Público
Público

Miedo e incertidumbre en Colombia: "Para el Estado ya estamos muertos"

Después de tres décadas de violencia de las FARC, masacres de los paramilitares y estigmatización del Ejército, en Ituango el SÍ ganó por mayoría. Atónitos con el resultado del plebiscito que da marcha atrás a los acuerdos de paz entre la guerrilla y el Gobierno, en este pueblo vuelven a tener miedo, a encerrarse y a preguntarse qué les espera ahora.

Una votante del Sí se lamenta del resultado del plebiscito. - EFE

AGNESE MARRA

ITUANGO (COLOMBIA).- Este lunes, a las siete de la mañana, los coches de Naciones Unidas se retiraban de Ituango. Habían llegado para iniciar esta semana los trabajos de supervisión de la vereda (área rural) de Santa Lucía (municipio de Ituango), una de las 23 poblaciones en las que se concentrarían los guerrilleros de las FARC desmovilizados. Pero la nueva orden era volver a Medellín. “Por ahora sólo podemos esperar”, decían, todavía incrédulos con la victoria del NO en el plebiscito que debía refrendar los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno colombiano y la guerrilla.

El coronel Fonseca tenía la misma orden: “No va a pasar nada, me han dicho que esperemos, seguimos en nuestros puestos tranquilos”, explicaba a Público este comandante que tiene bajo su cargo a los 450 soldados que acababan de llegar a Ituango para asegurar la seguridad de los guerrilleros. El domingo, a las seis de la tarde, uno de esos soldados custodiaba el cuartel, rodeado de pequeñas trincheras de una guerra que no termina de acabar. Aún no se había enterado del resultado y al ser informado frunció el ceño:

-¿El no? ¿Están seguros?

Una vecina de Ituango, que perdió a su padre, asesinado por las FARC: "La paz empieza en casa y qué ejemplo le daríamos a nuestros hijos si votamos NO, eso es impensable"

Entre la incredulidad y el miedo. Entre la impotencia y la aceptación. Así ha caído la victoria del NO en este pueblo de campesinos en el que los muertos, la sangre y los desplazados han sido su día a día durante los últimos 30 años. Lo han vivido todo: el control y los asesinatos de las FARC, las masacres de los paramilitares, el estigma del Ejército. Y ahora se preparaban para recibir a la guerrilla, pero ya sin armas.

“Estamos muy contentos porque desde hace un año ─desde que se inició el alto al fuego─ vivimos tranquilos, los recibiremos con gusto porque quién no querría la paz”, contaba Marta Ilda Gutiérrez minutos antes de que se cerrara el único colegio electoral del municipio. Esta mujer de 54 años, perdió a su marido, asesinado por la FARC, pero decía haberlos perdonado “hace tiempo”. Su vecina, Luz Ceneida Cavas, perdió a su padre hace cinco años, también asesinado por la guerrilla: “Si no se perdona, uno no puede dormir tranquilo. La paz empieza en casa y qué ejemplo le daríamos a nuestros hijos si votamos NO, eso es impensable”, decía esta vendedora que pensaba beberse un ron para celebrar la victoría del SÍ, esa que todas las encuestas predecían, esa que nunca llegó.

“Aceptar lo que venga”

“Sabíamos que éramos un país dividido, sólo necesitábamos saber quién ganaba”, decía Carlos María Heredia mientras asistía al recuento de votos por la televisión del bar Primavera, una especie de café con un casino clandestino al fondo. En el salón del bar una docena de hombres ataviados con sus sombreros no quitaban el ojo al televisor. Desde el principio la balanza se inclinaba hacia el NO, pero ellos lo justificaban: “Lo que pasa es que el recuento comienza en las capitales que no han vivido tanto la guerra. En cuanto lleguen los resultados de las veredas, la balanza se va a compensar”.

No se compensaba. Pasaban los minutos y las papeletas del NO seguían imponiéndose. Luis Alfredo Amaya movía el pie nervioso y su compañero le miraba cada minuto a la espera de un gesto de complicidad. Con el resultado definitivo se apagaron las voces. Algunos salieron rápido y otros miraban para otro lado: “Los campesinos tenemos que aceptar lo que se venga, seguir trabajando y alimentando a nuestros hijos”, decía Amaya a regañadientes, con pocas ganas de hablar.

"Nosotros estamos en medio de dos grupos armados y como campesinos aceptamos órdenes de cualquier fuerza que nos mande"

Este hombre de 43 años, nacido en Ituango “y vivido aquí hasta la muerte” votó por el SÍ, como el 70% de los itangueños. Tiene varios sobrinos y primos asesinados y desaparecidos por el conflicto: “Nosotros estamos en medio de dos grupos armados y como campesinos aceptamos órdenes de cualquier fuerza que nos mande, nuestra vida siempre ha sido así”.

El dueño del bar que antes de comenzar los recuentos hacía bromas y presumía de haber votado por el SÍ, se puso a trabajar sin mediar palabra con los cuatro clientes que quedaban: “No pasa nada, nos adaptamos”, repetía. El campesino Jorge Iván Areiza explicaba que no era “un buen momento” para hablar: “Ahora tenemos miedo, no sabemos qué va a pasar, y si hay algo que conocemos bien aquí es la guerra, por eso estamos tan callados”. Pero Areiza continuaba hablando: “La ciudad nunca entiende lo que sufrimos los campesinos. La guerra está en el campo, pero ellos son la mayoría y deciden por nosotros, sólo nos queda aceptarlo”.

Una joven protesta en Bogotá tras la victoria del NO en el plebiscito. - AFP

Una joven protesta en Bogotá tras la victoria del NO en el plebiscito. - AFP

El fantasma de la guerrilla

En la plaza del Parque estaban Kelly González y Jéssica Monsalve sentadas en un banco, todavía sin noticias del resultado. “Ay la madre”, dijo Kelly al enterarse en ese instante. Su amiga le cogió el brazo fuerte y le susurró:

-Prepárate que ahora van a matar al marido de…

-No digas eso. ¿Tú crees que es posible?- le replicaba a la amiga

Kelly y Jessica hablaban de la Ley del Monte, el sistema por el que FARC juzgaba a los campesinos y lidiaba con los conflictos en esta ciudad que ha estado en manos de la guerrilla ─salvo en algunos periodos de paramilitares─ durante los últimos 30 años. La guerrilla era la ley y hasta hace un año la imponía: “Ellos nos enseñaban a portarnos bien. Si alguien robaba, violaba o se drogaba era castigado muchas veces con la muerte”, explica Jéssica.

Un profesor, sobre los actos de los paramilitares en el pueblo:"Vi cómo tiraban unos 50 cadáveres a las fosas comunes, pedazos de manos, de piernas, cabezas, como si lanzaran abono sobre la tierra"

Con la victoria del NO creen que la guerrilla va a volver a controlar la ciudad y, según ellas, tiene una lista con las personas que en este tiempo no han hecho las cosas “bien”. Temen una venganza: “Hace un año que no nos juzgan pero ellos nos controlan, saben lo que hacemos. El Gobierno ya nos ha abandonado, para el Estado ya estamos muertos”, repetía Jéssica, mientras su amiga Kelly miraba al infinito.

Néstor Daniel Usuga y Arley Álvarez son maestros del pueblo. Ambos están medicados con ansiolíticos por estrés post traumático. El primero estuvo encadenado tres veces por los paramilitares, encañonado: “Estaba seguro de que me iban a matar”. Arley tiene una imagen en su cabeza que no consigue olvidar: “Vi cómo tiraban unos 50 cadáveres a las fosas comunes, pedazos de manos, de piernas, cabezas, como si lanzaran abono sobre la tierra”.

Néstor también tiene una imagen que no olvida, y la cuenta un par de veces, como para dejarlo bien claro. Él tenía ocho años cuando las FARC mataron a su abuelo: “Mi abuela estaba tirada en el suelo sujetando la cabeza de mi abuelo, estaba llena de sangre, de masa encefálica y no paraba de gritar que le había matado a su marido”. Dice que este domingo cuando fue a votar pensó en esa imagen: “Me acordé de mi abuela, parecía una Piedad, y pensé que hoy era el día en que todo podía volver a tener sentido”.

“Creo que el resultado demuestra que el problema de Colombia no es la guerrilla, ni el Gobierno, el problema es la gente”

Pero ese día todavía no ha llegado y a estos dos maestros, el primero también poeta y el segundo escultor, les cuesta entender qué ha pasado: “Creo que el resultado demuestra que el problema de Colombia no es la guerrilla, ni el Gobierno, el problema es la gente”, decía Arley. Néstor cree que son las FARC las que que “tienen ahora la sartén por el mango” y además entiende la victoria del NO como una “victoria de Uribe”. Su amigo está de acuerdo: “No entiendo por qué Uribe que odia tanto a esta guerrilla la mantiene activa. Además si quiere tanto al Ejécrito colombiano por qué les manda a la guerra de nuevo”.

El coronel Fonseca a última hora de la noche dio un comunicado en la radio de Ituango para dejar tranquila a la población. Sabe que los vecinos tienen miedo de la vuelta de las FARC y temen que el Ejército se retire: “Tenemos orden de quedarnos, pueden estar tranquilos”. Pero los vecinos desconfían y aunque no se ha vuelto al toque de queda que imponía la guerrilla, cuando a las seis de la tarde los itangueños tenían que volver a sus casas, las calles están más vacías: “Ha vuelto la intranquilidad, tenemos que cuidarnos”, dice el maestro.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional