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Un Nobel de la Paz chino tras las rejas

Pekín amenaza a Oslo por el premio al disidente Liu Xiaobo, condenado a 11 años de cárcel

ANDREA RODÉS

La comunidad internacional ha vuelto a poner sobre la mesa la falta de respeto de Pekín hacia los derechos fundamentales y la libertad de expresión. El Comité Nobel en Oslo otorgó  el Premio de la Paz a Liu Xiaobo, activista por los derechos humanos y defensor de la democracia en China, condenado a 11 años de cárcel el pasado diciembre.

La concesión del prestigioso galardón a un disidente político supone un reto abierto para el régimen chino, que se ha quedado atrás a la hora de introducir reformas en el ámbito de los derechos humanos en comparación con el rápido progreso socioeconómico logrado durante los últimos 30 años. El Nobel de la Paz reconoce los esfuerzos de Liu Xiaobo 'por su lucha larga y no violenta a favor de los derechos humanos fundamentales en China', una decisión que 'conecta los Derechos Humanos y la paz'. El premio incluye una dotación valorada en 1,46 millones de dólares.

Barack Obama pide que se libere al activista lo más pronto posible

La decisión de galardonar a Liu Xiaobo ha irritado al Gobierno chino, que acusó al Comité de Oslo de violar sus propios principios al honrar a un 'criminal' con el Nobel de la Paz y advirtió de que afectará a las relaciones entre Pekín y Noruega. El embajador noruego en la capital china fue convocado por las autoridades. Poco después de anunciarse el premio, Pekín puso en marcha los mecanismos de censura para suprimir de internet cualquier mensaje o información relacionada con la concesión del Nobel a Liu Xiaobo y asegurarse de que la noticia no era difundida por ningún medio de comunicación del país.

Liu, profesor de literatura de 54 años, es conocido por ser uno de los autores principales de la Carta 08, un manifesto por la democracia publicado en diciembre de 2008. Un año después, y tras periodos de arresto domiciliario, Liu fue condenado a 11 años de cárcel. Su esposa, Liu Xia, fue autorizada a anunciarle la noticia hoy en una visita a su celda.

La decisión de conceder a Liu Xiaobo el Nobel de la Paz es un indicio de la creciente frustración de los países occidentales ante la falta de respeto del Gobierno chino por la libertad de expresión y los activistas de derechos humanos.

China censura la información y dice que el Comité honra 'a un criminal'

Ante el fuerte crecimiento económico de China y su papel estratégico como motor de la recuperación de la economía mundial, la mayoría de los países occidentales ha priorizado las relaciones comerciales con Pekín, dejando a un lado las diferencias en asuntos de derechos humanos. Por ejemplo, numerosas organizaciones de derechos humanos lamentaron que el presidente estadounidense, Barack Obama, no exigiera la liberación de Liu durante su primera visita oficial a China, en noviembre de 2009. La Administración Obama ha insistido que dejaría en un segundo plano los asuntos de derechos humanos para no estropear una 'alianza estratégica' entre EEUU y China.

Sin embargo, la Casa Blanca y la UE llevan meses presionando para que Pekín revocase la condena sobre el disidente, pero las autoridades chinas se mostraron inflexibles a la hora de revisar la sentencia. Pekín alegó que la condena fue dictada de forma imparcial, conforme con la legislación del país. Pero en China no hay un Estado de derecho que garantice un sistema judicial independiente.

Ayer, Obama llamó por fin a Pekín a liberar a Liu 'tan pronto como sea posible'.

Es la primera vez que un disidente chino es galardonado con el Nobel de la Paz, al margen del Dalai Lama, premiado cuando estaba exiliado en India, en 1989. El líder espiritual tibetano recibió el Nobel pocos meses después de que el Gobierno chino ordenase la sangrienta represión militar contra las manifestaciones en la plaza de Tiananmen de Pekín.

Una de las promesas del Gobierno chino al serle concedidos los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 fue su compromiso de avanzar en el cumplimiento de los derechos humanos. No obstante, a China todavía le queda mucho para mejorar su imagen en este campo, desde el respeto por las voces críticas con en el régimen y los activistas de derechos humanos, a la tolerancia cultural y religiosa, y la libertad de prensa.

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