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El opio doblega a Kabul

El cultivo de adormidera en Afganistán ha aumentado este año un 7%, según la ONU

ANTONIO PAMPLIEGA

Cientos de sombras se mueven ágilmente entre las inmensas plantaciones de adormidera que tiñen de color los fértiles campos de Musa Qa'lah, en la provincia de Helmand. Este pequeño distrito del sur de Afganistán es uno de los vergeles del país. Un oasis donde la planta de la que se extrae el opio, la droga que sirve para sintetizar la morfina y la heroína, brota por doquier.

Según un informe presentado ayer por la Agencia de Naciones Unidas para la Droga y el Crimen (UNODC), en 2011 se han cultivado 131.000 hectáreas en todo el país, un 7% más que en 2010, lo que representa un beneficio de alrededor de 1.500 millones de dólares. La producción de opio creció de las 3.600 toneladas del año pasado a las cerca de 6.000 de este (si bien en la campaña anterior la producción había caído el 48% debido a una plaga de hongos).

Pese a estos datos demoledores, Yuri Fedotov, director ejecutivo de UNODC, elogió, durante la presentación del informe, 'el trabajo de la Secretaría de Lucha contra los Estupefacientes y la Policía Antinarcóticos de Afganistán. Ambas instituciones han trabajado duro'. Y luego recalcó: 'La cantidad total de hectáreas erradicadas aumentó en un 65% en 2011'. El problema es que esa superficie sólo representa el 3% del total del área cultivada. Una nimiedad que revela que, pese a los halagos, la política de erradicación de la adormidera de Kabul es un fracaso, algo que seguramente no es ajeno al hecho de que los ríos de dinero que produce el opio han contaminado todos los niveles de la Administación afgana.

Las cifras revelan el fracaso de la política de erradicación del Gobierno afgano

La primera consecuencia de estos pésimos resultados es que los grupos insurgentes mantienen su principal y casi única fuente de financiación. 'Musa Qa'lah es un granero para los insurgentes por el cultivo de opio; aquí han encontrado una fuente de ingresos inagotable', afirma el capitán Michael Mulvaney, que integra un grupo de marines con el que Público visita los campos de adormideras. 'La misión de la ISAF no es la de luchar contra los cultivos de opio sino la de proporcionar seguridad a los civiles afganos; de la lucha contra el opio se encarga la Policía', añade el oficial.

La respuesta de Mulvaney sorprende, sobre todo teniendo en cuenta que, en febrero de 2010, 15.000 militares estadounidenses, británicos y afganos lanzaron una feroz ofensiva contra Marjah, no muy lejos de Musa Qa'lah, para expulsar a la insurgencia de uno de sus bastiones y apoderarse de un distrito de donde salía el 40% de la heroína que se consume en todo el mundo. Erradicar el cultivo de opio equivaldría a cortar la financiación a los talibanes, sobre todo porque, como recalca el capitán Mulvaney, 'comparado con Musa Qa'alah, en Marjah se plantan patatas'.

Los insurgentes mantienen intacta su principal fuente de ingresos

La cultura del opio ha estado muy presente en este distrito afgano. Los granjeros suelen dedicar tres cuartas partes de su tierra a plantar adormidera mientras el cuarto restante lo destinan al trigo. De otro informe elaborado por ISAF y por la Agencia Antidroga de EEUU al que tuvo acceso este diario se desprende que los beneficios obtenidos por la insurgencia gracias al opio rondan los dos millones de dólares anuales. Los talibanes cobran un impuesto revolucionario a los campesinos (cerca del 40% del total de la venta del opio), un ingreso que les reportó 1.300.000 dólares en 2010. El resto lo obtienen de cultivos propios para producir la droga.

En Musa Qa'lah sólo en 2010 se cultivaron 8.415 hectáreas. En 2005, las hectáreas cultivadas con opio en este distrito no alcanzaba las 2.000, cuatro veces menos.

'Plantamos opio porque nos da mucho más dinero que el trigo o el maíz. Una vez lo recolectamos, vamos al bazar y se lo vendemos a los mayoristas; porque pagan mejor', afirma Abdel Ghani, un agricultor local, mientras apura un cigarrillo. En el mercado de Musa Qa'lah, la cosecha de una hectárea de opio se paga por encima de los 4.500 dólares mientras que una de trigo no llega a los 800.

'Toda esta plantación pertenece a Habibullah, un señor de la droga local. Nosotros trabajamos 12 horas y nuestro sueldo es un porcentaje de la plantación. Nos pagan en opio; luego nosotros lo vendemos', confirma Jannan, otro granjero.

'Toda esta plantación pertenece a Habibullah, un señor de la droga local'

'El día que ISAF comience a erradicar los campos de opio, el corazón de Musa Qa'lah dejará de ser un lugar seguro y muchos de estos granjeros se unirán a la insurgencia y lucharán contra nosotros', afirma el sargento Randy Williamson. El comandante del Ejército afgano, Jaffar Mohammad, comparte esta opinión. 'No podemos destruir las plantaciones porque el objetivo tiene que ser ganarnos a los granjeros y si destruimos su única fuente de ingresos los pondremos en nuestra contra. En el futuro sí que lucharemos contra el opio', sentencia. A día de hoy, esa erradicación está en manos de la Policía afgana.

La constitución afgana recoge que el Estado 'debe prevenir la producción y tráfico de narcóticos'. Pero, pese a que el comandante de Policía del distrito de Musa Qa'lah, Haji Abdul Ubli (un exguerrillero conocido por haber asesinado a sangre fría a 300 talibanes), se jacte de haber 'destruido 400 plantaciones de adormidera en este año', los campos cubiertos con las gruesas amapolas que atesoran la droga siguen extendiéndose hasta donde alcanza la vista.

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