental con los liberales, entre 2010 y 2015, y que superó el 10% del PIB, se ha enfocado más al recorte de gastos, que ya superó el 10% entre 2009 y 2010, que a una subida de impuestos. May se verá obligada, de ganar, a elevar la presión fiscal. Porque el agujero presupuestario todavía excede el 4% del PIB. De ahí que no concrete demasiado su política tributaria. Salvo, por ejemplo, reducir el fraude del IVA on line. Y mantener el reciente recorte aplicado a Sociedades, que dejará el gravamen en el 17%, para 2020.

Britain's Prime Minister Theresa May attends a campaign event in Twickenham, London, May 29, 2017. REUTERS/Leon Neal/Pool

La Primer Ministra británica Theresa May durante un acto de campaña electoral. REUTERS/Leon Neal/Pool

3.- Derechos laborales. Elevará las cargas sociales a empresas que contraten a inmigrantes. Las firmas tendrán que publicar un listado con la ratio de pagos contractuales a británicos y otro con los que realizan a ciudadanos de otras nacionalidades. los salarios de 5.7 millones de residentes que ganan por debajo del salario mínimo, que se fijará en 10 libras por hora en 2020. Acabará con los contratos de cero horas (es decir, sin declarar por parte de los empresarios) e impondrá garantías para que se detallen, al menos, un mínimo número de horas laborales a la semana.

Corbyn apuesta por establecer la tasa Robin Hood sobre las transacciones financieras para costear sus ambiciosas políticas sociales

4.- Educación. Incrementar la partida educativa a escuelas primarias en 4.000 millones de libras en 2022. Suprimir el almuerzo gratuito a alumnos de primaria a cambio de un breakfast libre de pago. Exigir a universidades que deseen elevar el precio de sus matrículas que sufraguen esos desembolsos adicionales con patrocinios privados o fondos de mecenazgo.

5.- Pensiones y Seguridad Social. Apartado donde May ha protagonizado uno de sus errores más sonados. Su intento de que la atención a personas mayores sea sufragada, en gran medida, por los propios receptores de esos cuidados, ha sido el gran detonante de su pérdida de respaldo social. En especial, entre sus tradicionales votantes de mayor edad. Los laboristas lo bautizaron como impuesto sobre la demencia, porque son los mayores los que deberían sufragar esa ayuda con su patrimonio (incluida la vivienda) hasta alcanzar las 100.000 libras. Hasta ahora, el techo máximo del pago por asistencia individual, decretado por Cameron, es de 72.000 libras. Es, pues, un nuevo paso hacia la privatización del Sistema Nacional de Salud.

6.- Energía. Otra propuesta vaga, pero ajustada a los parámetros de mercado. Reino Unido debe lograr el coste de la energía más bajo de Europa, tanto para sus familias como para sus empresas. Establecimiento de una política de eficiencia energética que ayude a las grandes corporaciones a reducir su cheque de energía. Mejorar la independencia regulatoria en el sector.

7.- Política exterior y Defensa. Dedicar al menos el 2% del PIB a gastos militares con incrementos anuales superiores, en medio punto, al índice de inflación. Mantener el tamaño de las Fuerzas Armadas y el arsenal nuclear británico.

8.- Sanidad. Promesa de elevar en 8.000 millones de libras el gasto sanitario en 2022, a cambio de abrir el sistema a la contratación de servicios de consultoría hospitalaria. Otro paso dirigido a su paulatina privatización.

9.- Brexit. Aprobación por ambas cámaras del parlamento del acuerdo final con la UE. Salida del mercado interior y de la unión de consumidores, pero suscribiendo en un acuerdo bilateral una “profunda y especial relación” que incluya tratados comerciales y pactos de consumo.

10. Unidad británica. Un segundo referéndum en Escocia no se podrá convocar hasta que no finalice el proceso de negociación del Brexit. Protección de intereses económicos y sociales de escoceses, galeses y norirlandeses.

Varios análisis de think tanks económicos anticipan que, sea quien sea el próximo inquilino del número 10 de Downing Street, la presión fiscal subirá en Reino Unido. El coste de los cambios tributarios y sociales de Corbyn supondrán, en conjunto, un aumento de las aportaciones de los contribuyentes de 80.000 millones de libras, unos 100.000 millones de euros.

Pero el instinto de reducción impositiva de May tampoco se corresponde con la realidad. Institute for Government, centro de investigación de esta materia, recuerda que, en el reciente presupuesto de marzo, Phillip Hammond, chancellor of the Excheque de May, elevó tasas como las de transmisiones patrimoniales o las aportaciones a las aseguradoras -que afectan desde pólizas de vida a seguros de coches-, además de crear nuevos impuestos ambientales que, lejos de compensar las rebajas, mínimas, sobre los dividendos, y la más exigente de Sociedades, dirigirá la presión impositiva en cotas desconocidas desde mediados de los ochenta, ya el próximo ejercicio.

REUTERS/Darren Staples

Jeremy Corbyn, líder de la oposición del partido Laborista durante un discurso en un acto de campaña.REUTERS/Darren Staples

Otro de los frentes donde se aprecia el salto ideológico, tanto en el laborismo como entre los tories, es en el ámbito de las políticas sociales. E, íntimamente relacionado con ello, sus fórmulas de financiación. O, al menos, algunas de ellas.
El giro de Corbyn respecto a Ed Miliband se atisba en propuestas concretas como la supresión de la matriculación universitaria, que tendrían una factura estimada de 11.000 millones de libras, o el retorno del housing benefit -4.000 millones-pero también en la supresión de recetas tories en el Estado de Bienestar como el sustituto de esta ayuda al alquiler, el llamado bedroom tax, que ha supuesto, de facto, su práctica eliminación y, sobre todo, poniendo caducidad al fervor privatizador. Con herramientas para sufragar su re-estatalización como el impuesto sobre las transacciones financieras, que reportarían 5.600 millones, o dejando sin efecto la reciente rebaja de Sociedades; es decir, recuperando el gravamen del 26%. Un guiño hacia los estratos de clase media-baja que coquetearon en el pasado reciente con el UIKP.

Entretanto, la visión conservadora para los próximos cinco años, que resultarán cruciales para un Reino Unido fuera de la UE, apuesta por más ajustes graduales del lado del gasto, sin grandes propuestas de ayuda a familias, salvo, quizás, las 30 horas gratuitas de cuidado a niños de entre 3 y 4 años, cuando se prevén notables incrementos de los niveles de vida y subidas fiscales. Sin tener en cuenta, además, que sus férreos controles migratorios reducirán la capacidad de oferta de cuidadores de hogar y elevarán sus emolumentos. Por no mencionar la pérdida de valía en profesiones técnicas y sobre el crecimiento económico de que la inmigración neta se reduzca en varias decenas de miles de residentes en el país.

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