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Los niños que sueñan con pegamento

Los llaman "chokora" ("basura" en suajili) y viven hacinados y ajenos a la sociedad keniana, que trata de esconder la vergüenza de tener a cerca de 40.000 menores hambrientos en la capital, la mayoría sin familia y adictos a la cola de pegar, denuncia UNICEF

Jóvenes a los que se les llama chokora, que significa basura

DESIRÉE GARCÍA

NAIROBI.- Una vez por semana, Douglas y otros niños que viven en las calles de Nairobi aparcan su vida un rato para dar clases de dibujo. Ollas llenas de comida, la mochila que usarían si fueran al colegio, viajes en aviones transcontinentales y botes de pegamento dan forma a sus sueños sobre el papel.

Los llaman "chokora" ("basura" en suajili) y viven hacinados y ajenos a la sociedad keniana, que trata de esconder la vergüenza de tener a cerca de 40.000 menores hambrientos en la capital, la mayoría sin familia y adictos a la cola de pegar, según Unicef.

Las autoridades de Nairobi trataron de ocultar su presencia, habitual en cada esquina de la ciudad, durante la visita del presidente de EEUU, Barack Obama, el pasado julio, como denunciaron varias ONG.

"Perdí a varios niños de la calle cuando vino Obama. Fueron arrestados, les pusieron esposas y los encerraron en Kibera -el mayor barrio chabolista de la ciudad-. Un par de ellos me contaron que eran golpeados cada día", explica la artista australiana Lenore Boyd, popular entre estos menores.

A través de la fundación Alfajiri Street Kids, Boyd ayuda a volver al colegio a algunos de estos niños, que han acabado en la calle al quedar huérfanos o al huir de graves situaciones de violencia familiar. También organiza actividades para que puedan evadirse de su cruda rutina.

Cada viernes, la australiana da clases de dibujo a todos los niños que quieran acercarse al barrio de Pangani. Solo pone una condición: que no esnifen pegamento mientras dura el taller.

Tras desayunar en el comedor de los Padres Misioneros de la Caridad, que cede sus instalaciones para las clases, una veintena de chicos, muchos de ellos descalzos y con la ropa marrón de polvo y suciedad, se abalanzan sobre los rotuladores.

"El día en que se dibujan con zapatos quiere decir que están contentos", explica Begoña Lund, una artista española que colabora con las clases.

Hoy, Grace, de 9 años, versiona el "Mujer y pájaros" de Joan Miró al dibujar una niña de trenzas disparadas con un perro y una tortuga. En la mesa de enfrente, su madre plasma sus sueños adultos con pinturas de colores: una casa con un gran depósito de agua.

El resto de los alumnos son chicos que conviven en Mlango Kubwa, un suburbio en el este de Nairobi en cuyo centro hay un gran vertedero donde los más jóvenes pasan las noches acurrucados, unos juntos a otros, para protegerse de palizas y abusos sexuales.

"Esa imagen muestra claramente la visión que la sociedad -keniana- tiene de ellos...como 'chokora'. Ése es el nombre que usan para ellos", cuenta Boyd.

Paul Ekai, de 17 años, dejó la casa de su familia en Isiolo (oeste de Kenia) porque su padre le pegaba. "Mi padre y mi madre bebían vino", recuerda.

"Vine a Nairobi porque mi padre está muerto", relata George Kamau, de 17 años, al final de la clase, con la mandíbula floja por el "mono", que ya empieza a hacer estragos.

Aquí conoció a Douglas Muthithi, de la misma edad, cuyo padre empezó a maltratarle cuando su madre les abandonó. Ya hace ocho años que huyó a Nairobi y ha esnifado tanta cola que se ha quedado prácticamente ciego.

"Esnifo porque cuando llegué aquí veía a la gente haciéndolo, pero no es bueno", aclara Paul.

Douglas va tan colocado que no puede articular una frase completa, pero forma parte de la estrecha comunidad de Mlango Kubwa, donde los chicos comparten el dinero y la comida como si fueran familia.

El botín que consiguen mendigando o con pequeños trabajos como pelar patatas, reparaciones o recogiendo basura no suele superar los 20 chelines (17 céntimos de euro) diarios.

A mediodía es hora de echarse de nuevo a la calle. "Big Charles" ha vuelto a demostrar que es el más talentoso del grupo con un retrato de Lenore.

Paul ha dibujado un matatu -furgoneta para el transporte de viajeros-, pero dice que de mayor quiere ser "piloto" y tener su propio avión para llevar a sus amigos.

Peter Mugambi, de 15 años, es más realista, y se conforma con "llegar -vivo- a diciembre".

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