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Noruega promete "más democracia" en honor de las víctimas

Cientos de noruegos abarrotan la catedral de Oslo, conmocionados por la masacre en la que perecieron 93 personas

PÚBLICO/ AGENCIAS

'No tiene ningún sentido, ninguna lógica'. El estupor del joven Eivind Pilskog, camino de la misa en Oslo por los 93 fallecidos en la matanza del viernes en Noruega, reflejaba ayer el sentir de los casi cinco millones de noruegos. Un pueblo que trata ahora de sacudirse la angustia provocada por el horror desatado por el fanático Anders Behring Breivik, primero en Oslo y , sobre todo, en la isla de Utoya.

Un país tranquilo y pacífico, la ausencia de enemigos públicos visibles, una Policía confiada 'Nunca podría haberme imaginado que algo así podía suceder aquí', insistía este veinteañero, conmocionado por esta 'tragedia nacional', como la definió el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg. Una tragedia en la que juventud de la mayoría de las víctimas, los jovenes acribillados en el campamento de verano del Partido Laborista en Utoya, es una honda herida que tardará en cerrarse.

Un joven resumía el estupor general repitiendo: «Esto no tiene sentido»

Ahora, como señaló el propio Stoltenber, Noruega responderá con 'más democracia: se lo debemos a las víctimas', aseveró el primer ministro.

'He venido aquí porque una de mis alumnas, una fantástica activista política de 21 años a la que yo conocía bien, murió asesinada en Utoya', explicaba visiblemente emocionado el profesor de Derecho de la Universidad de Oslo Mads Andenas, que guardaba con estoicismo su turno en la fila de acceso al templo.

Su sobrina también se encontraba en el campamento de las juventudes socialdemócratas en el que el fanático segó las vidas de 86 jóvenes. 'Pero consiguió escapar indemne', acertó a decir Andenas sobre la adolescente, antes de que se le quebrase la voz y comenzase a llorar.

'He venido porque una de mis alumnas murió en Utoya2, decía un profesor

La celebración en memoria de las víctimas, que tuvo lugar a las once de la mañana en la catedral de Oslo, fue seguida por cientos de ciudadanos, que vestían de riguroso luto. Unos penetraron en su interior para asistir al oficio religioso, otros se limitaron a depositar flores y velas en la entrada. Todo en perfecto orden, sumidos los feligreses en un denso silencio.

Fue un sentido homenaje, máxime en un pequeño país cuya población se concentra en la capital y padece como propias las desgracias de los suyos. 'Depositamos flores porque la tragedia que golpeó a Noruega y a todo el mundo nos causó una gran impresión y queremos mostrar nuestras más profundas condolencias', explicó Trude-Mette, de 43 años, con el rostro desencajado.

'Me siento honrado de vivir en un país como este', dice el primer ministro

Los alrededores de la catedral, en el centro de la ciudad y a escasos metros de la zona donde se alzan los edificios que albergan la sede del primer ministro y varios ministerios, fueron tomados por efectivos de la Policía, el Ejército y el cuerpo de bomberos.

Armados y con chalecos antibalas, los agentes cortaron las calles adyacentes al distrito gubernamental, una estampa inusual en la capital noruega hasta que el lugar se convirtió en el kilómetro cero de la tragedia. Pese a la dimensión de esta, una aparente tranquilidad reinaba en Oslo sólo dos días después del doble atentado.

Freddy Fensen, vecino de la cercana localidad de Moss, aseguraba desde la fila que conducía a la iglesia que una amiga de su hija estaba en la isla, 'pero consiguió escapar por suerte'. No ha perdido a nadie, pero quería estar allí. 'Vengo solo a la misa. Por respeto a las víctimas', explicó tras un largo redoble de campanas que dio paso a la homilía, a la que asistieron familiares de los fallecidos y supervivientes de ambos ataques, muchos de ellos entre lágrimas.

Muy pronto se harán públicos los nombres y fotos de las víctimas

También estuvieron presentes los reyes de Noruega, Harald y Sonia y el líder de las juventudes socialdemócratas, Eskil Pedersen, compañero de muchas víctimas que se encontraban en el campamento.

El horror, más terrible aun por ser totalmente inesperado, no dejará, según el primer ministro, Jens Stoltenberg, que los noruegos abandonen su modelo de Estado social.

'Espero que podamos mantener Noruega como es, abierta y democrática', aseguró.

'Me siento honrado de vivir en un país que es capaz de mantenerse unido y en pie en un momento como éste. Estoy impresionado por la fuerza y la firmeza que ha demostrado la gente', aseguró Stoltenberg, quien consideró que desde los dramáticos hechos parecía que había pasado 'una eternidad', dado el calvario padecido.

El primer ministro explicó, con la voz temblorosa, que conocía a algunas de las víctimas y anunció que en breve de harán públicos sus nombres y fotografías. 'En ese momento, emergerá la magnitud del mal', sentenció el líder laborista, que presumió de 'país pequeño, pero pueblo orgulloso', que 'no abandonará nunca sus valores'.

Ese mensaje de unión en un trance tan duro caló también entre los noruegos anónimos que acudieron a despedirse de los fallecidos. Cientos de ellos permanecieron en el exterior del templo, silenciosos, algunos con símbolos de su país. Es el caso de Kent Eide, de 30 años, que se acercó con un ramo de flores y una bandera noruega para 'decir al resto del mundo que seguimos siendo fuertes'.

Un sentimiento similar al de Einar Pedersen, de 25 años, que acudió al último adiós a las víctimas con su pequeño hijo de la mano: 'Hay que mostrar que somos solidarios'. Como Aline de Luna, una filipina que lleva media vida en Noruega, quien sintió el horror como propio y quiso dar su pésame acompañada de su marido y de su hijo de ocho años. 'Estoy triste, muy triste'.

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